Castaño luce a los toros y luego él pierde en la balanza. Era tarde de pasteles
- Fotografía: La Loma -
"...Javier Castaño, quien es el primer defensor del público en todo el escalafón. Sin él sería imposible disfrutar de los dos primeros tercios y solo por eso habría que estarle agradecidos de por vida. Luce y da sitio a los toros como no lo hace nadie, da libertad a su cuadrilla para el lucimiento personal y con esa facilidad que les caracteriza hacen ver al toro por encima de sus condiciones..."
LA TARDE DE LOS PASTELES
Antolín Castro
S.I.14.- Cuando salió Escribano, el toro no el torero, teníamos la sensación de haber ganado la batalla. Era el último de la feria de San Isidro más larga. Echen cuentas 6 diarios por 31 tardes da un total de 186, más los sobreros correspondientes, se superan los 200. Así de una tirada, con frío, viento, lluvia y calor.
Y siendo así, son muchas tardes compartiendo penas y alegrías con los vecinos de localidad, con quienes se hace amistad mucho más que con cualquier vecino del piso donde vivimos. Hay que tener en cuenta que son muchas horas unidos por algo común, los toros y los toreros.
Hoy era la esperada corrida de Miura, tantos años sin venir por Madrid. Ha venido y no ha decepcionado a la concurrencia. Variado comportamiento y preciosas láminas que han sido apreciadas por quienes las echaban de menos y por algunos que se han incorporado después y no los habían visto en directo. Se ha llegado a sospechar que alguno de los lidiados, en concreto el 3º, su madre, la vaca, puso los cuernos al semental y se lo hizo con uno de Domecq por el grado de nobleza desarrollado, un dije.
Ese, como otros, han enamorado al público que no han parado de decirles piropos, mientras a los toreros les decían de todo, pero no eran piropos. Ni tanto ni tan calvo. Salvo el citado, no habido facilidades y si sus complicaciones podrían haber sido superadas, pero en nada han sido facilotes.
Rafaelillo, venía a este solo festejo y ha hecho su toreo alegre y de disposición, arrancando con una larga de rodillas en el tercio y con posteriores peleas con su lote. Le echaban la cara por arriba en un molesto cabecear para terminar cada muletazo, pero se ganaban al público con su inicio de embestida. En conclusión, el público valoraba solo al toro y dejaba al torero para otra ocasión.
Peor incluso para Javier Castaño, quien es el primer defensor del público en todo el escalafón. Sin él sería imposible disfrutar de los dos primeros tercios y solo por eso habría que estarle agradecidos de por vida. Luce y da sitio a los toros como no lo hace nadie, da libertad a su cuadrilla para el lucimiento personal y con esa facilidad que les caracteriza hacen ver al toro por encima de sus condiciones. Esa generosidad la paga Castaño un día si y otro también. Si tratara al toro solo pensando en él, me gustaría verlo un día, el público no se le pondría en contra como se le pone.
Cierto que se empeñó en el lado derecho de su primero, un buen ejemplar, cuando el pitón más largo era el izquierdo y que los engaños le han salido casi siempre punteados, pero no es menos cierto que el toro gozó del privilegio de bravo, le pidieron la vuelta al ruedo, cuando no lo era. Cosas de dejarlo lucir con tanta amplitud de miras. En su segundo turno lidió un sobrero de Fidel San Román que no se le pudo lucir en varas y solo el oficio y torería de su cuadrilla de a pie hizo que el público aplaudiera.
Serafín Marín tardó en enterarse de la buenísima condición del toro ese de Domecq que salió camuflado con la divisa y cuerpo de Miura y ha perdido una gran ocasión de subir peldaños en su situación. Tarde empezó a ponerse bien con aquellas dulces embestidas que le brindó su primero. Al último, Escribano, quiso hacerle algo más, ya superada la precaución inicial de estar con una de Miura, pero ese ya no era igual que su hermano.
Lo cierto es que la gente se puso de parte de los toros y se metió o ignoró a los toreros. Lo que no ignoraron fueran las viandas que corrián de mano en mano, y de postre pasteles, con los que se celebraba el llegar al final de la feria en los tendidos. Con cada pastel un ¡hasta octubre! era la frase más utilizada. Las corridas de Miura no deben ir en el cierre de feria, no hay análisis muy rigurosos, ese es el día dedicado a las despedidas, la tarde de los pasteles.
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