Temporada Taurina 1913
(El Cartel Taurino, la Sociedad y los Toros 1820-1920)
-Ángel Sonseca-
¿Qué te han hecho Barcelona? ***
Por Fernando García Terrel
Lunes 13 de Septiembre
Deberíamos emular a Francia, donde se ha pronunciado reiteradamente y hasta sentenciado su Tribunal Superior de Justicia que la Fiesta de los Toros en las ciudades del Sur de Francia no se prohibirán por ser parte de su tradición y cultura popular pese a las denuncias reiteradas que hacen los mismos colectivos antitaurinos.
En la plaza de toros del “Torín” de la Barceloneta surgió la primera figura catalana, de Torredembarra, Pedro Aixela, conocido por “Peroy”. Tras debutar en Madrid como novillero, actuó por todas las plazas de España, Francia y especialmente América. Su especialidad eran las banderillas y quiebros que hacía con los toros que lidiaba y sobre todo su habilidad con el estoque. Tomó la alternativa en aquella plaza el 12 de junio de 1864,con el toro “Sillero” de la ganadería del Marqués de la Cámara, siendo padrino de la ceremonia “El Salamanquito” y testigo, el madrileño, José Antonio Suarez.
No solo “Peroy” se distinguió por su habilidad con los aceros pues le sucedieron otros estoqueadores catalanes como Eugenio Veltoldrá (“El Costillares Catalán”), Gil Tovar, el artista más genuino de todos, Mario Cabré, Barceló; Juanito Tarré y otros más, entre los que no cito a al maestro de Santa Coloma de Gramanet, Joaquín Bernardó que tuvo mucho arte, aunque no matando los toros, pese a ello es hijo adoptivo de Barcelona y Medalla al Merito Artístico de la Ciudad, concedida, nada menos que por Pascual Maragall.
El más importante subalterno de la tauromaquia catalana fue el picador nacido en Tortosa, en 1858, José Bayard Cortés, más conocido por “Badila”. Un muchacho tan parco en palabras que un día su maestro, el matador Gonzalo Mora, le dijo:
“¡Chico di algo, que estas tan callado que parece que te has tragado el rabo de una badila!”.
Hablamos no solo de un buen varilarguero sino de una persona cultivada que tocaba el piano, cantaba, incluso romanzas, opera, hacia teatro y pronunciaba conferencia, un precursor de Ignacio Sánchez Mejías en Cataluña. ¡Vamos!, el clásico salvaje con que los tildan los antis.
Él fue quien modernizo la pica, realizó transformaciones decisivas en el traje del picador, cambió el modelo de protección metálica de la pierna, la “gregoriana”, agilizándola, haciéndola mas segura, al igual que modificó el calzón y chaquetilla. Se distinguió por haber introducido entre sus compañeros de profesión el uso del traje de calle, siguiendo las tendencias europeas del momento. Lo mismo que haría Mazzantini, entre los matadores, desterrando el traje corto para alternar en la vida social fuera de las plazas. Aquello significó un gran paso para la integración de los toreros en aquella burguesía.
Injustamente, los cronistas y escritores taurinos no han dado publicidad a la gran figura de “Badila” y la importancia que su obra tuvo en la tauromaquia catalana y por consiguiente española. Como tampoco lo han hecho de otras aportaciones catalanas, surgidas allí, que hoy son tradición en todas las plazas de toros, salvo en las Ventas. Me refiero al hecho de acompañar las faenas con música.
Todo sucedió el 13 de mayo de 1877 en la repetida plaza de la Barceloneta. Actuaban: “Lagartijo”, Villaverde y Manuel Molina (hermano del primero). Se corrían toros de Ripamilán, de Ejea de los Caballeros y estaban los tendidos a rebosar. Tan bien estuvo “Lagartijo”, tan esplendida estaba siendo su faena y tan grande el fervor de los aficionados que en un momento dado, no sabiendo el público como hacer patente su desbordado entusiasmo, el mismo pidió a gritos: “¡Música, música!”. En principio, el maestro Sempere que dirigía la Banda, dudo sobre que hacer pero fue tanta la insistencia del respetable que dio orden a sus músicos de que se arrancaran con la interpretación de un pasodoble en honor al diestro. Lo que dio pie a que el historiador local Pi y Arimón, escribiese:
“La corrida es uno de los espectáculos favoritos de los barceloneses”.
