"Paquirri", qué gran torero, que en el ruedo lo dio todo, hasta inmolarse en las astas de un toro.
Un personaje que tuvo mucha popularidad. Para algunos, popularidad por toda esa parafernalia que rodea a veces a los ídolos, y que viene envuelta en una rara mezcla de devaneos y amoríos frustrados, lo que termina siendo "carnaza" para la prensa rosa, y, mucho peor, para la telebasura.
¡Cómo se están poniendo a costa de la memoria de "Paquirri" los canales del fango, el descrédito y la degradación moral! Lamentablemente lo que se lleva y triunfa en la España desnortada que nos está tocando vivir, o más exactamente, sufrir.
Francisco Rivera "Paquirri", un hombre que de la nada (nació en el seno de una familia tan humilde que su primera morada fue una chocilla sin luz ni agua) llegó al estrellato taurino. Aunque, consecuencia de sus máximos logros, paradójicamente caería en la sima de las peores desgracias; hasta morir, y hasta después de muerto, según lo que se cuenta por ahí, en esos medios pordioseros de un periodismo que por barriobajero no debería considerarse como tal.
Un matrimonio frustrado con Carmina Ordóñez, hija de Antonio Ordóñez, uno de los más grandes de la historia del toreo; y otro posterior, y muy polémico, como se está contando estos días, con la tonadillera Isabel Pantoja. Parece que son ahora las principales cualidades de Paquirri, en vida y después de haber muerto. Y nadie o muy pocos salen a defender la memoria del gran "Paquirri".
Porque fue Francisco Rivera un excelente torero en la plaza, y en la calle un personaje cabal, un tipo íntegro. Premisa indefectible para definirle.
Pero ahí van, por delante la viuda, y detrás una marabunta de supuesta familia en la que hay de todo, novios y novias, cuñados, primos, sobrinos, conocidos y "arrimaos", ¡a ver quién dice más barbaridades!
Por eso quiero salir al paso de tanto atropello echando este órdago que venga a poner la figura y la memoria de Paquirri en su sitio.
Un torero grande, muy grande, que lo consiguió todo por tesón y honradez frente al toro. Que fue figura indiscutible en una época en la que le tocó competir con figuras de la talla de Paco Camino, Diego Puerta, Santiago Martín "El Viti", Manuel Benítez "El Cordobés", y otros, los más grandes que se han juntado en tres generaciones entrelazadas, de los últimos años de los sesenta, la década entera de los setenta y los primeros, hasta Pozoblanco, de los ochenta.
Y ahora parece que todo se va a reducir a unas miserables habladurías, de quienes más tendrían que callar, o hablar sólo para ensalzarle.
Aunque hay que dejar bien claro también, porque es justo decir y proclamar, que sus dos hijos toreros, Francisco Rivera Ordóñez y Cayetano Rivera Ordóñez -toreros los dos, insisto- son los que mejor se han portado con su memoria, si no los únicos.
Discretos, respetuosos y amorosos, Francisco y Cayetano, con el torero y el padre.
Por eso, me sale del alma este grito con un viva a los hombres de bien. Viva y sea reconocida la buena memoria de Paquirri.
Lagolferia barata en quenosnimpera ennuestrostiemposeraunabarbaridasbhablarnmal delos muertos,npetobquélevas a oediraestasociedad en podrida
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con mi querido amigo (también fue colega y compañero de profesión) no solo los tiempos fueron malos para lírica,también para la profesión periodística y para el mundo del toro. Saludos
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