La escobilla de Jandilla
Corrida de Empresa, con El Fandi de Matilla y el Luque de Simón Casas
José Ramón Márquez
Nos vamos a Las Ventas con menos espíritu que un lumiago, que entre las trazas de tarde que se están poniendo y el bendito cartel, con la repetición por méritos propios de la eminente vacada de Jandilla, qué merendilla, la cosa pinta de pena. Para que luego digan, que la afición es tan rocosa, tan musculosa, tan férrea que aún con este cartel, con esta premonición cierta de la nada nos vamos por la calle de Alcalá abajo, con la entrada en el bolsillo tratando de crearnos la ilusión de que, aún con todos los hados en contra, quizás veamos algo.
Porque se dice pronto lo de los Jandilla, que esto es de Juzgado de Guardia, que no fue suficiente con el aquelarre antitaurino del pasado jueves día 23 que nos pegaron los Jandilla y el remiendo de sus primillos los Vegahermosa de la T de tonto, que hoy, seis días más tarde, nos meten otra arroba de lo mismo, más Jandilla, remendados esta vez con los de Las Ramblas y con un sobrero de El Torreón, una corrida concurso casi, con toros del guarismo 7, del 8 y del 9, como ya viene siendo habitual; en suma un festival juampedrero del anti toro, cuando lo que pone en la entrada es ‘Corrida de Toros’.
Doy fe de que al toro no se le vio ni por asomo hoy en la Monumental y de que lo que hoy se dio por el importe de la entrada dista mucho de lo que debe ser una corrida de toros, estando bastante más próximo el tema al circo con animales de toda la vida, no al Cirque du Soleil ése de los volatineros.
Siempre me viene a la memoria con la estrella de Jandilla que ese hierro perteneció a las señoritas doña Serafina y doña Enriqueta Moreno de la Cova, divisa azul, puro Saltillo que en Madrid lidiaron sobre todo novilladas para ignotos novilleros como Clemente Antolín «El Millonario», un palentino que se ganó su sitio en los paseíllos haciendo guardia a las puertas de Vista Alegre en espera de su oportunidad. Luego ya cayó la vacada en las manos eliminadoras de lo anterior de juampedro, que hizo lo propio con el ganado y que estampó el hierro en sus juampedrerías, que esos son los polvos de donde nacen los lodos de nuestros días y más concretamente de hoy.
Presidió la corrida don Julio Martínez, que es al que el otro día le chillaron por no sacar el pañuelo blanco y hoy le han chillado por no sacar el pañuelo verde. Lo mismo que Manolo for President tiene la mano más nerviosa para el asunto de la pañolada, se ve que don Julio es más cerebral o menos visceral para ese asunto por el que nos cuentan que Manuel Molés, Doctor Zaius, censura acremente al presidente desde su púlpito audiovisual dotado de toldo eléctrico, que sube o baja por la acción de un mando a distancia cuando comienzan a caer gotas sobre los costosísimos equipos que maneja el comunicador.
Dicho lo de los Jandilla, ahora viene lo de los toreros, que hoy eran Fandila, Luque y Jiménez Fortes.
A Fandila muchos le utilizan para sacar pecho de aficionados diciendo que es muy malo. Independientemente de su calidad, de la que luego se dirá lo que se crea oportuno, Fandila crea un espectáculo. Nadie puede negar que, con parecido material al de sus dos compañeros de terna, Fandi sacó del bostezo a la plaza. Otra cosa es que nos gusten sus pares de banderillas tan rápidos de ejecución y tan a toro pasado; otra cosa es que reconozcamos el poco interés de su muleta, pero lo que no cabe duda es de que Fandi crea un espectáculo que se aleja una barbaridad de los usuales patrones de aburrimiento, circunspección e introspección y eso es parte consustancial a los toros, que son en su base un espectáculo. No creo que pase a la Historia por sus maneras, pero lo que hace saca a las gentes del sopor. Y además hoy, en su segundo, dio un recital de uso del capote, que cuando se llevaba el toro con el capote a una mano para ponerlo en suerte ante el picador, ofreció a quien quisiera enterarse, y en vivo, una estampa de La Lidia, de las que dibujaba Perea. Variado y muy eficaz uso del capote el de Fandila. En este tiempo de veroniquillas barbilleras y de chicuelinas culeras ver a uno que usa el capote para traer o llevar al toro y que lo deja perfectamente colocado frente al penco, es algo que causa asombro. Dijimos que algo veríamos y ya tenemos en el bolsillo a Fandi y su capote.
En segundo lugar vino... ¡¡¡Luque!!! A veces me arrepiento del café al que me invitó su padre en cierta ocasión y que, como es natural, influye poderosamente en mi juicio. Tenía que haberme negado a la invitación y entonces tendría la independencia de poder decir que Luque, en los últimos tres años, ha toreado nueve corridas en Madrid, que son veintidós toros, dos por corrida y una de seis toros de Victoriano que le preparó José Luis Marcacuando era su apoderado para lanzarle... al hoyo, porque en seis toros no tuvo ni un saludo desde el tercio, igualito que le pasó a Talavante con la de Victorino. Ya lleva Luque seis años de alternativa y lo único positivo que ha puesto en marcha en todo ese tiempo es ese estado de opinión que dice que «Luque tiene muy buen capote», cuando lo que tiene es una tienda de campaña de UNPROFOR, de esas que se utilizan como Hospital de Campaña, pintada de rojo y sujeta con un palo a la que llama «muleta», que da la impresión de que debieron dedicar a la confección del monstrenco instrumento las hilaturas de Sabadell en pleno, caso de que siga habiendo esa industria en la capital del Vallés Occidental.
Por último tuvimos a Jiménez Fortes que se entretuvo como un chiquillo en seguir y seguir y seguir sacando medios pases a su primero que ni andaba ni veía y sólo quería estar echado tranquilito con su rumiar. Era esperpéntico ver a un torero tan alto con un toro tan chico, porfiando y poniéndose demasiado cerca de un toro que era pariente por línea directa de los de Guisando. Y lo malo es que en el segundo se puso a lo mismo, que se lo debían teledirigir desde las instancias callejoneras sin darse cuenta de que, entre el frío que hacía, el calabobos que caía y la falta de chispa de la labor del matador en el ruedo, el interés que pudo suscitar Fortes es perfectamente descriptible.
Lo mejor de Jiménez Fortes fue Tito Sandoval que agarró dos buenos puyazos dosificando el castigo, y había que dosificar con mucho tino dadas la pocas ganas de vivir del toro, y que demostró que la primera condición de un picador es saber montar y dominar la cabalgadura. Ambas cosas las hizo Tito Sandoval para fijar, encelar y provocar la embestida del tercero. Sandoval dio espectáculo en el importante tercio de varas y lo hizo como debería hacerse cada día. Segunda cosa interesante de la tarde.
Vinimos a los toros a por una cosa y nos llevamos un par. Al final no hemos salido tan mal parados.
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