Pero hay que ver cómo terminó. Con la tradicional Corrida de la Prensa y los victorinos, en ejercicio de su ya largo reinado, junto un banderillero se robaron la clausura. Uno de ellos, quizá el toro de la feria se fue con las orejas puestas y entre la torería, Fernando Sánchez, tercero de su cuadrilla, se llevó tres ovaciones que también compiten para el record ferial.
Qué pasó ayer
Jorge Arturo Díaz Reyes
CronicaToro / Cali, VI 6 2022
Despertar como Bradley Cooper preguntándose ¡Qué pasó ayer! Y comenzar a recordar con pesadumbre que hoy después de 29 días consecutivos no habrá corrida en Las Ventas. Que los toreros no jugarán su destino, que los toros no embestirán, que la plaza no “rugirá”, pues la feria mayor, esta 2022 que cortó tres inéditos años de veda, terminó.
Pero hay que ver cómo terminó. Con la tradicional Corrida de la Prensa y los victorinos, en ejercicio de su ya largo reinado, junto un banderillero se robaron la clausura. Uno de ellos, quizá el toro de la feria se fue con las orejas puestas y entre la torería, Fernando Sánchez, tercero de su cuadrilla, se llevó tres ovaciones que también compiten para el record ferial.
Abrió Antonio Ferrera, quien con ese descomunal telón azul escandaloso por el haz y pálido por el envés (seguro que a Calamaro la nueva estrella del taurineo le encanta), y luego con su provecta muleta, estuvo dejando y dejando pasar su exigente lote, y cansando a los que por asoleados son más impacientes. Hasta los encaró por momentos, pero no pasó a mayores, el ánimo era dominguero, pese a que mató mal a sus dos toros. Pinchazo y media delantera tirada al primero y bajonazo, aviso y descabello al exigente cuarto.
Román convaleciente de cornada, optó por la nueva "pureza" del unipase y el zapatilleo, con los suyos, y tampoco la suerte suprema tuvo suerte con él. Tres pinchazos, aviso y tres descabellos al uno y estocada ineficaz y dos descabellos al otro.
Pero “Garañuelo”, el segundo, decíamos, cárdeno, bien armando y cinqueño como sus hermanos, cargaba 562 kilos. Saltó segundo y decimos bien saltó, porque lo hizo sobre la primera desesperada zambullida (se pegó otra con el quinto) de Sergio Serrano quien se atrevió a recibirlo de rodillas a portagayola. Luego volvió al caído, tirándole pitonazos con furia y arrancándole de un pisotón la coleta como un trofeo conquistado al vencido. Por fortuna los peones acudieron oportunos impidiendo algo peor.
Recuperado el capote, la embestida, fija, codiciosa, franca y repetida desbordó la gran categoría que atesoraba el santacolomeño. La que ha hecho célebre la divisa. Noble, pero soberbia bravura. Siguió el percal a los medios como queriéndoselo comer, y después los cuatro delantales que lo pusieron en suerte, se lo pensó mucho ante la cabalgadura de Paco Plazas quien prácticamente tuvo que salir a cazarlo, mas ya herido, se creció y empujó buscando venganza.
Román intentó un quite, no le pudo. Casanova y Valladar las pasaron amargas con los palos porque no se regalaba, y después del tercer encuentro cortó la taleguilla del primero. Cinco derechas por alto, un cambio de mano abajo y uno de pecho dejaron la balanza del mando en suspenso por un instante. Pero no, de allí en adelante los terrenos ya fueron suyos. Pese a la extraordinaria calidad de su embestida, el respeto que impuso no permitió al albaceteño, ligar dos suertes.
Todo fue eso que ahora, repito, algunos taurinos llaman “pureza” y desde hace muchos años los del beisbol llaman el “pisa y corre”. Cita, ponte bonito mientras pasa la pelota y escapa por pies al otro cite. Así, así, y así, entre jaleo y ovaciones. A diestra y siniestra. ¡Qué velocidad en pies y qué injusticia con semejante toro! Negarse a honrarlo parando. En esa obsesión por el patinaje artístico transcurrió la faena, del excepcional toro. Hasta que llegó lo peor, otra vez la suerte suprema. Tres pinchazos, un aviso, una estocada delantera contraria y cuatro lamentables golpes de cruceta. Vaya manera de matar un toro de trofeo. La ovación al arrastre fue lo único que le hizo justicia.
Al quinto lo mató peor, un pinchazo desarmado y un bajonazo de comisaría. Sin embargo, tratándose de la Corrida de la Prensa, pocos minutos después en el salón Antonio Bienvenida le entregaron la “Oreja de oro” al “mejor matador de la corrida”. La recibió, y hasta un discurso se echó.
Final inesperado e inmerecido para este San Isidro histórico por muchas razones positivas, ya vendrán los analistas a desglosarlas, pero entre ellas una que como en la película más amarga la resaca, la tendencia general a colocar el show por encima de los cánones.
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