ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE JOSELITO
“Para que un toro mate a mi hijo, tiene que tirarle un cuerno.”
(Gabriela Ortega, madre de Joselito)
José María Sánchez Martínez-Rivero.
José María Sánchez Martínez-Rivero.
Mayo de 2011, en El Escorial
Tal era la sapiencia taurina del diestro de Gelves que su madre, entendida en la materia, era consciente de ella. Pero no le tiró un cuerno el toro “Bailaor” de la viuda de Ortega, lo sorprendió, lo empitonó y murió a consecuencia de la tremenda cornada. El lunes 16 de mayo de 2011, se cumplirán 91 años de la muerte de Joselito.
Cartel (cortesía de G. Vegas): Plaza de Toros de Talavera de la Reina. El domingo, 16 de mayo de 1920. Gran corrida de toros. Se lidiarán seis toros, con divisa azul y blanca, de la acreditada ganadería de la Sra. Viuda de Ortega, de Talavera de la Reina. Espadas: José Gómez Ortega, “Gallito”, e Ignacio Sánchez Megías. Sobresaliente de espadas : Miguel Cousé.
José Gómez Ortega, (Gallito), andando el tiempo “Joselito”. Nació el 8 de mayo de 1895 en Gelves (Sevilla) en la Huerta de El Algarrobo. Murió en Talavera de la Reina el día 16 de mayo de 1920. Desde edad temprana destacó su afición por el mundo del toro. Vivió un ambiente puramente taurino, su padre, era el señor Fernando Gómez, “El Gallo”, matador de toros, sus hermanos, Fernando y Rafael, también fueron matadores de toros. Se considera, por la crítica taurina, el torero más completo de la Tauromaquia. Es famoso el video en el que puede verse a Joselito, poniendo un par al quiebro, a un toro en la plaza de Madrid, saliendo andando de la suerte. Referido este hecho, por el autor, al maestro Ángel Luís Bienvenida, dijo: “Yo no he visto nunca una cosa igual.” Fue, junto con Juan Belmonte, amigo y rival, protagonista de la que se llamó Edad de Oro del Toreo.
Don Gregorio Corrochano, maestro de la crítica y del periodismo, el 18 de mayo de 1920, en el número 5416 de ABC, - archivo del autor-, relataba el motivo por el que Joselito decidió torear en Talavera.
“Como acerca de la organización de esta corrida se ha fantaseado tanto voy a referirlo con todos los detalles que yo conozco, por mi parentesco con los ganaderos. El hijo mayor de la ganadera arrendó la plaza para lidiar sus toros y vino a Madrid a contratar a Sánchez Megías a quien únicamente tenía deseos de contratar. Contratado éste, y como la plaza es pequeña y no tiene defensa para la empresa, se pensó en dos toreros de poco precio. Yo entonces les recomendé a Larita, como torero barato y al mismo tiempo valiente y de variado repertorio. Me parecía indicadísimo para Talavera. El señor Olmedo, apoderado de Larita, enterado de mi recomendación, me escribió dándome las gracias y enviándome los contratos en blanco. Sánchez Megías le recomendó al empresario a Paco Madrid, y así quedó pensada la corrida, sin que a ninguno, remotamente, se nos ocurriera pensar en Joselito para esta corrida que al fin y al cabo era una corrida de pueblo. Fue el empresario al café Regina para tratar la venta de unos becerros para Ciudad Real, y allí encontró a don Leandro Villar quien le dijo:
-¿Porqué no lleva usted también a Rafael el Gallo, que daría más cartel a la corrida y lleva buena temporada?
- Porque aquella plaza no da para tanto.
- ¿Me cede usted el negocio y me comprometo a llevar a Rafael?
- Encantado; cuente usted con la plaza. Yo soy empresa a la fuerza, por lidiar mis toros, que es lo único que tengo interés.
Y quedó convenido el traspaso en estas condiciones. El Gallo y Sánchez Megías y toros de Ortega. Y en esta creencia se marchó el ganadero a Talavera.
Don Leandro Villar, íntimo amigo de Joselito, le comunicó sus planes a éste.
- ¿Y porqué Rafael y no yo?
- Porque tú eres muy caro para Talavera.
