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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 8 de junio de 2022

Héroes anónimos / por Pla Ventura

Rafael Rubio "Rafaelillo"
¿De qué vale que un hombre se juegue la vida de verdad? Como se demuestra, absolutamente para nada si de recompensas hablamos. No obstante, nosotros, en calidad de aficionados tenemos el deber de apoyar a estos hombres sinceros que, a sabiendas de que no tendrían premio no les importó para nada exponer su vida frente a dichos toros criminales.

 Héroes anónimos

Pla Ventura
Toros de Lidia / 7 junio, 2022
En las cuatro últimas corridas de Madrid en que ha aparecido su majestad el toro, es ahí donde hemos visto de verdad a los auténticos héroes de la fiesta que, para mayor desdicha, sus gestas no cotizan en la bolsa de los empresarios taurinos; todo un dislate en toda regla el que tenemos que aceptar con callada resignación.

¿De qué vale que un hombre se juegue la vida de verdad? Como se demuestra, absolutamente para nada si de recompensas hablamos. No obstante, nosotros, en calidad de aficionados tenemos el deber de apoyar a estos hombres sinceros que, a sabiendas de que no tendrían premio no les importó para nada exponer su vida frente a dichos toros criminales.

Si tuviéramos que elegir entre los doce últimos actuantes de los que se jugaron la vida sin trampa ni cartón, sinceramente, tendríamos un serio problema porque, ¿en qué orden podríamos situar a quien y cada cual en primera posición? Difícil la respuesta, de ahí la admiración y respeto que les debemos a Fernando Robleño, Morenito de Aranda, Damián Castaño, Octavio Chacón, Alberto Lamelas y Noé Gómez del Pilar que, arrebatado en su quehacer, incluso se fue a la puerta de toriles para recibir a sus enemigos, nunca mejor dicho lo de enemigos porque en realidad así se mostraron.

Como galardón importantísimo, debemos de atribuirle a Gómez del Pilar su decisión arrebatadora con el toro que más ayudó; no es que fuera un santo varón pero, comparado con los demás, dicho bicorne le permitió a Noé Gómez del Pilar ser el triunfador de la tarde cortando una oreja que, para su dicha, es la tercera oreja que se corta en Madrid en tantos años como lleva el ganadero lidiando en dicha plaza, contento debe de estar José Escolar puesto que, el resto de la corrida salió como siempre suele suceder, con peores ideas que Putin que ya es decir.

Insisto que, mi valoración más absoluta a favor de estos hombres antes citados y, si se me permite, una ovación fuerte para Fernando Robleño puesto que, si toda la corrida de Samuel resultó difícil, incómoda, absolutamente mansa y horrible, el citado toro aludido en las manos de Robleño, con una arboladura inmensa, todos pensábamos cómo y de qué manera se podría matar aquel toro. La duda nos vencía porque, insisto, todos nos temíamos lo peor. Robleño que nunca perdió el sitio ni mucho menos los papeles, le recetó una estocada en todo lo alto al toro en cuestión que rodó sin puntilla. Al final, apenas unas tenues palmas para todos porque, me queda la sensación de que los aficionados, más que valorar la tragedia que allí se cernía, todos querían que los toreros triunfaran con el toreo actual pero, craso error, eso es un imposible. Estar allí delante ya se puede calificar de éxito grande y, todos los citados, desde Octavio Chacón que mostró su solvencia total, Alberto Lamelas su disposición sin límites, Morenito de Aranda, su deseo por jugarse la vida y crear arte, Damián Castaño al ver cumplida su ilusión por confirmar en Madrid y Gómez del Pilar por mostrar esa disposición tremenda, esas ganas de jugarse la vida a cambio de nada y, como premio, una oreja cortada a sangre y fuego; y digo sangre porque el final no pudo matar el último en liza al sufrir aquella horrible y espantosa cogida que le llevó a las manos del doctor García Padrós.

Igual trato le damos a Rafaelillo que cortó una oreja a los toros de Adolfo, la que le supo a gloria pura, Manuel Escribano que estuvo valentísimo como pocos, Román que reapareció con los puntos en su herida, Sergio Serrano que estuvo muy cerca de la puerta grande. Como digo, todo un elenco de hombres llenos de heroicidad que, para su desdicha, dicho esfuerzo, no les valdrá para nada.

Me destoco ante todos estos hombres que, sin tener nada y sabedores de que la recompensa será nula, todos tuvieron el deseo, la ilusión por mostrar en Madrid que fueron capaces de jugarse lo que muchos guardan, su propia vida.

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