'Hispanofobia local'
Cuentan algunas lenguas que los Balañá no devuelven los toros a Barcelona para no entrar en conflicto con Ada Colau y sus socios y acólitos del Ayuntamiento por las posibles represalias comerciales que su poder puede tomar sobre sus negocios. El caso del cierre de la Monumental de Barcelona, una de las mayores, en arraigo y afición, plazas del mundo, sí puede decirse que fue una cuestión de hispanofobia local: el separatismo destructivo de cualquier dignidad histórica española, sustituida por charlatanerías de nuevo cuño. El independentismo como el wokismo más rústico, pese a sus ínfulas de modernidad.
La hispanofobia en América es una suerte de versión exportada de todo esto, donde la razón ha sido sustituida por nuevos valores que no se añaden, sino que prohíben, abolen, los existentes. El juez federal de México Jonathan Bass concedió el pasado viernes la suspensión definitiva de las corridas tras decidir a favor de la asociación civil Justicia Justa que considera que el trato «degradante» a los toros viola el derecho a un «medio ambiente sano». Hay 10 días para que la plaza y el Gobierno recurran la decisión cuya última resolución depende de un proceso que comienza y que tiene pinta de alargarse, aunque mientras tanto nada hará que los toros vuelvan al albero.
La historia politizada que extiende desde hace años en el país el presidente Obrador entra inevitablemente en escena. La misma historia politizada que se introdujo (y se permitió que se introdujera) en Cataluña desde hace décadas y que ha acabado por crear inevitable e intencionadamente generaciones de catalanes adoctrinados y confundidos. El fin de los toros en la Monumental de México tiene mucho que ver con el fin de los toros en la Monumental de Barcelona. En la sentencia americana el juez se convierte en una suerte de Gran Hermano con frases como que la decisión «beneficia a toda la sociedad».
«La sociedad se encuentra interesada en que se respete la integridad física y emocional de todos los animales porque son seres vivos que conforman los ecosistemas y que, por consiguiente, contribuyen con servicios ambientales que resultan esenciales para el ser humano»,
es otra de las máximas de una resolución de más de 50 páginas fundamentada solo en los argumentos de la parte que quiere prohibir, donde el animalismo (la equiparación del animal con el ser humano) triunfa a pesar de las contradicciones, como por ejemplo la del mismo ecosistema «como servicio ambiental esencial para el ser humano» (usando la misma y confusa terminología) que supone la existencia del toro de lidia.
Catástrofe cultural y económica
El propio gerente de la plaza, Mario Zulaica, se refirió a esta contradicción flagrante:
«El toro bravo vive y es criado para las corridas de toros. Se extinguiría si no tiene otro uso, ahí sí sufriría daño el ecosistema».
Solo la prohibición de las corridas en la Monumental de México, que amenaza con extenderse a otras ciudades, a pesar de estar declarado el espectáculo como bien cultural y material en muchos estados del país, supondría la pérdida inmediata de 30.000 empleos, sin contar los cuantiosos daños colaterales que alcanzarían inevitablemente con el tiempo a otros sectores relacionados.
La Asociación Tauromaquia Mexicana habla del flujo de 6.900 millones de pesos (328 millones de euros) relacionados con la Fiesta, que incluyen más de 80.000 empleos directos y 146.000 indirectos, aparte de 800 millones (38 millones de euros)en impuestos para el Estado que corren peligro.
Un impacto en la economía que parte de la ideología caprichosa. El totalitarismo que vandaliza estatuas de Cristóbal Colón hasta en las universidades estadounidenses infestadas por lo woke. El recambio de los valores tradicionales que también (y tan bien) representa la tauromaquia y que se pretende sustituir por las fantasmagorías de los revisionismos sin sustento intelectual. Pilares meramente ideológicos como la absurda hispanofobia («Lo cortés no quita lo Cuauhtémoc», reza el dicho), esa ramificación histórica de lo woke, nacida para destruir cosas monumentales.
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