Román, saludó al del triunfo, “Castellano” con un lanceo desangelado. Arandia puso una vara en sitio con gran predicamento. Tras el brindis al público, seis de costado por alto, molinete y pecho, continuados con cuatro tandas derechas de a cuatro y remate, y una idem de naturales. El toro caminaba flojo, sin codicia y con una obediencia borreguil, cuando por orden de Usía estalló la música sumándose a la hiperemotividad que reinaba. Entonces todo continúo por la misma partitura con las orejas como meta. Dele pases, dele andar y andar y dele ole y ole. Cuatro molinetes en seguidilla, y tres más fueron el éxtasis antes de la estocada desarmada y con huida. Rodó el caminante y los dos pañuelos asomaron de una en el palco. El triunfo anhelado se había consumado. Con corona de café, no de laurel, perdón.
El quinto, cerca del límite reglamentario inferior, lucía un par de finas velas que lo subían de lote. Con este la cosa fue a otro precio. El inicio de larga cambiada de rodillas prometió emociones intensas, pero luego el lanceo desmandado y después la de trapo defensivo a diestra y siniestra, la distancia y el descargue proclamaron la mutua falta de aprecio y confianza. Trapo va, trapo viene, hasta dos metisacas en sitios inaceptables, un pinchazo, un espadazo caído, y claro la parroquia se desahogó con el arrastre.
Después de las seis verónicas y media de Juan Sebastián Hernández, el tercero “Castellano” se disparó contra el caballo de Juan Rozo apenas cruzar la puerta y se enceló largamente allí mismo en una vara muy aguantada en el borde del tumbo, y Anthony Dixon le colgó un gran par como si fuese una condecoración de guerra. La cosa cogió vuelo, de a cinco en cinco muletazos con más entusiasmo que ajuste, con más velocidad que cadencia y con más cantidad que calidad, llegando hasta el atropellamiento. La repetición vertiginosa involucró al tendido. Pegapasismo de alta revolución. Cuatro manoletinas de rigor, una estocada descentrada, una oreja, petición de otra y a cambio, un pañuelo azul de vuelta para el toro no solicitado por nadie. El tiro de arrastre como en desacuerdo no quiso hacer sino la mitad del recorrido y al destazadero. El sexto que volvía y volvía fijo no halló autoridad ni sosiego en una muleta picuda, rauda y desacompasada. Entonces al final se desentendió, muriendo de dos pinchazos, bajonazo, y cuatro golpes de cruceta con aviso.
Abrió la corrida “Incógnito”, 492 kilos, un toro con mucha plaza y bravura. Se le notó el respeto a Ricardo Rivera. Corto preámbulo de capa. Gran vara de Cayetano Romero y un excelente tercer par de Carlos Rodríguez que le valió saludar la ovación. Brindis a la madre del fallecido Andrés de los Ríos y una faena de altibajos. Tandas bien logradas, tandas intrascendentes, tiempos muertos y tiempos emotivos frente a las poderosas y fieras acometidas del santabárbara, que con su importancia avalaba todo. Quizá la cosa se prolongó, que se prolongó, más allá de la línea roja del toro y este se aburrió desluciendo la gran pelea que había brindado. La igualada se hizo laboriosa y tediosa y la estocada, toda, caló tras el brazuelo. El tiempo seguía su marcha, sonaron dos avisos y el segundo descabello nos sacó de penas a todos. Ovación al arrastre y saludo del torero. El cuarto, le cogió sin consecuencias cuando la faena decolaba y de allí el asunto fue a menos. De a dos en dos a las tablas para una porfía estéril resuelta con una estocada sin puntilla junto a la barrera.
Pese al triunfo de Román, hoy como ayer, la divisa flameó por encima de las monteras.
FICHA DEL FESTEJO
Martes 3 de enero 2023. Monumental de Manizales. 2ª de feria. Nubes. Tres cuartos de plaza. Seis toros de Santa Bárbara, bien y diversamente presentados, encastados. Ovacionados los primeros tres arrastres
Ricardo Rivera, saludo tras dos avisos y saludo.
Román, dos orejas y silencio.
Juan Sebastián Hernández, oreja y silencio.
Incidencias: Saludaron: Carlos Rodríguez tras parear al 1°, Emerlson Pineda en el 4°, y Ricardo Santana en el 6°.
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