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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 14 de marzo de 2013

LOS INTOCABLES / Por Benjamin Bentura Remacha



"...Me sorprendió el libro de Carlos Abella, en el que, para alabar al de Galapagar, pone a escurrir a Enrique Ponce, un cuarto de siglo en los ruedos sin perder comba y una cifra de espectáculos a la que no creo que haya llegado ningún otro torero de la Historia..."

LOS INTOCABLES

Benjamin Bentura Remacha
Confesaba días pasados que el primer pellizco artístico me lo dio Pepe Luis. Años después, su hermano Manolo, cuando, de novillero, puso el toreo de frente en su debut madrileño. Algunos pellizcos más he sentido a lo largo de mi asistencia a las plazas de toros con Cagancho, Antonio Bienvenida, Curro Romero, Paula y Morante. Es algo muy distinto del placer científico apuntado en el examen de la técnica de un Domingo Ortega, Luis Miguel, Antonio Ordóñez, Paco Camino o Enrique Ponce, sin dejar en el olvido a otros muchos toreros entre los que me gustaría recordar a Rafael Ortega por su profundidad con el capote a la verónica o al natural con la izquierda y su máxima autoridad con la espada. Y con las banderillas, dos de plata, Julio “El Vito” o Paco Honrrubia. A una mano con el capote, David, “Boni” abuelo, “Miguelañez”, “Tito de San Bernardo” o “Michelín”. Acabo de ver una foto de “El Fandi” con un pie en el que se usa la expresión “asomándose al balcón” que más parece un “tirándose por el balcón con las manos a la cabeza”. Todo en el toreo se hace quieto o andando; corriendo es más deporte que arte.

Estaba dándole vueltas a mis pensamientos estéticos cuando he leído lo que “Barquerito” dice de “Manolete” y acompaña con una foto de Paco Cano, el centenario, más fotógrafo de callejón que de arena, pero que en alguna ocasión acertó con el instante adecuado. Hablo de cuando las cámaras de fotografía no llevaban motor y había que conocer a fondo la mecánica de la lidia para disparar en el momento oportuno. Es una foto del de Córdoba en un remate a pies juntos con el toro doblado por su mitad. ¿Quién podía hacer una foto así con una “leica” de los años 40? Uno que, antes que colgarse la cámara al cuello, había vestido el traje de luces. Como José González Medrano, “PEPE ARJONA”, nacido en Sevilla en 1921, novillero hasta debutar con caballos y dejar a un lado espada y muleta y poner el ojo en el visor del cajón mágico ya de paso universal. Antes de la guerra ( la civil, claro) hubo algunos buenos artistas como Baldomero, Rodero y Cervera, que, también, casi llegó a centenario, con méritos indiscutibles porque segaban a mano con la hoz mientras que los agricultores de hoy se suben a una cabina climatizada e insonorizada y siegan, trillán, aventan y porgan todo seguido y acompañados por los sones musicales . A Cervera le concedieron una medalla de oro en Londres por la foto titulada “Caída al descubierto”, tomada a la caída de la tarde en Toledo con la última placa de cristal de la docena que había llevado para cubrir el festejo en el que actuaba Belmonte. El patriarca Arjona tiene unas cuantas obras de arte antes de la llegada del motor fotográfico, el lance rodilla en tierra de Ordóñez y unas cuantas docenas de estampitas de Curro Romero o Rafael de Paula. Y, antes, la de Pepe Luis y el cartucho de pescado con el Tío Pepe como telón de fondo de la plaza de Jerez. Para ser un buen fotógrafo de toros no es imprescindible el haber sido antes torero, pero ayuda mucho, como es el caso de Cuevitas, Emilio, y el chato Jesús Rodríguez, natural de Ronda, aspirante a la gloria de los ruedos, taxista, maestro de la cámara y filósofo de la vida.

“Barquerito” apunta una condición especial en los toreros que se rozan los tobillos en la vertical de su figura y pone junto a Manuel Rodríguez y la torera foto de Canito a Paco Ojeda, en actualidad, y a José Tomás, en el candelabro que es un candelero con brazos, algo similar a esos toreros que se olvidan de sus extremidades inferiores y paran templan y mandan con el juego de las superiores, todo ello a partir de Juan Belmonte, que basó su personalidad en quedarse quieto y ampararse en el buen decir de los intelectuales de su tiempo. El de Galapagar, al que su abuelo le escondía los balones para que se olvidara del fútbol, se apoyó en Boix y los palmeros Serrat, Sabina y Bossé, que no creo que tengan nada que ver con Pérez de Ayala, Valle-Inclán o Chaves Nogales de la corte trianera, aunque don Juan naciera en la calle Feria, en los dominios del señor Chicuelo, maestro del kikirikí y, lógicamente, la chicuelina. Maestro del pellizco.

