Cántico
Crónica de José Ramón Márquez
Fotos de Andrew Moore
El conde-de-mayalde es bajo de agujas y fino de cabos,
pero con cara y remate suficientes para pasar la criba de los reconocimientos
torosdelidia.es
Acaso por encontrarnos en pleno proceso electoral gusta que se lidie en Madrid una corrida del Conde de Mayalde, el alcalde de Madrid que puso en marcha el proyecto de la M-30 a la que tanto debemos los aficionados como referencia:
-Mira, ése está toreando desde la M-30…
Por supuesto que el actual propietario del viejo título no es el que ocupó el sillón del alcalde en la Plaza de la Villa, el que formó la vacada a base de ganado de Sepúlveda y que al final de su vida, en los ochenta de la Movida, se echó en brazos de la cosa juampedrera como hicieron tantos y tantos. Actualmente la ganadería pertenece a Rústicas El Castañar y su tema es, como antes se dijo, la cosa juampedrera a tope, aunque dicen tener unas escurriajas de Contreras que han mezclado con Juampedro, a ver qué sale, por si suena la flauta y sale Baltasar Ibán, que me parece que no sale. La verdad es que el esmero que han puesto en lo juampedrero es encomiable porque hay que ver lo juampedros que eran los novillos que mandó el señor conde, don Rafael, hoy a Las Ventas, que a excepción del tercero, cariavacado y basto, los otros cinco sacaron esas hechuras de lo que en el mundillo se denomina “toro bonito”, que más o menos viene a significar que ni por cabeza, ni por hechuras, ni por intenciones existe la promesa del drama en la presencia de esos animales.
El programa oficial transforma a Mazarambroz, el pueblo toledano próximo a Sonseca donde se crían los condesos, en Zarambroz, que ésas son las cosas del programa, que siempre trae entretenimiento para el que no se acabe de emocionar con lo que pasa en el ruedo. Pues desde ese ignoto y desconocido pueblo fantasma de Zarambroz se vinieron a Madrid los seis pupilos de don Rafael más uno de sobrero, que así hay que venir a Madrid, con sobreros y todo, y no lo digo con sarcasmo de ningún tipo. Y, como se dijo antes, cinco zapatos, alguno con sus pitoncitos algo gachos, con unas caritas de buenos que te daba ganas de llevártelos al Retiro a echar la tarde, con unas hechuras de ésas que dicen de embestir, y vive Dios que embestían, que el señor conde lo que cría es máquinas de embestir, como si estuvieran controlados con un ordenador: ni media mirada, ni un mal gesto, ni una protesta… que le ahogabas al pobrecillo, pues él a tragar; que le decías ¡vente! desde lo largo, pues él se venía; que le dejabas ahí tirado como el que tira una bolsa de Matutano al suelo, pues él se recolocaba y se quedaba en disposición de que se le diera otro mantazo; que les picaban mal y les lidiaban peor, no importa, que ellos tenían una generosísima capacidad de olvido y perdón y no tomaban en consideración las perrerías de las que eran víctimas.
Puede decirse que, en cierto modo, la novillada fue un regalo que mandó Mayalde a los toreros, dos de ellos sin apoderado, que en innumerables ocasiones en sus ensoñaciones habrán fantaseado con que les salga en Madrid un toro que les meta la cara. Hoy han salido cuatro o cinco, según lo miremos, que la cosa no está como para ponerse a discutir, y ahí se han ido los pobres animales a que los transformen en medias canales y le manden sus rabos a Toribio, sin que los augurios que contenían sus condiciones se transformasen en éxitos de los que abren puertas, y si hubo uno que se llevó una generosa oreja puede darle las gracias más al que inventó las bernardinas, que son las que le dieron la oreja, que a su labor frente a las óptimas condiciones del toro.
La terna estaba formada por Rafael González, que es el que tiene apoderado, y Marcos y Fernando Plaza, que son los que no tienen apoderado.
Al primero, Andaluz, número 15, lo recibió Rafael González de capa con soltura y gusto tras la chorrada de la porta gayola, lo picó Borja Lorente de pena, lo lidió Jarocho de aquella manera, y llegó al último tercio con los firmes propósitos de acudir al cite siempre solícito, de no dejar de poner todo de su parte, de no echar una mirada que pudiese estorbar, de no dar un solo cabezazo. Nada de lo que tan mal le hicieron le influyó en modo alguno, incluida la faenita que fue desgranando Rafael González, pues este prototipo de novillo soñado no tenía otra motivación en su vida que el ir, e ir, e ir y ahí enfrente estaba el pobre de Rafael tratando de armar algo coherente con ese material, cosa que no consiguió, porque el soufflé no subía. Que tras tener en sus manos ese novillo sólo saludase una ovacioncita desde el tercio a costa de las bernardas del final es una buena medida del fracaso del intento de González en dejar una tarjeta de presentación o de abrir una mínima grieta en el granítico corazón de la cátedra. Con su segundo, Chorlito I, número 5, también de magnífica condición Rafael González presenta de nuevo idénticos modos: lo recibe de largo, igual que al primero pero con menos sinceridad, y en seguida comienza a recitar el cansino tema del neo-toreo, de lo que les enseñan, agravándose la cosa por las condiciones tan a favor de obra del novillo. De nuevo recurre a las bernardas que Dios confunda y entre eso y una estocada hasta la gamuza, arriba y de rápida efectividad, ahí tenemos a Rafael González paseando una oreja alrededor del anillo de Las Ventas. Mucha ilusión no le haría la oreja, porque al pasar por el 10 le faltó el tiempo para lanzársela a un señor y deshacerse de ella. En este cuarto toro Jarocho puso banderillas dando ventajas toreramente al novillo.
