"...Bien podríamos decir, por tanto, que el jovencísimo gran torero limeño puede adueñarse de la frase emblemática de la Real Academia de la Lengua Española, que también es la suya, pues ha venido a limpiar, a fijar y dar esplendor a la Fiesta..."
Otra gran faena del intratable Roca Rey
J.A. del Moral · 13/07/2016
Plaza de toros de Pamplona. Miércoles 13 de julio de 2016. Novena de feria. Tarde muy fresca entre nublada y soleada con lleno total.
Seis toros de Núñez del Cuvillo desigualmente presentados en peso, en hechuras y en trapío. Los más descarados de cuerna fueron el tercero y el sexto. Dieron vario juego. Mal picado, manejable sin clase por el lado derecho y muy corto por el izquierdo el primero. Noble por el lado derecho e incierto por el izquierdo el segundo. Muy abanto en los dos primeros tercios y con incierta movilidad el tercero. Muy noble el cuarto que fue el mejor del envío. Con poca fuerza y manejable aunque rebrincado en su embestir el quinto. Por renquear de los cuartos traseros, no cesó de derrotar violento por arriba el sexto que resultó el peor con mucho de la corrida.
Sebastián Castella (encarnado y oro): Media trasera en el chaleco y cuatro descabellos, silencio. Estocada trasera desprendida, oreja.
Miguel Ángel Perera (verde botella y oro): Pinchazo, estocada corta desprendida y dos descabellos, aviso y ovación. Pinchazo y estocada caída trasera, palmas.
Andrés Roca Rey (almirante y oro): Gran estocada a volapié, dos orejas. Estocada corta y dos descabellos, ovación con posterior vuelta y salida a hombros de la plaza.
A caballo, destacó Manuel Molina. Y en banderillas, Isaac Mesa, Curro Javier, José Chacón, Javier Ambel y “Viruta”.
De entre lo ocurrido con mayor o menor suerte y fortuna, sobresalió clamorosamente la completísima y emocionantísima actuación del limeño Andrés Roca Rey frente al tercer toro de la tarde. Un animal con pavorosa cornamenta y para nada fácil por la desigual e incierta manera de embestir desde su salida hasta su muerte. Otra faena netamente característica del gran astro peruano no exenta de momentos dramáticos porque volvió a resultar cogido aparatosamente dos veces aunque sin consecuencias por milagro de Dios. Pero también repleta de gran, variado e imprevisible toreo con el capote y con la muleta, añadiendo sorprendentes hallazgos de su propia cosecha hasta matar de un extraordinario volapié. Le fueron concedidas dos aclamadísimas orejas por lo que pudo salir a hombros de la plaza y proclamarse triunfador absoluto de la feria. Y en definitiva, que tal y como anduvieron sus dos compañeros, bien podemos decir que Roca Rey acabó con el cuadro.
Bien podríamos decir, por tanto, que el jovencísimo gran torero limeño puede adueñarse de la frase emblemática de la Real Academia de la Lengua Española, que también es la suya, pues ha venido a limpiar, a fijar y dar esplendor a la Fiesta.
"...Estos Sanfermines llevarán su nombre sin olvidar el faenón de Alejandro Talavante que fue el mejor del ciclo..."
La única pega que puedo ponerle – y ya lo he dicho muchas veces -, es la de su excesiva temeridad. Que no es cuestión del todo desdeñable porque, para la mayoría que le ve, ese estar tantas veces al borde del abismo provoca un estado de miedo que linda con el pánico. Y aunque esta sea la razón más llamativa de su quehacer, no es ni debería ser la principal. Y es que, de continuar en tal empeño, tarde o temprano llegará la cornada y ojala que me equivoque. Son tantas las virtudes que Roca Rey atesora que no es necesario exponerse tanto.
Cuando dije sobre Andrés en las primeras actuaciones que es un torero postmodernista me referí a que aúna todo lo viejo y todo lo nuevo. Y así continúa siendo. Pero ello es una cosa y otra los acentos tremendistas de lo que no debería abusar por estricto sentido de la responsabilidad que debería obligarle a ser no más conservador sino más dueño de las situaciones de riesgo aunque el riesgo sea la esencia más profunda del toreo. Pero no como algo que se busca adrede sino por lo que las reacciones imprevistas de los toros o los errores de los toreros, provocan tantas veces las cogidas.
