"...Está visto y más que visto que los ganaderos que están compareciendo este año en la Feria de Abril nos están enviando reses pamplonicas por temer que las que sin duda tendrán en el campo con el tipo característico de sus encastes serán rechazadas en los reconocimientos..."
En esta feria hay que aprovechar las oportunidades a tope
J.A. del Moral · 12/04/2016
Sevilla. Plaza de la Real Maestranza. Lunes 11 de abril de 2016. Novena de feria. Tarde muy fresca entre nubles y sol con mucho viento y algo más de media entrada
Seis toros de Daniel Ruíz Yagüe, en su mayoría fuera de tipo, descompasados y cornalones. Dieron juego desigual con predominio de los deslucidos salvo el noble segundo y, sobre todo, el también noble cuarto que fue el más encastado del envío hasta que se rajó.
El Cid (nazareno y oro): Estocada corta y dos descabellos, silencio. Bajonazo atravesado que hizo guardia, pinchazo y estocada, división de opiniones al saludar.
David Mora (rosa y oro): Pinchazo, casi entera trasera y descabello, gran ovación. Dos pinchazos y estocada, silencio.
Daniel Luque (grana y oro): Estocada de rápidos efectos, ovación. Dos pinchazos y estocada.
Bien en palos Curro Robles. Ángel Otero y los hermanos Neiro.
Está visto y más que visto que los ganaderos que están compareciendo este año en la Feria de Abril nos están enviando reses pamplonicas por temer que las que sin duda tendrán en el campo con el tipo característico de sus encastes serán rechazadas en los reconocimientos. Craso error de los facultativos o de quienes sean los responsables de tal decisión. Y los ganaderos, advertidos de ello, escogen lo que no tenga problemas rogando al Cielo que en el lote tan mal escogido al menos les embistan debidamente algunos.
Ayer embistieron dos de los seis que trajo Daniel Ruiz Yagüe. Dos que, desgraciadamente, no fueron aprovechados en la totalidad de sus oportunidades. Fueron el segundo y el cuarto. Dos toros que, sin ser extraordinarios, ofrecieron suficientes embestidas para que los toreros que les cayeron en suerte hubieran toreado como saben. No digo como pueden porque el más veterano de la terna, El Cid, lleva ya dos temporadas fuera de combate aunque de vez en cuando logre acercarse a lo que fue. David Mora, en cambio, nos dio la enorme alegría de reaparecer tras superar totalmente en fondo y en formas el gravísimo percance que sufrió hace tres años en la feria de San Isidro. David cuajó ese día de su vuelta una grandísima faena en la corrida celebrada hace meses en la plaza madrileña de Vistalegre.
Ayer, en tarde de mayor compromiso para ambos espadas, ninguno de los dos estuvo a la altura de sí mismos perdiendo la oportunidad de triunfar y dejando abierto el paréntesis que se cierra cuando las cosas salen bien repetidamente.
Entiendo lo de El Cid que ya no es quien fue ni puede estar como pudo tantísimas veces en sus mejores años incuso frente a reses bastante peores que las que ayer le cupieron en mala y buena suerte. El Cid sigue queriendo – estaría bueno que no quisiera – pero no puede, no puede, no puede… Su mente le ordena hacer lo que hizo en tiempos pero las células de su cuerpo desobedecen las órdenes de su cabeza. Y da mucha pena verle en esta irremediable tesitura.
Es verdad que este cuarto toro de ayer terminó rajándose yéndose a tablas cuando El Cid se dispuso para torear al natural. Pero, antes, embistió por el lado derecho como para cantarlo en latín durante suficientes minutos para haberle formado un lío de los grandes. Y no lo formó porque no pudo aunque, al ver que la gente no le correspondía en la medida que esperaba, puso cara de no comprender lo que estaba ocurriendo. Hasta se atrevió a salir del burladero para saludar en medio de una marcada división de opiniones que aconsejaba ser prudente y limitarse a hacer señas de agradecimiento a los que le aplaudieron permaneciendo en el callejón. La escena fue realmente lamentable y mucho que lo siento porque El Cid es una excelente persona y supongo que sufrió mucho viéndose en esta desagradable circunstancia. Manuel Jesús continúa empeñado en seguir en el toreo activo y aunque de vez en vez se encuentra con El Cid que fue, ya no está para volver a serlo porque es materialmente imposible. Hay que marcharse, Manuel.
David Mora, bastante más joven aunque ya no es un jovencito, sabe y debió estar bastante mejor que ayer con el segundo toro de la tarde. Tanto con el capote, como sobre todo con la muleta, hizo dos clases de toreo. La idónea, la hermosamente empacada, divinamente templada y maravillosamente relajada permaneciendo vertical como bien gozó y gozamos a lo largo de su faenón de Vistalegre, y esa otra manera de torear doblado por la cintura, agachado y para nada relajado sino tenso y menos templado ni reunido. En esta faena de ayer, sin embargo y para que descubriéramos netamente lo que podría haber sido su faena, logró torear muy bien en una tanda al natural que fue lo mejor con mucho se su labor muletera como bien pudo apreciar con la entusiasta reacción del público.
La Maestranza es quizá una de las pocas plazas del mundo o posiblemente la única en la que las corridas pueden escucharse además de verse. Cualquiera que escuche los sonidos de La Maestranza sin ver lo que está pasando puede detectar la calidad o la vulgaridad con que se está toreando.
En fin, que salimos bastante disgustados de la plaza. Disgustados y, lo que es peor, aburridos porque aunque Daniel Luque estuvo por encima de sus dos toros y logró momentos estupendos con su capote, no pudimos verle como hubiéramos querido. Tuvo el peor lote. Con el sexto toro hizo un esfuerzo supremo tratando de hacer lo que este toro no permitía, llegando a calentar el ambiente hasta el punto de haber podido arrancar una oreja si lo hubiera matado pronto y bien. ¿O no?
Del resto del festejo, no merece la pena entrar en detalles. Mejor será olvidarlos.
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