Javier Castaño en Ciudad Rodrigo
Carnaval del Toro, 2013
Carnaval del Toro, 2013
José Ramón Márquez
Miras y escuchas y parece que sólo hay toros: Miuras, Victorinos y Cuadris en Castellón, Adolfos y Fuente Ymbros en Valencia. Miras y escuchas y parece que sólo hay toreros: Castaño, Rafaelillo, Bolívar, Robleño. Ni se oye mugir a la juampedrada ni se oye balar a los que viven de ella. Sólo está el ninguneo premeditado de los terminales propagandísticos del rancio taurinismo para los toreros de verdad, para los toros de verdad. Lo previsible.
Javier Castaño, con idéntico empuje que el año precedente, viene arreando. Miuras en Castellón y Miuras en Valencia en menos de siete días y luego Miuras en Francia, donde se han dado cuenta a tiempo de que esto de la Fiesta sin toro no es nada, para llegar a los Miuras de Sevilla. Como si no hubiese otra cosa en el campo que la vieja estirpe de los Cabrera, Alvareda, Núñez de Prado, Arias de Saavedra; como si toda la ralea de mamarrachos juampedreros hubiese sido abortada, extinguida de la tierra y sólo imperase, como antaño, la A con asas, verde y negra en Madrid, verde y grana en provincias, como si aún estuviese el ganado en el Cortijo del Cuarto o en el de Los Gallos, vacas sardas y salineras, bragadas corridas, vacas castañas chorreadas en verdugo, las madres de los toros que crearon la leyenda del terror.
Sabemos que esto es un espejismo y que cuando los pitiminís comiencen a asomar sus patitas por las ferias desaparecerá esta maravillosa ilusión de Cuadris, de Miuras, de Victorinos y las aguas se amansarán al paso cansino, al déjà vu de los Victorianos del Río, de los Juampedros o de los Cuvillos, pero de momento vale la ilusión de que en Valencia, hoy, hay encerrados seis Miuras y que en tres habitaciones de hotel están tres toreros Castaño, Robleño, y Rafaelillo, esperando que sea la hora en que hay que marchar hacia la Plaza. La auténtica Fiesta.
Miras y escuchas y parece que sólo hay toros: Miuras, Victorinos y Cuadris en Castellón, Adolfos y Fuente Ymbros en Valencia. Miras y escuchas y parece que sólo hay toreros: Castaño, Rafaelillo, Bolívar, Robleño. Ni se oye mugir a la juampedrada ni se oye balar a los que viven de ella. Sólo está el ninguneo premeditado de los terminales propagandísticos del rancio taurinismo para los toreros de verdad, para los toros de verdad. Lo previsible.
Javier Castaño, con idéntico empuje que el año precedente, viene arreando. Miuras en Castellón y Miuras en Valencia en menos de siete días y luego Miuras en Francia, donde se han dado cuenta a tiempo de que esto de la Fiesta sin toro no es nada, para llegar a los Miuras de Sevilla. Como si no hubiese otra cosa en el campo que la vieja estirpe de los Cabrera, Alvareda, Núñez de Prado, Arias de Saavedra; como si toda la ralea de mamarrachos juampedreros hubiese sido abortada, extinguida de la tierra y sólo imperase, como antaño, la A con asas, verde y negra en Madrid, verde y grana en provincias, como si aún estuviese el ganado en el Cortijo del Cuarto o en el de Los Gallos, vacas sardas y salineras, bragadas corridas, vacas castañas chorreadas en verdugo, las madres de los toros que crearon la leyenda del terror.
Sabemos que esto es un espejismo y que cuando los pitiminís comiencen a asomar sus patitas por las ferias desaparecerá esta maravillosa ilusión de Cuadris, de Miuras, de Victorinos y las aguas se amansarán al paso cansino, al déjà vu de los Victorianos del Río, de los Juampedros o de los Cuvillos, pero de momento vale la ilusión de que en Valencia, hoy, hay encerrados seis Miuras y que en tres habitaciones de hotel están tres toreros Castaño, Robleño, y Rafaelillo, esperando que sea la hora en que hay que marchar hacia la Plaza. La auténtica Fiesta.
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