En la madrugada del 3 de septiembre, treinta y uno de los presos –doce de ellos sacerdotes, entre los que se encontraba Don Manuel Galcerá– fueron conducidos a unos nueve kilómetros de Baeza, en el término municipal de Ibros. Allí fueron asesinados por un pelotón de milicianos.
La catedral de Tortosa (Tarragona) ha acogido hoy sábado 30 de octubre la beatificación de cuatro sacerdotes operarios en una ceremonia presidida por el cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos junto a otros cuatro cardenales, 20 obispos entre los que se ha encontrado D. Amadeo Rodríguez Magro y más de 80 sacerdotes.
Los cuatro sacerdotes beatificados, mártires durante la última guerra civil española, son: Francisco Cástor, Millán Garde, Manuel Galcerá y Aquilino Pastor. Éstos dos últimos, sus restos mortales reposan en la Capilla Dorada de la S. I. Catedral de Baeza.
Manuel Galcerá, natural de Caseras (Tarragona), estuvo dos años en Baeza (1934-1936), como profesor y director espiritual del Seminario y también como confesor de las religiosas Agustinas y de las Carmelitas de nuestra ciudad. Fue un operario dedicado plenamente a su tarea de formador espiritual.
En Baeza le sorprendió la guerra civil en el año 1936. El 20 de julio quedó violentamente clausurado el Seminario, siendo encarcelado junto con su compañero don Aquilino Pastor. Antes estuvieron refugiados en la casa de una familia baezana.
De allí fueron llevados al Ayuntamiento, donde los separaron. A don Manuel le condujeron después a la cárcel, en la que se encontraban otros quince sacerdotes. Durante el tiempo de su cautiverio vivían unidos en la oración y confortados por el sacramento de la Penitencia que se administraban mutuamente. Así estuvieron desde el 20 de julio al 3 de septiembre, alentándose unos a otros para el martirio.
En la madrugada del 3 de septiembre, treinta y uno de los presos –doce de ellos sacerdotes, entre los que se encontraba Don Manuel Galcerá– fueron conducidos a unos nueve kilómetros de Baeza, en el término municipal de Ibros. Allí fueron asesinados por un pelotón de milicianos.
Todos fueron enterrados en una fosa común del cementerio de Ibros. Al terminar la guerra en 1939, fueron exhumados los restos mortales de «los 31», como se denomina en Baeza a este grupo de mártires, y llevados procesionalmente a nuestra Catedral.
Don Aquilino Pastor nace en Zarza de Granadilla (Cáceres), y con su sacerdocio recién estrenado, fue destinado por sus superiores al seminario de Baeza, como prefecto de alumnos, profesor de 2º de latín y bibliotecario. Le gustaba atender a los alumnos con cariño y perseverancia. Escribía al poco de llegar a Baeza: «Con los chicos marcho bien, revistiéndome antes de mucha paciencia y no menor amor, que es el único medio de poder depositar en sus corazones la buena semilla». No dejó de cuidar su formación permanente gracias a su interés por la lectura de libros espirituales.
Como era sumamente sencillo, bondadoso y entregado, cayó muy bien a sus alumnos, que se expresaban así en la crónica enviada a la revista El Correo Josefino: «Deseamos que le vaya muy bien a don Aquilino Pastor, quien como viene nuevecito y flamante de la fábrica, está lleno de ardores por nuestro bien espiritual, resultando un pastor de verdad».
Además de su dedicación al Seminario, trabajaba apostólicamente con los jóvenes Tarsicios de Baeza y con los de la Acción Católica, multiplicándose para todo lo que supusiera gloria de Dios y de las almas: «Tenía un trato con la juventud del pueblo de Baeza, que atraía por su edad, organizando actos de piedad, fortaleciéndolos en el espíritu eucarístico y preparándoles para ser futuros adoradores nocturnos. Todo esto lo alternaba en vacaciones de Navidad, organizando obras de teatro y otras actividades que nos ocupaba el tiempo de ocio a los jóvenes y a los seminaristas».
La persecución religiosa desencadenada en la Guerra Civil del año 1936 le sorprendió en el Seminario de Baeza, a pesar de estar en pleno verano y los alumnos de vacaciones. El 20 de julio quedó violentamente clausurado el Seminario. Don Aquilino y su compañero, don Manuel Galcerá, que era director espiritual, fueron acogidos por una familia baezana, la de Don Rafael Torres López, que tenía mucho trato con los sacerdotes del Seminario.
A los pocos días, los milicianos invadieron la casa y llevaron a la cárcel a don Rafael, a sus hijos Cristóbal y Manuel, a una sobrina y a los sacerdotes Don Manuel Galcerá y Don Aquilino Pastor. Don Aquilino y el joven Cristóbal fueron encarcelados en los sótanos del Ayuntamiento, y los demás, en la parte más alta de la Casa Consistorial. De este modo los dos operarios quedaron separados.
El día 28 de agosto de 1936, y sin que mediara juicio ni proceso alguno, don Aquilino y el joven abogado Cristóbal Torres fueron sacados de aquellos sótanos por los milicianos y conducidos en un camión hasta el Cerrillo del Aire, a unos nueve kilómetros de Baeza, donde fueron asesinados. Sor Teresita del Niño Jesús, religiosa carmelita de Baeza, cuenta que oyó decir que don Aquilino iba con un semblante alegre, pronunciando fervorosas jaculatorias y dando vivas a Cristo Rey. Así celebró el primer aniversario de su Primera Misa, con su inmolación cruenta y su misa eterna en el cielo. Aquel día fue como Jesús: sacerdote y víctima.
El 10 de octubre de 1939 fueron exhumados sus restos mortales y trasladados procesionalmente a la catedral de Baeza, y allí permanecen en la Capilla Dorada.
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