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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 10 de diciembre de 2011

Diego Puerta sólo toreó en la plaza / Por Carlos Crivell



Diego Puerta sólo toreó en la plaza

Carlos Crivell

Han pasado casi cuarenta y ocho horas de la muerte de Diego Puerta y apenas puedo escribir unas palabras en su homenaje. He podido enjaretar su biografía para El Mundo, en Sevillatoro he podido informar de la capilla ardiente y del entierro, pero quiero poner en orden las ideas. No se ha muerto un torero más. Diego Puerta ha sido un matador de toros trascendental en la historia del toreo. Para Sevilla es la pérdida de uno de los eslabones más significativos de su vida torera y un prototipo fundamental del llamado toreo sevillano.

Sobre la tauromaquia de Diego Puerta se ha escrito bastante y se ha hecho bien con motivo de su muerte. Sería interesante apuntar que su concepto nacía de una figura muy especial. Algo bajo de estatura, Diego era una mezcla perfecta de torero de entrega y de arte, aunque siempre con los matices de su estilo sevillano, muy marcado en su toreo de capa, muchas veces a pies juntos o en sus portentosas chicuelinas, totalmente distintas a las de su compadre Paco Camino. Variado, grácil y poderoso con la muleta, así como un matador eficiente. Basta saber que compitió con los mejores de una época de toreros enormes, la llamada edad de plata del toreo, y que salió victorioso en múltiples ocasiones de tales enfrentamientos. Todos coinciden en su irrefrenable afán de triunfo. Camino lo ha contado muchas veces: “Cuando salía a hacer un quite me echaba a temblar, porque había que responderle, y el problema es que Diego siempre hacía quites”. 

La historia de Diego pueden ser números: 16 años de matador de toros. Despedida definitiva de los ruedos con 33 años. 58 cornadas. 4 cornadas de extrema gravedad. Primera Oreja de Oro de RNE. El torero que más orejas ha cortado en los Sanfermines. 8 puertas grandes en Madrid. Se puede seguir. Son números.

Fuera los números. Me faltan han faltado algunas cosas. Esa Medalla de las Bellas Artes, que por no tenerla algunos como Diego y tenerla alguno que la tiene está devaluada. Ha faltado más Sevilla en su adiós. Y han faltado los toreros en activo. He sentido envidia sana del adiós recibido por Antoñete hace muy poco. Es verdad que a Diego sólo le vieron torear vestido de luces quienes ya rondan los cincuenta años, pero Sevilla no ha entendido la dimensión artística de quien se ha muerto. Es posible que la propia forma de ser de Diego haya tenido la culpa. Sólo toreó en el ruedo. Nunca toreó en la calle. Y ahí puede estar la clave. Son tiempos de exhibicionismo (basta ver lo que se ve en la televisión). Y Diego era cualquier cosa menos exhibicionista. Le tildaron de tacaño, pero era muy generoso. Lo puede contar Tomás Campuzano cuando toreó un toro de su ganadería y lo dejó vivo para que así no se lo pagara. El toro se murió en el campo porque en verdad no lo quería para semental. Era una excusa para que Tomás no se gastara el dinero. Y ahí está su Cruz de Beneficencia por tantos festivales como forma de entrega para las causas necesitadas. En Higuera de la Sierra pueden hablar de ello, de tantos festivales con Litri y el padre Girón. En fin, debe ser el signo de los tiempos, que sube a los alteres a minucias y olvida a los aristas y a los héroes. Diego está en la cumbre de los recuerdos de mucha gente. Eso es fundamental, pero qué pena Sevilla no haber estado a la altura. Y qué pena de los toreros de nuestros días. Qué mediocridad más grande.

1 comentario:

  1. Qué verdades!.

    Hoy atléticos toreros hacen las delicias de los noveleros, aquellos que disfrutan de los espectáculos más que de las verdades; la ficción, no la pureza, la duración por el mismo valor de la entrada (billete); buen ejemplo la mala costubre de la Plaza de toros de México, nueve toros por el precio de seis!.

    Así no vamos a ninguna parte!

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