"...Fue uno de los legítimos protagonistas de una época donde la mayoría de las figuras tenía a sus órdenes a picadores charros. Era el caso de su primo Victoriano Cáneba -recientemente fallecido-, los hermanos Aurelio y Juan Mari García, Salvador Herrero, José Manuel, la dinastía de los Matías, Victoriano El Legionario, los hermanos Rivas…"
Adiós a José ‘El Rubio’, leyenda de los picadores
Paco Cañamero
Glorieta Digital/2 Enero 2023
A José Luis Cáneba lo llaman El Rubio por el color jaro de su pelo. Y con ese apodo ha pasado a ser uno de los personajes más queridos del ámbito taurino después de haber sido durante más de 30 años fuera uno de los mejores picadores Salamanca, cuna de grandes varilargueros.
Fue uno de los legítimos protagonistas de una época donde la mayoría de las figuras tenía a sus órdenes a picadores charros. Era el caso de su primo Victoriano Cáneba -recientemente fallecido-, los hermanos Aurelio y Juan Mari García, Salvador Herrero, José Manuel, la dinastía de los Matías, Victoriano El Legionario, los hermanos Rivas…
La hoja de servicios de José Luis Cáneba goza de todos los honores. De tanto relieve del que da fe que está adornado con nombres como Paco Camino, Manuel Benítez El Cordobés, Amadeo dos Anjos, Andrés Vázquez… por medio también hubo años en los que toreó por libre, consolidándose como un importantísimo torero a caballo. Así hasta el día que Julio Robles llama a sus puertas y entonces, El Rubio encuentra al torero por el que siempre había suspirado y halla además a uno de los hombres más importantes de su vida.
Al lado de Julio Robles, Cáneba, un hombretón de anchas espaldas, manos de gigante y un corazón de oro, vive los 15 años más importantes de su carrera. Entonces, cuando cada temporada, el matador crecía hasta llegar a lo más alto en la década de los 80, consolidándose como uno de los mejores y más completos toreros de la época dejando una añoranza que sigue viva entre quienes disfrutaron con su arte.
Así, a su lado vive muchos de los más importantes triunfos de Robles, entre ellas las inolvidables tardes de Madrid, de Málaga, de Almería, de Valencia, del Puerto de Santa María, cada septiembre en Salamanca, Valladolid, Logroño, Zaragoza… U otras memorables, de lugares más modestos que siguen vivos en el corazón, ejemplo de la vecina Plasencia, donde Robles dictaba en cada feria lecciones de su arte. Y cerca, pendiente de todo, El Rubio, profesional de la puya que marcó escuela y tuvo el honor de picar algunos de los toros más importantes del llorado maestro.
Así disfrutó de las tardes que Robles rivalizó al lado de Manzanares, de la histórica de los quites con Ortega Cano que pusieron la plaza de Las Ventas boca abajo o el pique que tenía en el ruedo con El Niño de la Capea -tan bueno para dividir apasionadamente a esta afición y levantar la feria-, con Antoñete… o con tantos otros toreros que, cuando toreaban con él se venían arriba.
En la temporada de 1987 decide colgar el castoreño en las ultimas ferias y al lado de su querido Julio; sin embargo los hechos se precipitaron. Robles, aquel año sufre una molesta lesión de abductores que le obliga a perder muchos contratos, dejándose tantos millones en el camino. Uno de ellos, la tarde del 18 de septiembre, en Guadalajara. Aquel día, Robles y su cuadrilla llegan a la capital alcarreña tras triunfar la tarde anterior en La Glorieta y salir en hombros junto al Niño de la Capea tras matar una corrida de Buendía. Todo aparenta ir bien hasta que al mediodía, el maestro de Salamanca, se reciente y no puede torear. Las prisas y al no encontrar sustituto hacen que la corrida quede en un mano a mano entre los otros dos componentes del cartel -Manzanares y Ortega Cano-, repartiéndose las cuadrillas y tocando al Rubio picar un toro de Manzanares. Fue su última tarde, la que dijo adiós a la profesión este grandioso picador y excepcional persona.
Siempre era habitual verlo pasear por Salamanca entre al cariño y afecto de sus admiradores. Casi siempre está al lado de su íntimo Juan Mari García, picador de leyenda, o del banderillero Adolfo Lafuente u otros amigos que también vivieron la pasión del toreo y con quien recordaba tardes de ilusiones en todas las plazas de España, Francia o América, como aquel año que se trajo de la feria colombiana de Cali todos los premios tras dictar una lección de toreo a caballo. Fue tan importante que cuando regresaba para el patio de caballos, con la plaza puesta en pie, lo hicieron saludar durante varias veces.
Entre los ecos de su triunfal carrera no puede quedar apeado el nombre de Baratero, el mítico toro de Victorino Martín que lanzó a la fama a esa divisa, despertó la carrera de Andrés Vázquez e hizo figura a José Luis Cáneba El Rubio tras protagonizar un histórico tercio de varas del que se habló durante años entre la afición madrileña.
Además era un hombre orgulloso de su estirpe. De su padre Antonio Cáneba, instalado en tierras charras desde su Jerez natal como domador de caballos hasta llegar a ser un cotizado picador en lujosas cuadrillas. O de su hermano Antonio, desaparecido hace varios años, quien fue un magnífico profesional. También Felipe, aunque éste de efímera carrera o su primo Victoriano, pero todos con tanta profesionalidad que supieron dejar el nombre de Cáneba a la altura de las mejores dinastías y ser una de las referencias del toreo a caballo durante la segunda mitad del siglo XX.
Ahora, en este inicio del 2023 nos llega la triste nueva. El adiós de un gran picador y excelente persona, que llevó el nombre de Salamanca con tanta grandeza. DEP
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