Cuaja una sabrosa faena al único toro bueno de la grosera corrida en Manizales, con tres marrajos al corral
Sebastián Vargas,
como el ron añejo de Caldas
Rosario Pérez / ABC
Manizales (Colombia) / 10/01/2013
No pudo arrancar mejor la tarde. Buen toro –el único bueno de la grosera corrida de Dosgutiérrez, que es como califican en Manizales a los mansos y malos- y buena faena. Sebastián Vargas entendió a «Congresista» de principio a fin. Con una larga cambiada de rodillas, cosida a bonitos lances, principió su labor el torero de Cucuta, que se envalentonó en banderillas, especialmente en un meritísimo tercer par por los adentros al violín que causó el furor. La bandera colombiana en los rehiletes aunó los colores de la obra: su riqueza amarilla, el azul abundante de sus aguas y ese rojo de sangre heroica que navega por las venas de los artistas de oro.
Sorprendió el veterano matador desde que se sentó en el estribo y prosiguió a derechas con temple y oficio, midiendo tiempos y distancias con el noble ejemplar. El adorno del pase de las flores, el molinete, los de pecho y unos estupendos naturales empaparon de sabor el ruedo, como el ron viejo de Caldas que colma toda esta tierra. La estocada tras la manoletinas fue de manual, la mejor de lo que llevamos de feria. Paseó feliz dos orejas. Le jalearon mucho su faena al quinto, con el que no se complicó mucho con la puerta grande ya amarrada.
José Arcila no lo vio claro con el segundo, que parecía reparado de la vista. Ganas no le faltaron con el deslucido sexto, pero el corazón no daba más de sí y el rival no era ninguna joya...
No acompañó la fortuna a Santiago Naranjo, que movió con garbo y ritmo el capote frente a «Mambo». Detalle del torero, que se envolvió la bandera de Manizales y se la llevó al corazón para brindar su faena, por encima del toro, a un «Mambo» con menos son que un pato. Tras un espadazo defectuoso se puso complicado y el chaval oyó los tres avisos. No pudo resarcirse con el marrajo séptimo, un dosgutiérrez muy peligroso con el que cogió presto la espada. Pero aquello no era un toro, era un barrabás orientadísimo que lo único que buscaba era hacer presa. Otra vez oyó los tres avisos ante la mirada derrumbada del joven colombiano. Los profesionales y un nutrido sector se volcaron con Naranjo y le obligaron a saludar para endulzar tan amargo cumpleaños, pues ayer soplaba velas.
Completaba el cartel de ocho toros el caballero Willy Rodríguez, entusiasta desde los primeros rejones, de los que se desprendían fiesteras serpentinas, pero «Cayambeño» se aplomó y se complicó para matarlo. Tras cinco pinchazos pidió que lo despachase el sobresaliente, que pasó otro calvario. Difícil, mansote y con muchos pies fue el octavo, con el que el rejoneador mostró sus ganas de agradar.
Con la salida a hombros de Vargas concluyó una macrocorrida de tres horas y media que empezó fenomenal y luego resultó groserísima.¡Vaya encierro malo! Ya se sabe que los hijos de los gitanos no quieren buenos principios..
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