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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 8 de junio de 2022

Un 5 de junio de 1989 / por Pla Ventura


 Treinta y tres años apenas son nada cuando viven en nuestro corazón los recuerdos inamovibles de una faena de escándalo por el arte que allí se derramó. De muchas figuras recordaremos sus cientos, miles de festejos, pero que una faena de un diestro artista sin vitola de figura y que haya quedado en nuestras retinas para siempre, todo viene a demostrar que Sánchez Puerto supo dejarnos una obra para el recuerdo. 

Un 5 de junio de 1989

Pla Ventura
Toros de Lidia / 6 junio, 2022
Parece que fue ayer pero han pasado ya treinta y tres años, justamente los que cumplió Cristo entre nosotros. Como este año, la fecha citada era el final de la feria de San Isidro en que, con características similares a las de este año en curso, cerraba feria Victorino Martín Andrés con una complicadísima corrida. En el cartel, Francisco Ruíz Miguel, Luis Francisco Esplá y Antonio Sánchez Puerto.

Todavía sigue en nuestras retinas las imágenes de aquella memorable tarde para Sánchez Puerto que, para su fortuna, se llevó el toro noble del festejo y con el que bordó el toreo al natural. Digamos que, el maestro de Cabezarrubias del Puerto, en aquella ocasión llegó y triunfó, aunque como le sucediera este año a Sergio Serrano, no culminara su gran obra con la espada.

Todavía retumban en nuestros corazones de aficionados aquellos veinte naturales inenarrables, increíbles como así dijimos todos; incluso, en mi caso, hasta me cupo la osadía de anunciar que como un toro le embistiera a Sánchez Puerto, el órdago podía ser de época. Echemos la vista atrás y recordemos que, Puerto, en su trayectoria taurina solo toreó la citada corrida de Victorino pero, le bastó y sobro para enamorar al público venteño saboreando aquel tratado de tauromaquia al más bello nivel.

Como digo, la corrida resultó complicada, incluso salió la alimaña no deseada que, como siempre sucediera, le tocó al gran especialista en dichos toros, Paco Ruíz Miguel, con el que pasó un calvario tremendo. De igual modo, el maestro Esplá tuvo que echar mano de su ciencia lidiadora porque, de lo contrario, la sangre hubiera corrido en dicho ruedo en aquella memorable tarde.

Como digo, una tarde de idéntico paralelismo a la del pasado domingo con los mismos toros y, de igual manera, cerrando feria. Cierto es que, Sánchez Puerto, como apunto, le tocó ese toro noble que sueñan todos los toreros pero que, cuidado, todo el mundo dudaba de su quehacer incluso antes del festejo en el que, algunos bobos, hasta cuestionaron la inclusión de Sánchez Puerto en dicho cartel. Igual tenían sus razones para la duda porque el diestro era la primera vez que se enfrentaba a los toros de Galapagar y, como se demostró más tarde, también fue la última.

Insisto que, tras aquella faena, solo la espada le privó al diestro de comprarse una finca pero, su faena ahí quedó para el recuerdo. Gusto, empaque, torería, gracia para parar mil trenes en las manos y sentidos de Sánchez Puerto que, como digo, enamoró a la afición de Madrid. He dicho que se trataba de un toro noble pero, cuidado, con la casta y bravura de un toro de Victorino que, nada tiene que ver con la borreguez con la que se ponen heroicas las figuras del toreo a sabiendas de que el toro que tienen enfrente está moribundo. Repito que, nada que ver lo que hizo Sánchez Puerto frente a este encastadísimo toro que, cierto es, arrastraba el hocico por el suelo pero, había que crear aquella obra bella que, siendo “primerizo” en dicho ganadería le salió bordada su labor.

Dicho queda. Treinta y tres años apenas son nada cuando viven en nuestro corazón los recuerdos inamovibles de una faena de escándalo por el arte que allí se derramó. De muchas figuras recordaremos sus cientos, miles de festejos, pero que una faena de un diestro artista sin vitola de figura y que haya quedado en nuestras retinas para siempre, todo viene a demostrar que Sánchez Puerto supo dejarnos una obra para el recuerdo. El maestro obtuvo como balance una vuelta al ruedo en cada toro que, en aquellos años, una vuelta tenía su peso en oro, al menos de cara a los aficionados y, para rematar, pese a su fallo monumental con el estoque en el toro de su gran faena, en su segundo, cosas del destino, su estocada resultó ser la estocada de la feria por la que recibió todos los premios establecidos al efecto.  Ahí están las pruebas y, como se sabe, las videotecas que lo pueden confirmar.

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