- Yo soy torero más barato –dijo Gallito- porque soy el de más público.
Y como entre Leandro Villar y Joselito había una estrecha amistad, se concertó la corrida, en la que no intervino nadie más que en la forma relatada. Cuando se enteraron en Talavera no lo creían, y se hicieron apuestas si iba o no Joselito. El entusiasmo del pueblo no tuvo par. Lo tuvo más tarde en el duelo que le produjo la muerte del torero deseado. Este fue el proceso que esta desdichada corrida de Talavera, en la que no tuve más intervención que la de recomendar a Larita, que no fue, y poner al empresario Leandro Villar en relación con mis paisanos para que le facilitaran su gestión. Lo cuento a titulo de curiosidad, y al mismo tiempo para aclarar algunas informaciones que pudieran interpretarse mal. No por otra cosa ni salvar responsabilidades que no existen.
¿Puede ser culpable nadie, ni su mayor enemigo, de la tragedia de un torero?”
En su libro “Cinco lustros de toreo”, crónicas y críticas; de ediciones La Fiesta Brava (1933) –archivo del autor-, Don Quijote, nos describe la impresión que le causó la muerte de Joselito.
“Página luctuosa. El más grandioso drama del toreo.
Noche trágica del 16 de mayo. Estamos sin prensa, sin noticias concretas de esa Talavera de la Reina que podría adornar sus losas famosas con una alegoría conmovedora, popular, taurina, cruenta y romancesca.
A pesar de aquella circunstancia, con las primeras horas de la noche invade toda la noticia brutal, el rumor increíble, que avanza como ola arrolladora, como un gran nubarrón negro y fatídico.
¡Joselito muerto por un toro!
No, no. No es posible. No hay prensa esta noche: serán rumores. Acaso una cornada grave, cuya importancia, por lo mismo que falta la información periodística, se ha abultado y se propala y crece desfigurada, exagerada. Instintiva resistencia, el terror de la trágica verdad, fingen tales razonamientos optimistas. Y, sin embargo, vamos empapándonos en la atroz realidad, por más que le cerremos todas las puertas del sentimiento.
Nunca se nos podrá borrar de la memoria la alucinación angustiosa de esa noche extraña, inverosímil... El aspecto de Madrid a esa hora silenciosa –de once a una- en que la gente está en los teatros y hay poco tránsito de coches. Grandes grupos parados aquí y allá, o que andan lentamente. Hay un sordo rumor de Jueves Santo. Frases sueltas, al paso, dejan repetidamente en el oído un nombre: Joselito. Parece que todo el mundo está hablando en voz baja, como si velara el cadáver con un gran miedo y una gran tristeza en el alma.
¡Joselito muerto por un toro!
Y es cierto. Cinco veces, seis, en el incierto deambular hemos podido cerciorarnos, confirmar con toda evidencia la autenticidad de la noticia.
Ha sucedido lejos, en un pueblo, hace solo unas horas; pero ya se ha extendido, como un gas deletéreo, el suceso con toda clase de escalofriantes detalles...
¡Joselito muerto por un toro!
¡Ah que cosa absurda! Como pugnamos por rechazar su evidencia. Como forcejea la razón resistiéndose, sin dejarse convencer. ¡Si no es posible! Pero la realidad, la verdad va filtrándose en todas las conciencias de manera implacable; la ola negra rueda; la nube negra flota, y avanza y anegan la ciudad, de calle en calle, de plaza en plaza, repitiendo y repitiendo –lúgubre eco- el suceso sensacional: ¡la muerte de Joselito!...
Hay que despertar de este mal sueño... Y no. De pronto, de un tajo, frío corte de afilada hoja de eternidad, Joselito se acabó, traspuso el filo de la vida; fue, ya no es, se hundió en el ayer sin mañana; se interrumpió la parábola de su vida triunfal; se interpuso cayendo a golpe de guillotina sobre su juventud espléndida la fatalidad, y se cerraron tras él –que traspuso el umbral en un instante trágico e imprevisto- las hojas silenciosas de esa pavorosa puesta que da paso al misterio, sellando toda historia...
