Jueves, 9 de mayo
Primera de Feria
"...Hubo más cosas. Hubo buenos peones como Miguel Martín, que estuvo muy bien con los palos y en la brega y Suso que también anduvo muy suelto con el capote y hubo además un par de Luis Carlos Aranda que él solo vale lo que pagamos por la corrida, dejándose ver, colocando el toro a la voz y con el cuerpo, atacando en corto, cuadrando en la cara y saliendo andando con gran torería ante un toro nada franco..."
José Ramón Márquez
Vuelta al nido de la querida Andanada de nuestros pecados y reencuentro con los que vamos quedando, que parece que el tiempo ni pasa por nosotros. Para la primera de la Feria nos obsequiaron con toros de José Luis Pereda, que les ponen una rayita de quebrado y luego ponen «La Dehesilla» para confundir, porque los seis que salieron del chiquero que pastorea Florito y que buñolea D. Juan José Pérez llevaban en la espalda las cintas rojas y azules peredianas. A ver si alguien por ahí que disponga de tiempo, uno de esos que les encanta andar de ganadería en ganadería, explica esos intríngulis, que son la auténtica salsa de la fiesta.
Toros de Pereda, pues, encaste Núñez. Corrida seria y bien presentada, alguno un poco flojo, fijándose en los caballos y en general mansa. No se entienda esto último como censura, ni mucho menos, que el toro manso resulta tan interesante para quien gusta del toreo como desesperante para quien ama los pases y las posturas.
Para liquidar los seis moritos que vinieron de Huelva, se apuntaron Diego Urdiales, Leandro -simplemente Leandro- y Morenito de Aranda.
Lo primero que hizo el toro que rompió Feria, Triplicado, número 77, fue echar al suelo a Óscar Bernal y a su penco guateado. No es que Bernal marrase con la puya, que se la colocó en buen sitio, sino que el toro empujó por triplicado y las extremidades del suave aleluya cedieron ante tal impulso. Si la vara no la llega a agarrar de primeras, se van al suelo ambos en dos segundos, pero el tiempo que el toro empujaba y el piquero aguantaba hasta que el penco se riló hicieron las delicias de la selecta afición. Hubo otra vara de gran emoción en el sexto, Agotado, número 116, un ensabanado de mucho cuajo que partió como una exhalación desde los medios hacia el lausdeo que montaba Héctor Piña cuando andaba frente al 10 camino de su posición reglamentaria. El toro no atiende a capotes y se lanza sobre el picador que le echa el palo y le sujeta mientras el toro ataca a oleadas y saca al penco hacia el tercio, empujando sin clase pero con violencia hasta que consigue derribar bellamente, sin desdoro alguno para el picador, que había cumplido. Magnífica vara por la dificultad que tenía echar el palo a la locomotora que venía a toda velocidad y aguantar toda esa ensalada de cabezazos, revueltas y empujones a lomos de una mesa camilla. Ridícula la acción del mono que sale a agarrar al penco por el lado que no hay toro y aún más la del monicaco que, habiendo toreros con capotes, se pone a dar simiescos saltos pueblerinos dando palos al suelo con una vara para citar al toro y alejarle del babieca. Y el alguacil, por su parte, en Babia mientras la monada hacía su numerito.
Hubo más cosas. Hubo buenos peones como Miguel Martín, que estuvo muy bien con los palos y en la brega y Suso que también anduvo muy suelto con el capote y hubo además un par de Luis Carlos Aranda que él solo vale lo que pagamos por la corrida, dejándose ver, colocando el toro a la voz y con el cuerpo, atacando en corto, cuadrando en la cara y saliendo andando con gran torería ante un toro nada franco.
Y de los de oro pues hubo de todo. Urdiales, por ejemplo, está deslavazado, perdido y sin alma. Urdiales antes derrochaba torería, que daba gusto verle andar por la Plaza, y ahora anda como el fantasma danés aquél que tanto estorbaba a Hamlet. La impresión de Urdiales en Domingo de Ramos fue bastante penosa y la de hoy, especialmente en su segundo, es la de alguien que está en el lugar inadecuado y a disgusto. Madrid le tiene ley y eso le habrá librado de llevarse por delante censura más agria que la que cosechó, pero el conjunto de las dos actuaciones de Urdiales en Madrid en lo que llevamos de temporada es como para ponerse a cavilar sobre el ser y el estar.
Leandro es el que antes se llamaba Leandro Marcos. Tuvo la buena idea de seguir a su primero, Tripon -así, sin acento-, número 172, hacia el 4 y allí recibió el apoyo incondicional del agradecido tendido. Anduvo haciendo unas posturas de lo más extravagantes frente al toro, pegando unos meneos de caderas como los de las top models de la Madrid Fashion Week, retorciéndose un montón y huyendo de la sencilla naturalidad que demandamos de los toreros, que nos gusta verlos ante el toro con la misma actitud tranquila y relajada que cuando entramos a un bar a pedir un café cortado. Muy poca naturalidad, mucha afectación y, además, ese moderno toreo al cuarteo en el que el pase nace en la cadera y se alarga muchísimo escondiendo la pata y una vez que el torero ya no está en jurisdicción de los pitones, toreo de pasar y de no torear. En su segundo, sin el incondicional apoyo del 4 y con similares argumentos que en el anterior, la cosa quedó mucho más deslavazada.
Morenito de Aranda, Jesús Martínez, en su primero, Molinero, número 170, anduvo en el filo de la navaja, diríamos que queriendo plantear el toreo bueno. Bien es verdad que una cosa es la que el torero llevaba en la cabeza y otra la que el bicho le permitía hacer, pero no se le puede negar que incluso con las dificultades que le planteó el toro, con los dos o tres gañafones que le tiró, el torero no renunció a mantener su posición, a quedarse diríamos medio cruzado. Comenzó el trasteo con la zurda, pues el toro había mostrado mejores condiciones por ese pitón en banderillas y finalmente consiguió sus mejores pases con la derecha: dos redondos quedándose, muleta adelantada, pata adelante sin exageración. El toreo. En su segundo, el ensabanado sexto, quedó bastante patente una de las lacras de los toreros actuales, la ausencia de sentido de la lidia. Parece que van a hacerle la faena que saben al toro que se deja y cuando surge la personalidad del toro, el matador está ayuno de herramientas para tratar de dominar al bicho. Como además el toreo que se practica es de tan poco dominio, el animal se va arriba al no ser quebrantado y al final quien torea es el toro al torero. Si además añadimos que el bueno de Jesús quiso imponer su distancia al toro y no aceptar la que el animal le pedía, eso explica que la faena no acabase de arrancar nunca y que la sensación buena que dejó en su primero se evaporase un poco en su segundo.
De la forma en que se mató hoy, mejor ni hablar, porque lo que se vio hoy en Madrid es más propio de un atestado policial que de una reseña.
El toro de Morenito
(Agotado)
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