la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 29 de octubre de 2010

MARIO VARGAS LLOSA Y LOS TOROS / Por Jardinero de San Mateo



LA FIESTA BRAVA
Por Jardinero de San Mateo
ESTO / México

MARIO VARGAS LLOSA Y LOS TOROS

Dice Carlos Marzal en su Sentimiento del Toreo, que el carácter profundo de los toros se cifra en el hecho de que poseen, más que casi ninguna otra actividad, por su naturaleza efímera e irrepetible, una esencia literaria.

Esto viene a cuento porque el comité sueco ha otorgado al nativo de Arequipa, Mario Vargas Llosa, el premio Nobel de Literatura 2010. Conocí a Mario en septiembre de 1994, cuando ofreció una conferencia en Dublín sobre James Joyce. La concurrencia quedó absorta por la narración, la captación que el maestro peruano tenía de un personaje singular de la literatura, Ulises. Luego de sus palabras conversamos largamente en una opípara cena en la que Mario nos sintetizaba lo escrito en sus Memorias, El Pez en el Agua. No se tocó el tema de los toros porque a los otros comensales les interesaba la impresionante erudición de Vargas Llosa sobre Bloomsday, narrado en la que a mi juicio es, mejor obra del siglo XX.

Pero he encontrado en la obra de Marzal que señalo, una selección de piezas escritas por toreros ilustres, intelectuales, literatos, artistas y cronistas de toros, unas letras del homenajeado, El Pregón, pronunciado en Sevilla, el 23 de abril del 2000, en el Teatro Lope de Vega, para inaugurar la Feria. Ante la imposibilidad de transcribirlo íntegro, y no pretendiendo pecar por la destrucción de la unidad literaria, ofrezco sólo algunos párrafos.

"Quienes se conduelen por la suerte del toro de lidia, no llegan a comprender que la corrida de toros, fiesta cruel, en efecto, está transida de respeto, admiración y cariño por el "mentido robador de Europa" de Góngora, y que, detrás de cada corrida, hay años de desvelo y devoción hacia el toro, y que, por eso mismo, los países que, como España y México, han mantenido viva la tradición taurina -cuyos antiquísimos orígenes se remontan a los albores de la civilización mediterránea, y que algunos hacen llegar hasta el Laberinto de Creta donde Teseo, el primer espada, dio muerte al Minotauro- son también países donde la cría del toro es mucho más que una necesidad, profesión o negocio: una vocación, un arte y una pasión.

La fiesta de los toros -un arte, una ciencia, un deporte (sic) y una ceremonia- es la única, dentro de la inmemorial cultura de los ritos sagrados de la ofrenda y el sacrificio de la que forma parte, en la que el victimario se enfrenta a la víctima sin otra defensa que su destreza y su intuición, dándole todas las ventajas a la fuerza, exponiendo su integridad y su vida. Ver en esto sólo un alarde de valor es insuficiente. En verdad, en este exponerse con apenas un trapo rojo en las manos a las astas de esa bravía montaña de cuatrocientos o quinientos kilos de nervios y músculos educada para embestir y matar, anida un resquemor ético, de hidalguía, de escrúpulo y solidaridad, una recóndita búsqueda de la paridad, de compartir el riesgo, de dar también al adversario la oportunidad de vencer. Y así ha ocurrido muchas veces, como atestigua la larga lista de toreros, peones, banderilleros y picadores heridos o muertos en las corridas y las cicatrices que, casi sin excepción, lucen los cuerpos de los oficiantes de la fiesta...

No todos tienen por qué sentir y entender los toros, como no todos los seres humanos comprenden la poesía, la música, la pintura, y gozan con ellas. Es perfectamente legítimo que así sea, puesto que el rasgo primordial de la existencia es que seamos diferentes, que a unos exalte, alegre y emocione lo que a otros aburre, desmoraliza y entristece. Entre todas las artes, acaso la más difícil de explicar racionalmente sea las corridas de toros, una fiesta que no conquista jamás, en primer término, la inteligencia y la razón, sino las emociones y sensaciones, esa facultad de percibir lo inefable, lo innominado, que fraguan la sensibilidad y la intuición, exactamente como ocurre con la poesía o la música. La literatura puede llegar a ser explicada gracias a la enseñanza y el estudio. Los toros no. El conocimiento requiere, en ellos, un terreno espiritual previamente abonado...

Las corridas de toros no tienen por qué entusiasmar a todo el mundo; ellas requieren una predisposición anímica, que sin duda tiene que ver con la tradición y la cultura del medio en que se nace y se vive, pero, acaso sobre todo, con propensiones y rasgos psicológicos y emotivos particulares de cada individuo..."

 

2 comentarios:

  1. Respuesta a un Nóbel.
    Las personas somos animales, no hace falta ser demasiado listo para darse uno cuenta, aunque muchos ignorantes piensan que somos otro tipo de seres.
    Está visto que recibir un Nóbel, escribir articuladamente o tener dotes de creación artística no es garantía de nada. Decir que los toros disfrutan de la existencia pastando hierba fresca en las dehesas en una especie de idilio es no conocer la realidad, porque estos animales pasan frío en invierno, se mojan cuando llueve, pasan un insoportable calor en verano y están expuestos a enfermedades. La mayoría de ellos no tienen la suerte, más bien la desgracia, de ser linchados en la plaza, ya que si su estampa física no es buena o simplemente cae enfermo es eliminado antes. Todos tienen que pasar por el tormento de hacinarlos y marcarlos con un hierro al rojo vivo. Son destetados a destiempo. Además no tienen ningún derecho y su vida y suerte, depende exclusivamente de ganaderos, muchos de ellos sin escrúpulos que normalmente solo ven en ellos un beneficio económico. La trata de esclavos se utilizó en su día con argumentos parecidos a los de los taurinos, aludiendo la falta de alma en las personas de raza negra. No hace mucho también las personas de sexo femenino no tenían derechos.
    Pues sí, quizás sea hora de que pasemos a ser frugívoros y vegetarianos. No hay mucha diferencia entre el canibalismo por el que pasó nuestra especie no hace mucho tiempo y el alimentarse de otros animales mamíferos que se hace en la actualidad. Supongo que estos que defienden el linchamiento de pobres animales herbívoros en las plazas de toros, justificarían hace unos pocos años que comerse a los congéneres de otra tribu, especialmente los sesos, era lo más coherente.
    En este tipo de debates hay algo que es inapelable. Por mucho ser humano que seamos y por muy toro que sea un toro, al final la suerte de ambos es la misma. Todos terminamos desintegrados. Nosotros podemos decidir en parte sobre ellos, y hacer que sufran más o menos en su existencia. Ellos en cambio no pueden decidir sobre nosotros. Luego, es nuestra responsabilidad hacer este mundo más justo para todos. A un linchamiento público de un inocente animal para divertir a la plebe se le podrá llamar cultura, arte y lo que se quiera tergiversando los significados de las palabras inventadas por nosotros mismos, pero objetivamente desde una visión humanista de la existencia es simplemente una brutal injusticia.
    Saludos
    Manuel, desde Córdoba, España

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  2. Si Vargas LLosa sumase a su cerebro la capacidad de poder razonar con compasion y le sumara su capacidad de escribir historias seria mas humano, porque escribir como lo hace por lo visto no es garantia de nada, eres buen escribidor pero no buena persona.

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