Sé que, como un sonámbulo, estuve en el portal de la casa de Joselito, cerrada su media hoja de hierro y cristal; que me dejé ir por las calles –Arenal, Sol, Carrera de San Jerónimo, Sevilla, Alcalá al ritmo siseante de las pisadas de un grupo de gentes desconocidas; que estuve en Teléfonos; que nos dijeron que Rafael salió llorando en un coche, camino de Talavera... Y sé que ahora, de madrugada, he visto entre las sombras de la noche, la mole rosada de la Plaza de Toros, como una necrópolis torera, en la que ayer mismo toreó Joselito y en la había de torear mañana, y que se ha quedado sin Joselito.
Porque... ¡ha muerto! Porque ya no existe Joselito. Que lo ha matado un toro en Talavera de la Reina...
¿Pero es verdad que ha muerto Joselito? Me duermo al ser de día, al apuntar el alba del lunes, vislumbrando a la claridad incierta de la aurora, el cartel de la última corrida de San Isidro, anunciada para hoy, y que reza: Seis toros de Gamero Cívico, Joselito, Belmonte, Varelito.
Pero esta corrida...
Hoy ha muerto una época del toreo...
Joselito es ya el pasado. Ayer...
¡Qué abismo!
La tarde más completa que don José Díaz de Quijano vio a Joselito fue en Barcelona, en 1917. La describe así:
“Joselito ha realizado el día de San José la mejor faena de su vida. Yo he voceado a los cuatro vientos la excelsitud de esa faena; y aún no he acabado. Este es el antigallismo que algunos pretenden ver en mí determinados gallistas recalcitrantes.
Estoy seguro que esa faena la hace Belmonte en vez de Joselito, y esos gallistas se muerden la lengua, si no le ponen pegas y reparos... Por lo menos hubieran salido diciendo que sí, que la faena había sido buena, pero que a ellos no les había gustado, porque fue corta, poco variada, monótona, sin los adornos y alegrías artísticas del toreo de los Gallos...
Esto lo hubieran dicho, con toda seguridad, ciertos gallistas, de ser Belmonte el autor de la faena, y esto no pasa en el belmontismo.
¡Soberbia faena de Gallito con el quinto Saltillo! De lo más grande que recuerdo; desde luego, la más acertada que ha hecho José Gómez Ortega.
Cerca de mí estaba un belmontista entusiasta, incondicional de Belmonte; un antigallista -¿por qué no decirlo?-, y cuando rodó el saltillo, yo vi. cómo aquél buen aficionado lloraba de emoción voceando que aquello era lo más grande que podía verse.
Se sentó el maestro en el estribo y, sin levantarse, sin moverse, sin enmendar una pulgada su posición, dio tres pases con la derecha –alto, de pecho y alto- y otro de pecho, ya levantado, tan ligados los cuatro, tan emocionantes, que el publico se puso de pié.
Joselito se había pasado la muleta a la mano izquierda y dio un soberbio natural, un ayudado por alto y tres naturales en redondo, tan clásicos, tan prodigiosos, que no puede pedirse más. Uno de ellos, sobre todo, fue tan largo, tan completo, que el toro describió casi un círculo entero en torno al torero erguido, inmóvil, majestuoso. Y nada más. ¿Qué más, para qué más? Entró a matar bien, y el toro salió rodado de una buena estocada.
Nótese que en esta excepcional faena no hubo un solo adorno, ni un molinete, ni un rodillazo, ni un toquecito de pitón; y, sin embargo, enloqueció al público. ¡Cómo que el toreo auténtico es lo más hermoso!
Torero de asimilación, torero no genial, pero el enorme, gigantesco, Joselito –aunque no quieran reconocerlos determinados joselistas- se está asimilando al toreo rondeño, el de Belmonte; y desde hace un par de años sin perder su personalidad de torero largo, completo y sevillano –de la escuela sevillana- está prodigando el toreo clásico, menudeando faenas como ésta, que a pesar de ser tan clásica, tan sobria y... belmontina, ha entusiasmado a los gallistas tanto como a mí... a mí...”
Joselito, toreó 121 novilladas y 681 corridas de toros. En Lima actuó en 9 festejos en 1919. Estoqueó 1542 toros.
Como gran figura del toreo que fue, actuó con Juan Belmonte, “El Pasmo de Triana”, en 257 tardes. Al lado de su hermano Rafael Gómez, “El Gallo”, lo hizo en 184 corridas. Con la figura del toreo mexicano Rodolfo Gaona, figuró en 139 carteles.
