Doble saludo para un esforzado Rufo. Otro para Manzanares y silencio para Talavante. Encierro flojo y manso..
Pero pasaron cosas
Jorge Arturo Díaz Reyes
CronicaToro/Cali, IV 17 2024
Desrazados, mansos, flojos, los encopetados jandillas privaron la tarde de toda épica, En seguidilla, estos, los juanpedros y los garcigrandes han arrastrado en esta feria por la arena maestrante la lujosa vitola de su encaste Domecq.
Diversos de romana, 70 kilos entre extremos, y 543 de promedio, el negro sexteto se cargó la tarde. Sus toreras caras de apretaditas puntas, abortaron la emoción, y frustraron el lleno de “No hay billetes” que había comenzado bajo luminoso sol y mucha expectativa. La plaza, de punta en blanco los esperaba ilusionada. Cuando caía la tarde y todos se iban, así como así, el ganadero Borja Domecq solo atinó a decir ante las cámaras: “estoy muy triste, solo queda una cura de humildad y trabajo, mucho trabajo”.
Pero como decía Borges de los libros; no hay ninguno tan malo que no tenga al menos una frase digna de ser leída, la corrida de hoy las tuvo y varias.
Una quirúrgica tanda de cinco derechas y pecho que precedió a la gran estocada de Manzanares al primero y que le valió saludo. Un buen segundo tercio de Ambel, Montes e Izquierdo al segundo. La desordenada pelea del tercero, en varas que descabalgó a Ruiz Román y obligó una espectacular intervención de Manzanares en su auxilio con gran ovación para el alicantino. Las cuatro buenas verónicas y media con que Talavante saludó al quinto. Y la decisión de Tomás Rufo a portagayola, con aguante, al sexto para larga cambiada de rodillas y seis delantales y media verónica, todo ligado y vibrante a toro levantado.
El talaverano, descubrimiento postrero de “La muleta de Castilla” q.e.p.d., luchó a brazo partido contra las carencias de su lote. Al tercero, el único que bravuconeó, en los primeros tercios, y que venía lastrado por su inestabilidad y poco fondo, le abrió el último tercio de largo y de rodillas, para cuatro derechas en redondo, uno de pecho y otro ya en pie, prendiendo jaleo y música, la cual, justificada luego por una tanda circular, a la postre quedaría en el vació, cuando la faena entró en barrena por los bajos fondos de la sosería, en los que se consumieron los honestos esfuerzos del torero. El pasodoble sonaba y sonaba incongruente, hasta que se dieron cuenta y callaron. Ya con la plaza en silencio, el estocadón obligó el ovacionado saludo en el tercio.
Con el sexto, la última carta de la mala partida, ya dijimos, se había ido a lo que el inefable “Gallo”, llamaba la suerte del perdón, de rodillas ante toriles. Pero después, los doblones genuflexos, las porfías por una y otra mano, la honrada exposición y el tesón sudoroso, fueron pagados con una rajada final. Ni modo. La espada honda delantera tumbó, pero hubo levantada y nueva caída. Con todo, el empeño fue ovacionado y continuado hasta la puerta.
Hubo, entre toreros, ganaderos y comentaristas, variedad de calificativos finales para el encierro: sin fuerza, flojo, sin vida, desfondado… Todos merecidos, creo.
FICHA DEL FESTEJO
Sevilla. Miércoles 17 de abril. Plaza de La Maestranza. 10a de abono. Sol. Tres cuartos de aforo. Seis toros de Jandilla y Vegahermosa (el 4º), 543 kilos promedio, mansos, blandos y diversos.
José María Manzanares, saludo y silencio
Alejandro Talavante, silencio y silencio
Tomás Rufo, saludo y saludo
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