Marcos es hijo de Maximino Pérez, inteligente empresario a quien desde hace más de tres lustros le tengo profetizado que será algún día empresario de Las Ventas. Su primero, Atrevido, número 32, era un zapato del cual lo que más llamaba la atención era su aspecto de animal servicial y amable. Es difícil reseñar algo de la actuación de Marcos salvo el hecho de ser un muchacho bastante alto. En su segundo se oyó perfectamente a Domingo Siro gritarle desde la tronera del burladero: “¡eso es!”, lo cual nos lleva a pensar que algo estaría haciendo bien, visto desde la óptica de los profesionales, aunque, sea lo que sea, los que estábamos en la piedra no llegamos a darnos cuenta de qué. Esperemos que, una vez cumplida la ilusión de Marcos de verse anunciado en Las Ventas, su padre le explique ciertas cosas.
A Fernando Plaza le tocó el garbanzo afroamericano, que fue el tercero. El toro recordaba una barbaridad al segundo, pero lo que en Atrevido era armónico y bien traído en Entrador, número 17, era más picassiano, incluida su fea cara de vaca. De salida parecía un perezoso por su manera de andar cansina y sin ánimo, cuando recibió la caricia del acero en la espalda arreó con fuerza empujando violentamente las faldillas del penco, saliendo suelto cuando se hartó. En la segunda vara fue pronto y se empleó empujando. Mientras estaban banderilleando a Entrador, y mientras Ferrnando Plaza bebía agua en un vasito, desde el callejón Fundi se dedicaba a darle consejos o ánimo. El novillo no era tan claro como los que habían salido antes y los que vendrían después. No es que fuese el leviatán, pero era de una condición menos tontorrona, menos lanar, que los otros. Plaza se dedica a ahogar al toro con insistencia, al cual se enrosca en muchos pases mal trazados y a muchos nos deja la duda de cómo habría sido el novillo si su matador le hubiese dado más aire. El último capítulo de la vida de Entrador se desarrolló tirando coces mientras esperaba a que la media estocada que tenía dentro hiciese su efecto. En el sexto es donde se han visto los mejores momentos de la tarde y donde el buen entendedor verá que en Fernando Plaza hay algo que bien cuidado y bien regado lo mismo podría servir para hacer de él un torero. El novillo, herrado con el 26, atendía por Estafador y su condición fue coherente con la del resto de sus hermanos que le habían antecedido, Fernando Plaza vuelve a los modos de su primero, ahogando al novillo, sin nada que resaltar, si acaso lo vulgar que está, hasta que, de pronto, en un fulgor inesperado asoman dos naturales muy puros, muy macizos, encajados y hechos a base de riñonada, que netamente llegan al tendido y a partir de ahí dentro del descalzaperros que es la faena que el hombre trata de enhebrar, parece que por momentos quiere hacer asomar una personalidad que no es la anodina imagen de sí mismo que venía dando. Por momentos aflora la promesa de que ahí hay mimbre con el que hacer un torero y el final de su trasteo sirve para dejar un óptimo sabor de boca y las ganas de ver de nuevo a este joven madrileño.
No se nos puede pasar reseñar lo bien que estuvo con los palos Miguel Martín de la cuadrilla de Marcos, que se llevó una merecida ovación mientras Fernando Sánchez, que parece que ya quiere vivir de su fama, se sumó a ella porque le dio la gana. Tampoco debemos dejar pasar el hecho de que en la asesoría presidencial de la cosa del arte se encontraba Joselito Calderón, y de que la visión del palco poblado todo él solamente por tres únicos ocupantes, sin uno solo de los habituales que van de gañote, era como una viva imagen de la desolación.
-Andrew Moore-
El pájaro en la mano
la cosa juampedrera a tope, aunque dicen tener unas
escurriajas de Contreras que han mezclado con Juampedro,
a ver qué sale, por si suena la flauta y sale Baltasar Ibán,
que me parece que no sale
Rafael González, de gris plomo y plata
Pinchazo y media atravesada (saludos). Estocada (oreja)
Fernando Plaza, de malva y oro
Media estocada y descabello. Aviso (silencio). Estocada. Aviso (silencio)
El post sanchismo
Marcos, de verde hoja y oro
Estocada (palmas). Dos pinchazos y estocada. Aviso (silencio)
Plaza, de la Escuela José Cubero ‘Yiyo’, es hijo
del subalterno Fernando José Plaza
Fernando Plaza haciendo de Talavante
El que imita a un camaleón tiene cien años de parón
“Te ofrecen cosas que son indignas. No valoran
lo que supone jugarse la vida”
Rafael González
"Para torear en esta plaza hay que romperse y yo ahora estoy roto"
Rafael González
"Si eres igual que todos no vales para nada"
Rafael González
La peste de las bernardas
"Para llegar, hay que ser diferente"
Rafael González
Rústicas El Castañar
Banderillero de Apolo
Marcos es hijo del empresario taurino Maximino Pérez
se oyó perfectamente a Domingo Siro gritarle desde la tronera
del burladero: “¡eso es!”, lo cual nos lleva a pensar que algo
estaría haciendo bien
"No tengo más por delante"
"Todo dependía de Madrid"
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