Manuel Rodríguez “Manolete”, padre del Monstruo de Córdoba, toreó a su lado en 13 ocasiones. José Flores, “Camará” en su época de matador de toros – recibió la alternativa de manos de Joselito-, participó en 31 corridas con el diestro de Gelves.
Figura máxima del toreo, no dudaba en actuar en Madrid, plaza de máxima exigencia; lo hizo en 81 tardes. En Barcelona en 64 ocasiones. Entre la Real Maestranza y la Monumental de Sevilla se repartieron las 58 actuaciones en esa capital. Llegó a torear –como dato curioso- en San Martín de Valdeiglesias.
Diestro de gestos y de gestas, actuó como único espada en 25 tardes entre 1911 y 1920. En Madrid –año 1914- mató siete toros de don Vicente Martínez. En Valencia, seis toros de Miura, en 1915. En el año 1917 y en Sevilla, estoqueó seis toros de Carmen de Federico.
Sus actuaciones en Madrid eran apoteósicas.
Compareció entre los años 1913 y 1920 otorgándosele un total de 19 orejas y un rabo, este en la corrida del 10 de octubre de 1918, del toro “Zigarrón” de Guadalest.
Joselito, era un torero de valor probado, con un conocimiento extraordinario del toro y de los terrenos del mismo, que solo sufrió siete percances, incluido el de Talavera. La cornada más grave fue la que infirió un toro de Benjumea, en Madrid, el primero de mayo de 1919, de dieciséis centímetros en el muslo izquierdo.
Los novilleros que habrían de pasar al escalafón superior tenían como meta que la alternativa se la diera Joselito. Solo fueron 11. Doctoró a Dominguín, Sánchez Mejías, Camará y Florentino Ballesteros.
Desde 1915 a 1919 encabezó el escalafón. En ese año de 1919 le superó Juan Belmonte con 109 corridas.
Manuel Rodríguez, Manolete, “El Monstruo de Córdoba” le dijo a su apoderado Camará: “Pepe, no me ponga usted en Talavera, que allí murió el maestro Joselito.” Juan Belmonte, “El Pasmo de Triana, comentaba, hablando de Joselito, en las tertulias a las que acudía: “En Talavera, en Talavera, fue donde me ganó la partida.” ¿Qué quería decir Juan Belmonte…?
Cartel (cortesía de G. Vegas): Plaza de Toros de Talavera de la Reina. El domingo, 16 de mayo de 1920. Gran corrida de toros. Se lidiarán seis toros, con divisa azul y blanca, de la acreditada ganadería de la Sra. Viuda de Ortega, de Talavera de la Reina. Espadas: José Gómez Ortega, “Gallito”, e Ignacio Sánchez Megías. Sobresaliente de espadas : Miguel Cousé.
José Gómez Ortega, (Gallito), andando el tiempo “Joselito”. Nació el 8 de mayo de 1895 en Gelves (Sevilla) en la Huerta de El Algarrobo. Murió en Talavera de la Reina el día 16 de mayo de 1920. Desde edad temprana destacó su afición por el mundo del toro. Vivió un ambiente puramente taurino, su padre, era el señor Fernando Gómez, “El Gallo”, matador de toros, sus hermanos, Fernando y Rafael, también fueron matadores de toros. Se considera, por la crítica taurina, el torero más completo de la Tauromaquia. Es famoso el video en el que puede verse a Joselito, poniendo un par al quiebro, a un toro en la plaza de Madrid, saliendo andando de la suerte. Referido este hecho, por el autor, al maestro Ángel Luís Bienvenida, dijo: “Yo no he visto nunca una cosa igual.” Fue, junto con Juan Belmonte, amigo y rival, protagonista de la que se llamó Edad de Oro del Toreo.
Don Gregorio Corrochano, maestro de la crítica y del periodismo, el 18 de mayo de 1920, en el número 5416 de ABC, - archivo del autor-, relataba el motivo por el que Joselito decidió torear en Talavera.
