¿Se va o le echan?
Dice que se va, “por tiempo indefinido”. Lo ha dicho él mismo al finalizar el mano a mano con El Juli en El Puerto de Santa María. Morante de la Puebla sufrió un calvario con la corrida de Santi Domecq, en la que el gran caporal actual de la Fiesta estuvo sencillamente intratable cortándoles a sus tres toros cinco orejas y un rabo. El de La Puebla pasó un calvario. No se entendió con ninguno de su lote.
Pero la cosa venía de lejos. Tuve con él una larga conversación en Córdoba, sentados tranquilamente en el hotel, al día siguiente de su comparecencia en la feria de aquella ciudad. Morante estaba harto del caballo con cuernos que sale en muchas plazas, al que considera, y con razón, fuera de tipo de lo que debe ser el toro bravo apto para la lidia. Estaba hasta el gorro de presidentes incompetentes, que se creen señores de horca y cuchillo desde su limbo inaccesible. De ataques a la Fiesta desde todos los ángulos posibles, ante la impasibilidad de las autoridades y la desunión y el “dolce far niente” de afición y profesionales. En fin, tantos obstáculos que Morante, que es ante todo un artista, ha preferido tirar la toalla y “salga el sol por Antequera”. Al fin y al cabo él ya tiene escrita su página en el toreo. Los que vengan detrás que arreen.
Se le veía cansado de machacar en hierro frío. Estaba visto que este mundo raro en el que ha devenido el del toreo, no era ya su mundo
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