(Foto: Plaza México)
Todos los valores que sustentan nuestra civilización, hoy día, en occidente en general, y especialmente en España, están muy debilitados, llegando incluso al disparate de colocar a los seres irracionales al mismo nivel, o superior, a los racionales.
La tauromaquia es la verdad en una sociedad
que vive en la mentira
La civilización occidental, a la que pertenecemos, la que mayor bienestar ha traído a la humanidad, tiene su base en la filosofía griega, el derecho romano y la religión cristiana, y defiende los valores clásicos, de siempre, como la verdad, la libertad, la igualdad entre los seres humanos, la democracia, la justicia, el orden, la familia, el respeto a la vida humana, la moral cristiana, la dignidad de la persona, el honor, el respeto a los demás, especialmente a los mayores -a esos muchos que han dejado morir por el Covid-19, porque ya no son útiles a la sociedad-, el esfuerzo por ser cada día mejor, etc. Valores que todos conocemos y en los que algunos tuvimos la suerte de educarnos. Sin embargo, todos esos valores, hoy día, en occidente en general, y especialmente en España, están muy debilitados, llegando incluso al disparate de colocar a los seres irracionales al mismo nivel, o superior, a los racionales. Dichos principios se ponen en duda, todo ello encaminado a destruir nuestra civilización y sustituirla por otra, la del odio al que piense distinto y de la mentira. Y eso es muy mal augurio, pues cuando los fundamentos de una civilización, sobre los que se construyó, empiezan a tambalearse, a resquebrajarse, si no reacciona pronto y con energía, esa civilización acaba sucumbiendo ante otros valores, que en este caso seguro son mucho peores, son desastrosos, pues solo buscan el hedonismo, el placer basado en lo material, el derroche, el dinero -que se ha convertido en el dios supremo- mientras otra parte del mundo muere de hambre, y no movemos un dedo para remediarlo. Solo se buscan derechos sin deberes, solo se busca lo fácil sin darse cuenta de que cualquier cosa, que de verdad valga la pena, significa esfuerzo y sacrificio; lo demás es falsedad, que conduce al caos, a la ruina y a la miseria material y espiritual. Pues no hay verdadero progreso si no conlleva avance en lo material y en lo espiritual, y “solo hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio” (Aristóteles). Entendemos que cuando en una nación, comunidad o sociedad exigen más de lo que merecen, y dan menos de lo que deberían dar, progresan hacia la miseria económica, social y espiritual. Es justo a lo que están induciendo muchos líderes políticos a la juventud, para apoderarse de su libertad, de sus vidas,- exigir mucho a los demás y nada a ellos mismos-prometiéndoles lo que saben no cumplirán, pero cuando se den cuenta de ello ya será tarde, ya habrán caído en una red de la que no podrán escapar.
Solón de Atenas, uno de los siete sabios de Grecia, decía que “la austeridad es una de las grandes virtudes de un pueblo inteligente”, gran verdad, de la cual deducimos que nuestra sociedad no es muy inteligente, está actuando de forma torpe, conducida por personas de mala condición que solo buscan su enriquecimiento personal, como ocurre con muchos de los políticos, que han convertido la política en la mayor fuente de corrupción conocida en nuestra era. Aprovechándose de la necedad de muchas personas les engañan para enriquecerse. Podríamos dar cientos de nombres, pero no hace falta, están en la mente de todos.
Y en esta sociedad nuestra la Tauromaquia significa justamente todo lo contrario, la verdad real, lo que de verdad es la vida, que presenta infinidad de dificultades cada día. Cuando el torero se queda solo con el toro en el ruedo no hay posible engaño, puesto que el toro no es sobornable, como ocurre con los hombres. En esos momentos puede llegar la cornada y la muerte en un segundo. Por eso pensamos que la Tauromaquia significa la verdad cruda de lo que es la vida, la muerte existe, está ahí, cada momento, pero queremos ignorarla, y para ello nos engañamos a nosotros mismos, o nos dejamos engañar por los sinvergüenzas que prometen muchos derechos, ningunos deberes, una vida idílica, acabar con la pobreza de todos, si se les vota para que manden. Lo que pasa es que como dice Paulo Coelho, “cuando un político promete que acabará con la pobreza se refiere a la suya, no a la de los que le votan”. Yo no generalizo, como Coelho, pero sí se puede aplicar a un gran número de ellos, que al mismo tiempo harán a sus votantes cada día más pobres, más desgraciados y menos libres.
El toreo es molesto para muchos políticos de España y de otros países porque representa la verdad y ellos representan la mentira, viven de la mentira
Para nosotros el toreo es el paradigma, el modelo, el referente de la verdad, la ética, la dignidad, el respeto, principios que le rigen y enaltecen, todos ellos hoy muy devaluados en nuestra sociedad. Además, el toreo exige gran sacrificio, gran capacidad de sufrimiento, y nuestra sociedad busca y predica justamente lo contario. Según pensaba Cicerón, “se reconoce el alma valiente y grande, sobre todo, por dos cosas: En primer lugar, por el desprecio a las cosas exteriores y, en segundo lugar, por la calidad del alma, que permite realizar grandes acciones, llenas de dificultades y fatigas, que ponen en peligro la vida”. En el mismo sentido se pronunciaba Alexis Carrell, premio Nobel de Medicina en 1912: “La dureza de las condiciones de la vida es la condición indispensable para la ascensión (intelectual y espiritual) de la persona humana”, y “las condiciones de vida difíciles son indispensables para forjar la personalidad humana”. Es justo lo que ocurre en el toreo, y justo lo contario a lo que predican muchos líderes en nuestra sociedad, que solo pretenden destruir los verdaderos valores, antes relatados, para implantar los falsos, los que nos llevarán a la miseria material y espiritual, mientras ellos se enriquecen. Los que conocemos algo el mundo del toreo sabemos los sacrificios que tiene que hacer un torero para llegar a figura, y aun siéndolo. Las privaciones, el entrenamiento para estar siempre preparado. Levantarse todas las mañanas y entrenar durante siete u ocho horas diarias, a veces sin tener ni un solo contrato, porque si se es figura, al menos, tiene la recompensa de la fama y el dinero que gana, mucho menos de lo que algunos creen. De hecho en el toreo se dice, con razón, que “una figura torea en cada corrida un toro y el capote del otro para hacienda”. Todo el sacrificio lo hace, principalmente, por su sentimiento torero, por su vocación, que es como una fuerza que le arrastra hacia el toro, aunque él no quiera, a ponerse delante y expresar su arte.
En resumen, pensamos que actualmente el toreo es la verdad en una sociedad que vive en la mentira. Ya ha aceptado la mentira como norma de vida, de lo contrario no se entendería que haya tantos políticos que mienten constantemente, si el menor rubor, y lo hacen porque saben que hay ignorantes que les aplauden. De hecho, pensamos que el mayor peligro de algunos políticos es que hay gente que les cree. “Predican doctrinas que saben son falsas a personas que saben son idiotas”, como dijera Henry. L. Mencken, conocido como el “sabio de Baltimore”, y estos políticos populistas, demagogos, de los que tantos tenemos en España, son demoledores de civilizaciones, en palabras de don José María Ortega y Gasset. Son seres especialmente diseñados para mentir, hacer el mal e impedir el desarrollo de los pueblos.
Por eso el toreo es molesto para muchos políticos de España y de otros países porque representa la verdad y ellos representan la mentira, viven de la mentira. Por eso le atacan tanto, por eso se declaran antitaurinos y pretenden acabar con la tauromaquia, que significa todo lo que ellos detectan, porque no les conviene.
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