Prosigo con tradiciones taurinas de aquellas tierras citando la del Corre Bou de Cardona. Se celebra en septiembre. Su suerte central y peculiar es conocida por “La Gargolera”!. Un nativo, vestido con el traje típico de la tierra y tocado con la barretina, se mete dentro de un gran cesto que se coloca en el centro de la plaza dl pueblo, dejando medio cuerpo fuera para llamar la atención del toro. Cuando la res acomete, se acurruca en el interior,-que está acolchado-, y rueda en el armatoste a punta de pitones.
En el escenario, es decir, la plaza del pueblo cerrada con talanqueras, se instalan gruesas sogas con nudos de los que se cuelgan mozos y mozas, ante la embestida de las reses. Pasada la primera parte del festejo, llega la que segunda en la que se lidia o lidiaba y estoqueaba un toro, aun contando con la presencia en la arena de la muchachada, si bien el pregonero avisa vanamente para que dejen libre la plaza para el toro de muerte.
El Corre Bous de Cardona es una prueba irrefutable del fervor taurino catalán, pero no la única ya que algo parece ido sucede en la ciudad prepirenaica de Olot. Los juegos de toros tuvieron de siempre un amplio arraigo en la Comarca, ya en tiempo de los Godos, el Obispo de Barcelona reconvino al Rey Sisebuto para que cortara la desmedía afición taurina en la Diócesis. Noticias tenemos de celebración de fiestas de toros en Fraga y Barcelona en 1387 con motivo de la coronación de Juan I y con ocasión de otros acontecimientos trascendentales.
Fueron famosos los Corre Bous de Ripoll, Camprodón, Figueras, Vallfogona, San Andrés de Llavaneras, Vic, Tortosa etc. Esta afición fue paralela al otro lado del Pirineo, por tierras de la Provenza, Tarascón, Arles, Nimes…y se extendía por las del Rosellón. Desde la Camarga francesa, pasando por Cataluña, se difundieron estos juegos tauricos hasta Valencia y Baleares. Gracias a ello, hoy en día hay toros bravos, tanto en las bocas del Ródano como en la desembocadura del Ebro. Concretamente en el Delta del Ebro, en Alfara de Carret, pastan las reses de la ganadería de Rogelio Martí y allí mismo se celebran encierros en sus fiestas.
Quiero hacer un alto y contar a quien lo ignore que en la plaza de toros de “La Misericordia”, frente al vomitorio del tendido cinco se puede contemplar una bella tauromaquia barroca del siglo XVII, reproducida en azulejo por la Escuela de Cerámica de Muel. Fue descubierta por el pintor cubano Nelson Villalobo. Está localizada dentro de la imaginaria catalana, procedente de un “auca” de madera o grabado anterior a los realizados sobre metal o piedra.
En la primera de sus cuarenta y ocho estampas se representa la figura de un matador envuelto en una capa, cubierto por barretina y en su imagen número cuatro podemos observar un alguacilillo arrojando la llave al torilero que también va tocado con barretina y lo que es más, con uniforme de “Mosso de Escuadra”. En la imagen número dieciocho podremos contemplar un símil a la suerte de la “Gargolera” de Cardona que también ha sido interpretado como un par de banderillas puestas desde un cesto, como el que antes citaba.
Si en el resto de la Península, la figura del “matatoros”, que hacia su trabajo a cambio de unas monedas, estaba prohibido desde el siglo XI, por disposición del Rey Alfonso X “El Sabio”, en la Séptima de sus famosas Partidas, permitiéndose tan solo la muerte de las reses a manos de caballeros montados y dentro de los recintos amurallados de los castillos, en Cataluña, como en Navarra, no se acató tal orden, siguiendo vigente con muchas modalidades las ancestrales costumbres de matar toros y correrlos a pie, de forma se profesional o por puro deleite.
Existe un antecedente de matar un toro al estilo castellano, es decir, tras lidiarlo a caballo, rompiendo la tradición catalana. Se llevó a cabo en 1601 en la barcelonesa plaza del Borne. Se puede afirmar que existía un estilo autóctono de correr o jugar con los toros popularmente, lo que le llevó al costumbrista catalán Joan Amades a escribir:
“Estas fiestas es muy posible que tengan un origen autóctono y no guarden ningún tipo de relación con las que se hacen en otras tierras ibéricas”.