“Como acerca de la organización de esta corrida se ha fantaseado tanto voy a referirlo con todos los detalles que yo conozco, por mi parentesco con los ganaderos. El hijo mayor de la ganadera arrendó la plaza para lidiar sus toros y vino a Madrid a contratar a Sánchez Megías a quien únicamente tenía deseos de contratar. Contratado éste, y como la plaza es pequeña y no tiene defensa para la empresa, se pensó en dos toreros de poco precio. Yo entonces les recomendé a Larita, como torero barato y al mismo tiempo valiente y de variado repertorio. Me parecía indicadísimo para Talavera. El señor Olmedo, apoderado de Larita, enterado de mi recomendación, me escribió dándome las gracias y enviándome los contratos en blanco. Sánchez Megías le recomendó al empresario a Paco Madrid, y así quedó pensada la corrida, sin que a ninguno, remotamente, se nos ocurriera pensar en Joselito para esta corrida que al fin y al cabo era una corrida de pueblo. Fue el empresario al café Regina para tratar la venta de unos becerros para Ciudad Real, y allí encontró a don Leandro Villar quien le dijo:
-¿Porqué no lleva usted también a Rafael el Gallo, que daría más cartel a la corrida y lleva buena temporada?
- Porque aquella plaza no da para tanto.
- ¿Me cede usted el negocio y me comprometo a llevar a Rafael?
- Encantado; cuente usted con la plaza. Yo soy empresa a la fuerza, por lidiar mis toros, que es lo único que tengo interés.
Y quedó convenido el traspaso en estas condiciones. El Gallo y Sánchez Megías y toros de Ortega. Y en esta creencia se marchó el ganadero a Talavera.
Don Leandro Villar, íntimo amigo de Joselito, le comunicó sus planes a éste.
- ¿Y porqué Rafael y no yo?
- Porque tú eres muy caro para Talavera.
- Yo soy torero más barato –dijo Gallito- porque soy el de más público.
Y como entre Leandro Villar y Joselito había una estrecha amistad, se concertó la corrida, en la que no intervino nadie más que en la forma relatada. Cuando se enteraron en Talavera no lo creían, y se hicieron apuestas si iba o no Joselito. El entusiasmo del pueblo no tuvo par. Lo tuvo más tarde en el duelo que le produjo la muerte del torero deseado. Este fue el proceso que esta desdichada corrida de Talavera, en la que no tuve más intervención que la de recomendar a Larita, que no fue, y poner al empresario Leandro Villar en relación con mis paisanos para que le facilitaran su gestión. Lo cuento a titulo de curiosidad, y al mismo tiempo para aclarar algunas informaciones que pudieran interpretarse mal. No por otra cosa ni salvar responsabilidades que no existen.
¿Puede ser culpable nadie, ni su mayor enemigo, de la tragedia de un torero?”
En su libro “Cinco lustros de toreo”, crónicas y críticas; de ediciones La Fiesta Brava (1933) –archivo del autor-, Don Quijote, nos describe la impresión que le causó la muerte de Joselito.
“Página luctuosa. El más grandioso drama del toreo.
Noche trágica del 16 de mayo. Estamos sin prensa, sin noticias concretas de esa Talavera de la Reina que podría adornar sus losas famosas con una alegoría conmovedora, popular, taurina, cruenta y romancesca.
A pesar de aquella circunstancia, con las primeras horas de la noche invade toda la noticia brutal, el rumor increíble, que avanza como ola arrolladora, como un gran nubarrón negro y fatídico.
¡Joselito muerto por un toro!
No, no. No es posible. No hay prensa esta noche: serán rumores. Acaso una cornada grave, cuya importancia, por lo mismo que falta la información periodística, se ha abultado y se propala y crece desfigurada, exagerada. Instintiva resistencia, el terror de la trágica verdad, fingen tales razonamientos optimistas. Y, sin embargo, vamos empapándonos en la atroz realidad, por más que le cerremos todas las puertas del sentimiento.
Nunca se nos podrá borrar de la memoria la alucinación angustiosa de esa noche extraña, inverosímil... El aspecto de Madrid a esa hora silenciosa –de once a una- en que la gente está en los teatros y hay poco tránsito de coches. Grandes grupos parados aquí y allá, o que andan lentamente. Hay un sordo rumor de Jueves Santo. Frases sueltas, al paso, dejan repetidamente en el oído un nombre: Joselito. Parece que todo el mundo está hablando en voz baja, como si velara el cadáver con un gran miedo y una gran tristeza en el alma.
