"...Por tanto, el problema al que nos enfrentamos no es un mero asunto policial ni un simple desorden en las políticas migratorias. Se trata de un grave problema religioso, cultural y político que tiene que ver con la pérdida intencionada de nuestra propia identidad como pueblo.
Vaya desde aquí nuestra oración por el alma del sacristán asesinado y por el pronto restablecimiento de los heridos..."
Se ha perpetrado un ataque yihadista contra dos iglesias de Algeciras que ha dejado el lamentable resultado de un muerto, Diego Valencia, sacristán de la iglesia de La Palma y al menos tres heridos siendo el más grave el párroco don Antonio Rodríguez. Este atentado, calificado inmediatamente como terrorista, se suma a una larga cadena de agresiones que vienen sufriendo los fieles cristianos en muchos puntos de Europa y que no son atribuibles a una organización específica sino que, como en este caso, son protagonizados por simples jóvenes musulmanes radicalizados.
Los medios progres suelen cargar las tintas a la hora de generalizar en contra de la Iglesia, por ello llama la atención la impunidad de la que revisten al Islam. La sombra del llamado «delito de odio» así como la doble vara de medir típica de los anticatólicos retrae a muchos de dar su opinión con sinceridad sobre estos hechos a los que habitualmente el sistema etiqueta como «casos aislados».
Sin embargo la realidad pone en evidencia que no todas las religiones son iguales. Cuando un joven cristiano se «radicaliza» lo habitual es que se entregue pacíficamente a la oración y al servicio a los demás. Los jóvenes musulmanes radicales por el contrario suelen recurrir a la violencia. Ciertamente, la mayoría de los musulmanes son personas pacíficas, pero el Islam en su conjunto tiene un grave problema en sus corrientes extremas que identifican el proselitismo con la yihad o guerra santa, la radicalidad con la violencia y a la misma España con Al-Andalus como proyecto político expansionista.
Por tanto, el problema al que nos enfrentamos no es un mero asunto policial ni un simple desorden en las políticas migratorias. Se trata de un grave problema religioso, cultural y político que tiene que ver con la pérdida intencionada de nuestra propia identidad como pueblo.
Vaya desde aquí nuestra oración por el alma del sacristán asesinado y por el pronto restablecimiento de los heridos.
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