La afición por los toros en Cataluña es algo muy, pero que muy anterior a la sardana, que sin embargo es tenida por muchos como signo de identidad de lo más significativo; anterior a la barretina y por supuesto que a los famosos “castellets”, donde por cierto, el que se juega la vida es un niño, generalmente no mayor de ocho años que trepa los pisos humanos de hasta de nueve alturas. Eso sí, no puede asistir a las corridas de toros.
Es por ello absurdo ese afán de borrar las huellas de hechos tan evidentes que quiérase o no, es pretender ignorar de alguna manera la personalidad cultural mediterránea de los pueblos catalanes. El pasado es demasiado importante. Con mucha generosidad, algunos catalanes, admiten las corridas de toros como una importación folclórica ajena a su cultura, aptas solamente para distraer a turistas y contentar a los llegados de otras regiones de España. Pretender ignorar la Fiesta como realidad catalana por el mero hecho de ser una constante en el reto de los pueblos de España, es una torpeza.
Cataluña ha dado a la Fiesta hombres de empresa que jugaron y juegan papeles de importancia decisiva en la transformación de la corrida de toros. La actual estructura económico-empresarial que ha hecho de la corrida de toros un espectáculo multitudinario, tuvo dos importantes puntales en los catalanes: Eduardo Pagés y Pedro Balañá Espinos. A ellos, a su genio y dinamismo se debe en gran medida su expansión y estructura actual.
Pagés comenzó a darle al papel de apoderado la dimensión que culminarían los Camará, Dominguín padre, Chopera, Lozano, etc. Introdujo, al igual que Balañá, un nuevo estilo empresarial. Promocionó los espectáculos cómico-taurinos, con un chaval aficionado de la barriada del Clot barcelonés llamado Carmelo Tusquellas Forcén, que mas tarde se uniría al valenciano Rafael Dutrus (“Llapisera”), al que conoció en la plaza de Vic. Ambos recorrieron con éxito las plazas de España y América con su espectáculo Llapisera, si bien fue el levantino quien más aireó ese nombre al estar en activo durante más años, mientras que Tusquellas acabo los suyos como puntillero de las plazas de Barcelona.
De Balañá ¿qué decir?. Fue una persona llena de dinamismo, imaginación, capacidad y aptitud para innovar. Hombre de negocios ante todo, como lo resume la siguiente anécdota. Cuando en 1927 un empresario madrileño que regentaba las plazas barcelonesas dejó de serlo, Don Pedro, se presentó como aspirante para sucederle. Aquel le preguntó:
“¿Balañá, usted sabe de toros?”, a lo que el catalán le contestó: “De toros no, pero de negocios, si señor”.
Hizo de Barcelona la primera plaza del mundo, dando mientras vivió, muchas mas corridas de toros que en ningún otro coso, incluido el de Madrid. En 1960 comentaba con satisfacción, que entre los cosos de Barcelona y Mallorca, que también regentaba, pasaba todos los años de los cien festejos. Su secreto era dar corridas sin interrupción para crear y mantener a la afición. Por eso despachaba entradas para niños, las que la Generalidad ha prohibido por decreto para que los niños no se aficionen a los toros.
Confeccionaba los mejores carteles con los diestros más afamados o con los que habían despertado interés de la afición local. Eso si, sin firmar nada. Bastaba con su palabra. Cuando le decía a un diestro:
“tal día te espero en Barcelona”, no había más que decir.
Cuentan que en una ocasión se produjo un malentendido con el matador aragonés de Cretas, Nicanor Villalta, el rey de la estocada. Al parecer, el toreo entendió mal la fecha de su actuación y se presentó vestido de luces en Barcelona en fecha distinta a la señalada por Don Pedro. No fue problema, a pesar de que no estaba anunciado y tras advertirle que su llegada era un error, solucionó el incidente añadiendo dos toros mas, juntándose cuatro matadores.
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***¿Qué te han hecho Barcelona? ( I ) : en deltoroalinfinito.blgspot
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