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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 23 de junio de 2022

Como el frotar, el bling-bling se va a acabar / por Juan Manuel Rodríguez

 
"... el equipo parisino saldrá también diferente de su derrota en los octavos de final de la Champions, más humilde en principio, con menos bling-bling como diría el propio Al Khelaifi, con más ganas de aprender y con menos de gastárselo todo en todos como si estuviera en un casino. Lo que no ha conseguido el fair play financiero lo ha logrado sin embargo el poder devastador del Real Madrid..."

Como el frotar, el bling-bling se va a acabar

Tras perder con Sonny Liston, Floyd Patterson, uno de los boxeadores más peculiares de la historia, cogió el primer avión que salía de Estados Unidos sin saber su destino, acabó casualmente en Madrid, se compró un disfraz para que la gente no le reconociera cuando iba por la Gran Vía y se puso a digerir una de sus peores derrotas. Patterson tenía miedo a perder, y eso que llegó a ser campeón mundial de los pesos pesados, medallista olímpico y, de un total de 64 combates, ganó 55, 40 de ellos por KO técnico, y sólo perdió 8 veces. Del poder de devastación que Ali provocaba en sus rivales podría habernos dado una clase magistral precisamente el hombre que hizo avergonzarse a Patterson, Liston, que jamás pudo reponerse del todo de su segunda derrota con Cassius Clay. George Foreman, que como diría Jaime Ugarte era una máquina de picar carne, sí lo hizo, sí volvió a la vida tras pelear con Ali, pero cuando regresó de entre los muertos era un Foreman distinto, diferente, otro tipo de púgil y, definitivamente, una persona también distinta.

La vergüenza por perder llevó a Patterson a salir huyendo con destino a Madrid, comprarse un bigote y una peluca y dedicarse a ver pasar el tiempo. La humillación de la derrota hundió a Liston y cambió a Foreman. La entrevista que Nasser Al-Khelaifi mantuvo ayer en Marca con Pablo Polo, errática en las respuestas, reinventando una historia que ya es conocida por todos, haciendo cabriolas verbales para no decir la verdad, con un montón de circunloquios, constata el hecho de que el presidente del PSG ya ha pasado el duelo de su derrota con el Real Madrid, que ya se disfrazó para pasar inadvertido y que está en plena digestión de aquella eliminación pero que, como Foreman salió distinto del combate ante Ali, el equipo parisino saldrá también diferente de su derrota en los octavos de final de la Champions, más humilde en principio, con menos bling-bling como diría el propio Al Khelaifi, con más ganas de aprender y con menos de gastárselo todo en todos como si estuviera en un casino. Lo que no ha conseguido el fair play financiero lo ha logrado sin embargo el poder devastador del Real Madrid. Al ajedrecista Bobby Fisher le pasaba algo similar a Muhammad Ali, era otra máquina de aplastar rivales, que salían distintos cuando acababan de jugar contra él.

Aún así, y después de haberse tenido que disfrazar al más puro estilo de Floyd Patterson porque los ultras del PSG se lo querían comer con patatas, Al Khelaifi todavía conserva ese aire de superioridad que le da el dinero y su situación privilegiada desde el mismo día en que nació. Lo que le está pasando a Al Khelaifi tiene un nombre: maduración; el presidente del PSG está madurando, está creciendo espiritualmente, está dando un estirón como los críos, se está reencontrando a sí mismo gracias al Real Madrid, que le ha colocado delante del espejo de su propio y reiterado fracaso. Ahora, y según sus propias palabras, se ha acabado el bling-bling, que es un término que me parece muy simpático, se han terminado las lentejuelas, él quiere lo que tiene el Madrid pero eso no se compra ni con todo el dinero del mundo y ni siquiera el PSG tiene todo el dinero que hay en el mundo.

El día que Al Khelaifi deje de mentir se habrá completado el círculo. El día que el presidente del PSG se dirija al Real Madrid con el respeto que le debe el presidente de un club que jamás ha ganado una Champions a otro club que por ahora lleva ganadas 14, podremos decir que Al Khelaifi se ha curado. Digamos que hoy por hoy, ahora mismo, está en rehabilitación y de la UCI de la soberbia ha pasado a planta. Lo de que su nuevo director deportivo eligió París por el proyecto sigue siendo una broma macabra y lo de que el Real Madrid siempre ofreció más dinero por ese jugador es un chiste de mal gusto. Tras destruirlo en el campo, después de desmontarlo sobre el terreno de juego, al Real Madrid únicamente le queda resolver la otra ecuación. Es imposible que el ex tenista siga presidiendo la asociación de clubes europeos porque eso supone tanto como tener al zorro con las gallinas, pero para resolver eso hay que fulminar al socio de Al-Khelaifi, el ínclito Ceferin. El Real Madrid lo hará con fútbol de la vieja escuela, que es el mejor antídoto que hay contra este fútbol moderno que se han sacado de la manga entre cuatro millonetis. Como el frotar, el bling-bling se va a acabar. Bienvenidos al mundo real. Adiós a las lentejuelas.

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