Qué duda cabe que en la corrida de ayer hubo un antes y un después del gran triunfo del diestro peruano con el tercer toro. Hasta que llegó este momento culminante de la tarde, el festejo había corrido a cargo de los dos primeros espadas y por unas razones o por otras no sucedió nada del otro mundo. Hemos visto muchísimas veces a Sebastián Castella y a Miguel Ángel Perera. Tantas, que ya no sorprenden a nadie como es lógico. Pero ambos no están este año como en sus mejores temporadas.
El Castella de 2016 no es ni de lejos el Castella de 2006 ni el del año pasado que fue el mejor de su vida. Perera tampoco el de casi toda su carrera aunque conserva la raza y el valor indómito que le han llevado a la primera fila del toreo actual. No sé. No son los de sus tardes más gloriosas.
En la lidia del primer toro, quien picó lo hizo clavando la puya muy trasera y eso es muy malo porque perjudica las condiciones de los toros. Si son buenas porque empeoran y si son malas, como fue el caso de este primer toro que no paró de defenderse por arriba, lo hizo progresivamente hasta ponerse incomodísimo. De ahí lo difícil que le resultó a Castella templar. Sobre todo cuando quiso emplearse al natural. El toro le enganchó la muleta en todos los muletazos. Ello aparte de lo aburrido que le vimos y lo aburridos que soportamos su frustrado intento muletero.
Mejor toro el segundo aunque francamente blando, Miguel Ángel Perera también mejoró la tarde hasta ese aún corto momento. No con el capote porque este animal no cesó de huir en su salida. Pero sí con la muleta por el lado derecho que fue su mejor pitón y Perera se aplicó en exprimirle por donde había que hacerlo. Con mando y con temple hasta cuando se echó la muleta a la zurda y resultó cogido de muy fea manera hasta hacernos temer otra cornada más de las muchas que ha padecido el de La Puebla del Prior. Por fortuna, el percance no fue a mayores ni la faena a menores aunque acabó pronto y, por desgracia, muy mal con los aceros. Habría cortado una oreja si hubiera matado pronto y bien.
Después de la faena triunfal de Roca Rey con el tercero toro, la tarde se vino abajo pese a que el cuarto fue el mejor de la corrida con notable diferencia. Un toro de lío. Un toro para que Castella hubiera respondido al peruano contundentemente. Lo hizo sumando pases y más pases de esos que prodiga este año. Incoloros, inodoros e insípidos en una faena fabricada no creativa y mucho menos inspirada. La oreja que cortó tras acertar con la espada en el primer envite fue una más de esa que no añaden nada especial. Castella debería haber conseguido las dos que llevaba este toro colgando.
Luego, Perera se tropezó con un quinto que, sin ser imposible, no cumplió el refrán. Toro sin fuerza. Embestidas diestras rebrincadas y al final con punteo alto irrefrenable. Un mejor lado izquierdo permitió la única y por cierto breve tanda digna de tercer en cuenta por naturales. Y muchos enganchones. Demasiados. La suciedad del trasteo tapó lo poco limpio que vimos. La espada tampoco ayudó a remediar el fiasco.
Y un sexto como para salir corriendo porque resultó el peor de la corrida por deslucidísimo derrotar muy por arriba en todos y en cada uno de sus viajes que no fueron largos sino cortísimos pese a la buena lidia que recibió y a lo bien que le trató Roca Rey en el recibo con el capote – muy abanto el animal en su salida -, y a lo justamente que fue picado. El empeño del peruano con la muleta fue tan notable como infructuoso. Y menos mal que con este no cometió la locura de exponerse a revienta calderas. Le funcionó la cabeza y renunció a otro despropósito que no le hubiera aportado nada a lo ya conseguido. Con la puerta grande asegurada, Roca Rey abandonó la plaza entre ovaciones y ya dueño de la feria. Triunfador absoluto. Estos Sanfermines llevarán su nombre sin olvidar el faenón de Alejandro Talavante que fue el mejor del ciclo.
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