..una vez más, los de siempre beneficiaron de forma grosera al de siempre. Esta vez no necesitó Hernández Hernández un trabajo sibilino, ya que entre él y Bengoetxea -VAR- decidieron apostar por el descaro ante los ojos de todo el mundo.
0-0: El tsunami fue arbitral
Quillo Barrios
La Galerna / 12.12.2019
Es imposible analizar el Clásico del Camp Nou sin centrar la mirada en el árbitro y el VAR. Luego hablaremos de la superioridad manifiesta del Real Madrid y el descomunal esfuerzo de todos y cada uno de los jugadores, pero no podemos obviar que, una vez más, los de siempre beneficiaron de forma grosera al de siempre. Esta vez no necesitó Hernández Hernández un trabajo sibilino, ya que entre él y Bengoetxea -VAR- decidieron apostar por el descaro ante los ojos de todo el mundo. El penalti de Lenglet a Varane -sería amarilla para el jugador culé, que después vio otra- fue tan claro que nadie medianamente racional puede encontrar una explicación lógica a la cruzada de brazos de los colegiados.
Es lícito pensar que Hernández Hernández no vio la acción, pero no que desde el VAR decidieran que ahí no había pasado nada. El pisotón es claro, peligroso, intencionado. Pena máxima clamorosa. Y, por si fuera poco, el propio Varane fue objeto de otro penalti segundos después. No, tampoco lo señalaron.
Seguramente reinará un silencio cómplice y se pasará por alto un nuevo escándalo, al igual que (casi) nadie dirá que los lloros absurdos e infantiles del Barcelona tras un inexistente penalti en San Sebastián se convirtieron en la vía de presión perfecta para condicionar -por si hiciera falta- a Hernández Hernández y De Burgos Bengoetxea. Tenía razón el madridismo en quejarse de la designación arbitral, pero ni siquiera el más pesimista pensaba que iba a asistir a un escándalo de semejante magnitud.
Centrándonos en lo futbolístico, el Real Madrid fue superior desde el minuto uno hasta el ochenta, momento en el que las piernas dijeron basta y el equipo, pese a seguir empujando, pareció dar por bueno el empate. El 4-4-2 de Zidane, con Isco y Bale como incógnitas resueltas, funcionó a las mil maravillas. El equipo presionó arriba, de forma ordenada y con las líneas juntas, obligando al Barcelona a buscar demasiado a Ter Stegen y muy poco a Messi, que apenas dispuso de dos o tres jugadas de cara y con ligeros espacios.
Si estupendo resultó el trabajo sin balón, no menos efectivo fue el que se vio con el esférico. La claridad de los futbolistas permitió que el Real Madrid se plantase en zonas peligrosas con naturalidad. Benzema parecía un mediocentro más, mientras que Casemiro, Valverde y Kroos minimizaron siempre los riesgos. Isco, al que muchos no querían en el once, gozó de un impacto positivo en el juego, aunque bien es cierto que le faltó claridad a la hora de finalizar alguna acción. También asomó Bale, cuya entrega y compromiso fueron extraordinarios. El galés no pudo brillar demasiado en ataque, ya que el miedo del Barcelona impedía el nacimiento de espacios. Sin embargo, suya fue una de las mejores oportunidades del equipo con un zurdazo, ya en la segunda parte, que se marchó al lateral de la red tras asistencia de Valverde.
El único lunar fue el poco provecho que sacaron a sus subidas Mendy y Carvajal. El francés tuvo un mayor protagonismo en ataque, pero, evidentemente, no tiene el virtuosismo de Marcelo. Su compañero se prodigó menos y no fue hasta casi el final cuando encontró un resquicio por el que generar una ocasión. Por suerte, ambos cumplieron a la perfección en defensa.
Así todo, el (injusto) empate deja la clasificación como estaba, con Barcelona y Real Madrid igualados a puntos, pero un par de apuntes importantes: los de Zidane van a muchísimo más y seguirán subiendo el nivel cuando regrese Hazard, y en el Camp Nou es muy difícil ganar cuando el tsunami, una vez más, vestía de amarillo y portaba silbato negro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario