Bos Taurus Idilicus
Pulpo Paul & Buy Idílico
José Ramón Márquez
¿Cómo puede ser que a los dos minutos de su fallecimiento nos enteremos de la muerte del pulpo Paul, el octópodo adivino de los avatares futbolísticos, y que la noticia de la muerte del Bos Taurus Idilicus, el Padre Idílico, toro genésico y genesíaco, enseña de la ganadería brava, fuera ocultada al mundo y para el mundo hasta que el azar de una pregunta en un chat hizo que su ganadero se sincerase sobre el particular pasados varios meses del deceso?Ahí, en la línea que va de Paul al Padre Idílico, está sustanciada toda la polémica que se han montado entre el circo, los toros, la cultura y las ‘performing-arts’: el pase a mejor vida -¿es posible mejor vida?- del finado Idílico no es noticia ni interesa a nadie. Incluso habiendo sido el instrumento que hizo posible la enésima epifanía del dios de piedra berroqueña, del enhiesto ciprés de Galapagar, en la Ciudad Maldita, Idílico es materia de olvido fácil. No concita el más mínimo interés porque la atención, por completo, se la robó su matador, dado que el pobre ‘bos’ por si mismo no era nadie. Ni siquiera fue capaz de pillar ni medio premio por ahí, de esos que dan a manta, porque ¿a quién le puede interesar ese pobre bichejo una vez indultado? Pues, sinceramente, a nadie, es decir a los mismos que antes de indultarle. Y en ese nadie va incluido, por descontado, su ganadero.
Sin embargo, –Paul, el adivinador, abre los noticieros del prime-time, da nombre a productos de comida-basura, excita el cariño de las gentes, en el zoo en el que vivía declaran que le han puesto un libro de firmas al pie del acuario y que le van a hacer un Mausoleo, y el alcalde de Porriño pide que los restos del animal sean trasladados a Galicia para que sean embalsamados y no se transformen en polvo, que polvo eres y en polvo has de convertirte; aunque a nadie se le escapa que en idioma gallego la palabra para pulpo es polvo.
Pulpo Paul
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