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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 20 de junio de 2022

La misma oportunidad / por Pla Ventura

¿Qué tiene más mérito matar un toro aborregado y crear una obra bella que no emociona a nadie o, por el contrario, ver a Rafaelillo en plan de héroe intentando el triunfo frente a todos auténticos?  Me quedo con lo segundo porque, como dije, la verdad ya la sabemos, todos somos conscientes de la torería del diestro murciano pero, a su vez nos quedamos con la épica en la que, a diario, hace vibrar a las gentes cuando se juga la vida frente a toros auténticos.

La misma oportunidad

Pla Ventura
Toros de Lidia / Junio, 2022
Si todos los toreros gozaran de las mismas oportunidades al final de cada temporada nos llevaríamos sorpresas mayúsculas. Quiero decir que si algún día acabáramos con la crueldad de que unos diestros tienen que enfrentarse al toro casi ilidiable, en ocasiones criminal y asesino mientras que, otros, a diario, matan el toro llamado comercial que no es otra cosa que un animal santificado sin el menor atisbo de peligro con el que es muy sencillo triunfar; fácil partiendo de la base que a todos los toreros se les supone un técnica depurada y ser grandes profesionales en materia.

Y digo todo esto porque, días pasados, pude ver a Rafaelillo frente a una corrida comercial en Caravaca y, dejó en ridículo a Antonio Ferrera que era su principal contrincante. Rafael Rubio, en una de las poquitas veces que le ha salido un torito a modo, de repente, nos hizo olvidar al gladiador que, a diario, intenta robarle tres pases a ese toro que se lo quiere comer. A muchos les costará creer el arte de Rafaelillo pero, reitero que, de ponerle en muchos festejos como el aludido en Caravaca, dejaría a muchos en ridículo. Y no es la primera vez que esto ocurre porque, en el año 2018, creo recordar, asistí a un festejo en Cieza en que, Rafaelillo, Alejandro Talavante y Roca Rey se las vieron frente a una corrida del propio Talavante y, Rafaelillo ridiculizó a sus compañeros.

Como digo, en Caravaca, Rafaelillo lidió un toro aborregado que, en realidad, parecía que el diestro estaba toreando de salón, incluso, como dije en su momento, hasta le pegó dos chicuelinas con la muleta, algo muy inusual que no se le ha ocurrido ni a Antonio Ferrera. Inspiradísimo toda la tarde Rafaelillo que, sin obviamos el tipo de toro que tenía enfrente, su arte resplandeció con más intensidad que el Astro Rey. Seguro estoy que, Caravaca y Cieza, las plazas en las que le he visto exponer su arte, de ambos festejos seguro que guarda un recuerdo memorable si de matices artísticos hablamos.

Está claro que, Rafaelillo ya lo ha demostrado y puede estar a la altura del primero que se precie pero, por dicha razón, sus valores en calidad de torero se agigantan mucho más cuando le vemos “arrancarle” una oreja de cuajo a un toro de Adolfo Martín en Madrid y, las dos que les cortara a una corrida de Cuadri en el ruedo de Osuna. ¿Qué tiene más mérito matar un toro aborregado y crear una obra bella que no emociona a nadie o, por el contrario, ver a Rafaelillo en plan de héroe intentando el triunfo frente a todos auténticos?  Me quedo con lo segundo porque, como dije, la verdad ya la sabemos, todos somos conscientes de la torería del diestro murciano pero, a su vez nos quedamos con la épica en la que, a diario, hace vibrar a las gentes cuando se juga la vida frente a toros auténticos.

¿Hablamos de la sinrazón del toreo? Seguro que sí. Lo digo en el aspecto de que, las figuras, con el toro comercial, aborregado, sin apenas pitones, muertos desde que salen por toriles, se han hecho ricos mientras que, Rafaelillo, con el toro auténtico tiene que seguir batallando para mantener a su familia. Desdichadamente es el sino de cada cual, algo que no podemos cambiar, pero sí ponderar para honrar a Rafaelillo que, en ocasiones, falto de contratos y de ilusiones, sus valores no se los puede arrebatar nadie.

Por cierto, en Caravaca, además de su bella faena, lo que nos conmovió de Rafaelillo es que tuvo la dicha de brindarle un toro a su señora madre espectadora en barrera, si acaso, un signo hermoso de un gran hijo para una madre abnegada que, ella sola sabrá todo lo que ha penado con su hijo torero.

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