¡Joselito muerto por un toro!
Y es cierto. Cinco veces, seis, en el incierto deambular hemos podido cerciorarnos, confirmar con toda evidencia la autenticidad de la noticia.
Ha sucedido lejos, en un pueblo, hace solo unas horas; pero ya se ha extendido, como un gas deletéreo, el suceso con toda clase de escalofriantes detalles...
¡Joselito muerto por un toro!
¡Ah que cosa absurda! Como pugnamos por rechazar su evidencia. Como forcejea la razón resistiéndose, sin dejarse convencer. ¡Si no es posible! Pero la realidad, la verdad va filtrándose en todas las conciencias de manera implacable; la ola negra rueda; la nube negra flota, y avanza y anegan la ciudad, de calle en calle, de plaza en plaza, repitiendo y repitiendo –lúgubre eco- el suceso sensacional: ¡la muerte de Joselito!...
Hay que despertar de este mal sueño... Y no. De pronto, de un tajo, frío corte de afilada hoja de eternidad, Joselito se acabó, traspuso el filo de la vida; fue, ya no es, se hundió en el ayer sin mañana; se interrumpió la parábola de su vida triunfal; se interpuso cayendo a golpe de guillotina sobre su juventud espléndida la fatalidad, y se cerraron tras él –que traspuso el umbral en un instante trágico e imprevisto- las hojas silenciosas de esa pavorosa puesta que da paso al misterio, sellando toda historia...
Sé que, como un sonámbulo, estuve en el portal de la casa de Joselito, cerrada su media hoja de hierro y cristal; que me dejé ir por las calles –Arenal, Sol, Carrera de San Jerónimo, Sevilla, Alcalá al ritmo siseante de las pisadas de un grupo de gentes desconocidas; que estuve en Teléfonos; que nos dijeron que Rafael salió llorando en un coche, camino de Talavera... Y sé que ahora, de madrugada, he visto entre las sombras de la noche, la mole rosada de la Plaza de Toros, como una necrópolis torera, en la que ayer mismo toreó Joselito y en la había de torear mañana, y que se ha quedado sin Joselito.
Porque... ¡ha muerto! Porque ya no existe Joselito. Que lo ha matado un toro en Talavera de la Reina...
¿Pero es verdad que ha muerto Joselito? Me duermo al ser de día, al apuntar el alba del lunes, vislumbrando a la claridad incierta de la aurora, el cartel de la última corrida de San Isidro, anunciada para hoy, y que reza: Seis toros de Gamero Cívico, Joselito, Belmonte, Varelito.
Pero esta corrida...
Hoy ha muerto una época del toreo...
Joselito es ya el pasado. Ayer...
¡Qué abismo!
La tarde más completa que don José Díaz de Quijano vio a Joselito fue en Barcelona, en 1917. La describe así:
“Joselito ha realizado el día de San José la mejor faena de su vida. Yo he voceado a los cuatro vientos la excelsitud de esa faena; y aún no he acabado. Este es el antigallismo que algunos pretenden ver en mí determinados gallistas recalcitrantes.
Estoy seguro que esa faena la hace Belmonte en vez de Joselito, y esos gallistas se muerden la lengua, si no le ponen pegas y reparos... Por lo menos hubieran salido diciendo que sí, que la faena había sido buena, pero que a ellos no les había gustado, porque fue corta, poco variada, monótona, sin los adornos y alegrías artísticas del toreo de los Gallos...
Esto lo hubieran dicho, con toda seguridad, ciertos gallistas, de ser Belmonte el autor de la faena, y esto no pasa en el belmontismo.
¡Soberbia faena de Gallito con el quinto Saltillo! De lo más grande que recuerdo; desde luego, la más acertada que ha hecho José Gómez Ortega.
Cerca de mí estaba un belmontista entusiasta, incondicional de Belmonte; un antigallista -¿por qué no decirlo?-, y cuando rodó el saltillo, yo vi. cómo aquél buen aficionado lloraba de emoción voceando que aquello era lo más grande que podía verse.