El caso es que un amigo, sin manifestarme el más mínimo reproche, me ha mandado el vídeo del toro que José Tomás indultó en Barcelona el 21 de septiembre de 2008. Y me lo ha enviado sin tener en cuenta la animadversión del torero serrano por lo modernos medios de comunicación y difusión, sin temer lo que pueden dañar estos recuerdos enlatados a la misteriosa personalidad de su héroe. Me pasó también con una muestra de lo que le hizo Antonio Ordóñez a un toro de Pablo Romero en Madrid. No dudo de la calidad humana y taurina de José Tomás. Yo soy “tomista” desde los tiempos en que se presentó como novillero en Zaragoza, le apoderaba Santiago López y le acompañaban su abuelo y Jaime Marco “El Choni”. Tenía otro seguidor fiel, un Salcedo de Colmenar Viejo que tuvo en tiempos una lechería medio cafetería en la calle Caballero de Gracia de Madrid, cerca de la calle Peligros, camino de la Playa Taurina de la “ca’ Alcalá”, esquina a la de Sevilla a la vista de las Cuatro calles de Canalejas, Carrera de San Jerónimo, restaurante Lhardy y hotel Victoria, en donde se conservaba la habitación en la que don José le ataba los machos a Manolete.

Creo saber lo que es José Tomás como torero, más cerca de la verticalidad y elegancia de Juan García “Mondeño” que del senequismo dramático de Manuel Rodríguez, pero desconfío de su talante respecto de lo que significa ser y ejercer como figura indiscutible del toreo. Es como si Cristiano o Messi se contentarán con marcar un trío de goles a la temporada, lo que en inglés creo se llama el “hat-trick”. Confieso que el otro día le ví marcar un gol a Messi al equipo de La Coruña y sentí algo similar a ese pellizco del arte del torero Pepe Luis, el único y permanente artista de mi historia, agasajado en tierras de Toledo pero siempre escondido en su humilde intimidad. Fueron a recibir los honores su hijo Manolo y su nieto José Luis, el que puede llegar a ser el Pepe Luis de mis nietos. Suerte.

Vi la lidia del toro indultado de Barcelona, “Idílico” de Núñez del Cubillo, castaño, bien hecho y de recogida cuerna, y me atrevo a señalar que Tomás lo toreó con el capote siempre por el lado derecho, que la faena de muleta se basó en varias series de derechazos siempre rematados al pico del engaño, que en muchas ocasiones retrasó la pierna de salida que no es la contraria del cite, la izquierda, ni una tanda al natural y, como remate, un molinete con la mano izquierda pero por el pitón derecho con desarme espectacular y … ¡la apoteosis!

Creo que sé quién es José Tomás y los tomasistas. Yo soy “tomistas”, más espiritual, aunque reconozca una realidad. Estoy con Curro Romero que decía que torear todo los días era trabajar, pero la aureola de figura del toreo le obliga a prodigarse un poco más. Desde luego, ha hecho bien en despedir a su apoderado Boix aunque le ayudara a crear a su alrededor una aureola elitista, pero para contratar tres festejos al año es suficiente él mismo con la ayuda de su hermano y su mozo de espadas. Para responder a la empresa de Aguascalientes sobre la preparación de la conmemoración gozosa de su, gracias a Dios, fallida cornada mortal, se manifestó su “gabinete de comunicación”. Algún periodista amigo, que los tiene a montones. Me sorprendió el libro de Carlos Abella, en el que, para alabar al de Galapagar, pone a escurrir a Enrique Ponce, un cuarto de siglo en los ruedos sin perder comba y una cifra de espectáculos a la que no creo que haya llegado ningún otro torero de la Historia. Pedro Romero no cuenta con cifras reales y si se toma como buena la de tres mil toros de otras tantas estocadas por lo alto o por el costillar, en el caso del de Chivas puede que alcance, no tardando mucho, la de cinco mil toros. Menos mal que Andrés Amorós le ha puesto letra a la buena música de Ponce, que, además, dicen que juega al fútbol al estilo de Raúl, el madridista que echaron de Madrid antes que al Casillas de hoy. Goool y oleeé son expresiones cacofónicas. Confieso que a mí me entretiene el balompié y que, en mis tiempos juveniles, fui admirador del canario Molowny y su paisano Silva que jugaba en el Atlético de Madrid. Tenían el pellizco del arte del pelotón. Mea culpa.
***
Barico

2 comentarios:

  1. !Qué claros tiene usted los conceptos, maestro!
    Todavía era yo "un chiquillo" cundo me dió entrada en su/nuestra Fiesta Española. Gracias por permitirme firmar junto a usted, a su señor padre y a Vicente Zabala, entre otros. También Molés, pero este llevaba otro rumbo.

    Saludos de José Olid

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  2. Algo se parece el de Galapagar a Juan Belmonte,son dos toreros que han pisado los terrenos del toro.

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