...para el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Valencia, los aficionados y profesionales del mundo del toro no cuentan. Son un cero a la izquierda. O peor, una lacra a la que hay que eliminar. Si ya se significaron cuando prohibieron -¡qué contradicción en quienes se desgañitaron gritando aquello de prohibido prohibir!- la celebración de festejos populares, ahora se están luciendo al permitir que la barbarie antitaurina siga campando por sus respetos. Hace más de un mes que pintarrajearon, otra vez, la estatua que representa a Manolo Montolíu.
Demócratas de pega
Siempre se ha dicho que la democracia, al margen de ser una forma de gobierno del Estado donde el poder es ejercido por el pueblo -ojo: el pueblo-, mediante mecanismos legítimos de participación en la toma de decisiones políticas, garantiza el que se respete la igualdad de todos los ciudadanos. Y aquí hay que subrayar lo de todos. Todos.
Pero, ay, se conoce que esto sólo lo es en condiciones ideales. Y que en Valencia no se dan. Porque aquí no todos somos iguales para el Ayuntamiento. Especialmente los aficionados a los toros, espectáculo legalmente reconocido y una de nuestras más antiguas señas de identidad. Amén de tradición ancestral y manifestación mayúscula de nuestra cultura.
Bueno, pues para el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Valencia, los aficionados y profesionales del mundo del toro no cuentan. Son un cero a la izquierda. O peor, una lacra a la que hay que eliminar. Si ya se significaron cuando prohibieron -¡qué contradicción en quienes se desgañitaron gritando aquello de prohibido prohibir!- la celebración de festejos populares, ahora se están luciendo al permitir que la barbarie antitaurina siga campando por sus respetos. Hace más de un mes que pintarrajearon, otra vez, la estatua que representa a Manolo Montolíu en la explanada que hay frente a la plaza de toros. Y así sigue. De nada han servido las llamadas desde el Centro de Asuntos Taurinos de la Diputación. De nada han servido las protestas de la familia y amigos. De nada han servido las quejas de los aficionados. De nada han servido los intentos de mediación de algún concejal con sentido común. Ni desde Patrimonio ni desde Mantenimiento se ha movido un dedo, mostrando no sólo su rechazo frontal y total a la cosa taurina, sino queriendo ejemplarizar a la población permitiendo esta vergüenza. Y consintiendo que el día del vigesimoquinto aniversario de la muerte de Montolíu luciese sucia y astrosa. La estatua sigue embadurnada de pintura blancuzca sin que, de momento, todo esto haya servido para nada. Bueno, sí que ha servido para que desde la alcaldía se deje caer la amenaza de que si se limpia o recompone, el Ayuntamiento retirará la efigie de un toreo que dio la vida por su profesión. Así de tremendo y así de lamentable.
Una de las principales funciones de la democracia es velar por el respeto y la protección de las libertades civiles y de los derechos individuales. ¿En Valencia esto se puede aplicar en términos absolutos? Alguien tendría que recordarle al señor alcalde que lo es para los valencianos en su conjunto y totalidad y que no sólo gobierna para los de su cuerda.
Eurípides, el clásico griego autor de, entre otras grandes obras, Medea, Electra, Hipólito, Las Bacantes o El Cíclope, consideraba que la democracia era la dictadura de los demagogos. Y por esta parte de España -otra palabra que rechina a oídos de nuestros próceres municipales- parece que sigue vigente el aserto de uno los grandes poetas trágicos de la antigüedad. La demagogia sigue imperante y anula la razón. Los espectáculos taurinos son una salvajada impropia ya de nuestro tiempo y quien toma parte en ellos o gusta de su visión, retrógrados y reaccionarios de la peor calaña a quienes hay que negar el pan y la sal. ¿Y ellos? pues además de ignorante e incultos, unos demócratas de pega.
¿Cuántas veces hemos pensado, y hemos deseado, que Dios nos pille confesados? pero lo vas dejando, lo vas dejando, y al final nos encontramos con esto…
No hay comentarios:
Publicar un comentario