Se sentó el maestro en el estribo y, sin levantarse, sin moverse, sin enmendar una pulgada su posición, dio tres pases con la derecha –alto, de pecho y alto- y otro de pecho, ya levantado, tan ligados los cuatro, tan emocionantes, que el publico se puso de pié.
Joselito se había pasado la muleta a la mano izquierda y dio un soberbio natural, un ayudado por alto y tres naturales en redondo, tan clásicos, tan prodigiosos, que no puede pedirse más. Uno de ellos, sobre todo, fue tan largo, tan completo, que el toro describió casi un círculo entero en torno al torero erguido, inmóvil, majestuoso. Y nada más. ¿Qué más, para qué más? Entró a matar bien, y el toro salió rodado de una buena estocada.
Nótese que en esta excepcional faena no hubo un solo adorno, ni un molinete, ni un rodillazo, ni un toquecito de pitón; y, sin embargo, enloqueció al público. ¡Cómo que el toreo auténtico es lo más hermoso!
Torero de asimilación, torero no genial, pero el enorme, gigantesco, Joselito –aunque no quieran reconocerlos determinados joselistas- se está asimilando al toreo rondeño, el de Belmonte; y desde hace un par de años sin perder su personalidad de torero largo, completo y sevillano –de la escuela sevillana- está prodigando el toreo clásico, menudeando faenas como ésta, que a pesar de ser tan clásica, tan sobria y... belmontina, ha entusiasmado a los gallistas tanto como a mí... a mí...”
Joselito, toreó 121 novilladas y 681 corridas de toros. En Lima actuó en 9 festejos en 1919. Estoqueó 1542 toros.
Como gran figura del toreo que fue, actuó con Juan Belmonte, “El Pasmo de Triana”, en 257 tardes. Al lado de su hermano Rafael Gómez, “El Gallo”, lo hizo en 184 corridas. Con la figura del toreo mexicano Rodolfo Gaona, figuró en 139 carteles.
Manuel Rodríguez “Manolete”, padre del Monstruo de Córdoba, toreó a su lado en 13 ocasiones. José Flores, “Camará” en su época de matador de toros – recibió la alternativa de manos de Joselito-, participó en 31 corridas con el diestro de Gelves.
Figura máxima del toreo, no dudaba en actuar en Madrid, plaza de máxima exigencia; lo hizo en 81 tardes. En Barcelona en 64 ocasiones. Entre la Real Maestranza y la Monumental de Sevilla se repartieron las 58 actuaciones en esa capital. Llegó a torear –como dato curioso- en San Martín de Valdeiglesias.
Diestro de gestos y de gestas, actuó como único espada en 25 tardes entre 1911 y 1920. En Madrid –año 1914- mató siete toros de don Vicente Martínez. En Valencia, seis toros de Miura, en 1915. En el año 1917 y en Sevilla, estoqueó seis toros de Carmen de Federico.
Sus actuaciones en Madrid eran apoteósicas.
Compareció entre los años 1913 y 1920 otorgándosele un total de 19 orejas y un rabo, este en la corrida del 10 de octubre de 1918, del toro “Zigarrón” de Guadalest.
Joselito, era un torero de valor probado, con un conocimiento extraordinario del toro y de los terrenos del mismo, que solo sufrió siete percances, incluido el de Talavera. La cornada más grave fue la que infirió un toro de Benjumea, en Madrid, el primero de mayo de 1919, de dieciséis centímetros en el muslo izquierdo.
Los novilleros que habrían de pasar al escalafón superior tenían como meta que la alternativa se la diera Joselito. Solo fueron 11. Doctoró a Dominguín, Sánchez Mejías, Camará y Florentino Ballesteros.
Desde 1915 a 1919 encabezó el escalafón. En ese año de 1919 le superó Juan Belmonte con 109 corridas.
Manuel Rodríguez, Manolete, “El Monstruo de Córdoba” le dijo a su apoderado Camará: “Pepe, no me ponga usted en Talavera, que allí murió el maestro Joselito.” Juan Belmonte, “El Pasmo de Triana, comentaba, hablando de Joselito, en las tertulias a las que acudía: “En Talavera, en Talavera, fue donde me ganó la partida.” ¿Qué quería decir Juan Belmonte…?
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