Álvaro Lorenzo
Novillada de abono en Sevilla.
Buen debut de Álvaro Lorenzo que cortó la única oreja de la tarde
Sevilla. Plaza de la Real Maestranza. Novillada de abono. Tarde de radiante primavera con rachas de viento y dos tercios de aparente entrada.
Seis novillos de El Parralejo, bien presentados y de juego desigual con predomino de los nobles en distintos grados de bravura y de fuerza, escasa en la mayoría de los ejemplares que, además, se vinieron abajo en el último tercio. Por su mansedumbre de principio a fin de su lidia, desmereció del conjunto el quinto.
Álvaro Lorenzo (añil y oro): Estocada, oreja. Pinchazo y estocada corta, aviso y gran ovación.
Ginés Marín (encarnado y oro): Estocada caída, petición insuficiente y vuelta al ruedo. Estocada, aviso y ovación.
Pablo Aguado (marino y oro): Pinchazo, otro hondo y estocada, aviso y palmas. Pinchazo y estocada, palmas.
En palos destacó Fini. Y en la brega, Javier Ambel.
Mucho y grato ambiente en la Maestranza. La ocasión lo mereció sobre el papel por la fama que tenían los novilleros anunciados aunque, según fue avanzando el festejo, las expectativas fueron decayendo, sobre todo en la segunda mitad de la tarde a cuenta del decadente juego del ganado. Por unas razones o por otras, los novillos se vinieron abajo en el tercio de muleta. Algunos, la mayoría, por su poca fuerza, otros por deficientemente lidiados como sobre todo el tercero que fue excesivamente castigado en varas.
Álvaro Lorenzo
Los sevillanos no habían visto al espada que abrió plaza, Álvaro Lorenzo, que causó muy buena y creciente impresión en su intervención con la muleta porque con el capote este animal no se dejó y también molestó mucho el viento. Uno tenía la curiosidad de descubrir cómo serían recibidas en la Maestranza las excelentes maneras de Álvaro. Aquí abundan esos aficionados que llaman de “paladar” que no suelen dar la venia así como así a los foráneos a no ser que caigan de pie. Y eso fue lo que ocurrió con Lorenzo. Naturalmente sobrado de valor y de templada solvencia, manejó la flámula con notable y clásica desenvoltura, ligando las rondas como se debe hacer, ganando un paso tras cada lance sin quitar el engaño de la cara del animal. Del conjunto del trasteo, llamaron de inmediato la atención los doblones por bajo iniciales con la derecha y tres tandas por redondos de superior categoría que cosió con los de pecho de pitón a rabo en la primera mitad de la faena. Al resultar peor el novillo por el lado izquierdo, se impuso la brevedad con los naturales y enseguida retomó la mano diestra hasta concluir con una buena y efectiva estocada. Fue premiado con una oreja pedida con nutrida unanimidad.
Esta notable venia, no tuvo el mismo resultado con el cuarto novillo por culpa de la espada. Pero con este animal que tuvo una alegre salida, Álvaro toreó a la verónica como los propios ángeles en una larga serie de lances a la verónica con precioso remate de media, coreados con esos oles que solamente se oyen en la Maestranza. Esto mismo ocurrió en la faena, forzosamente menos ligada que la anterior porque el burel tardeó más de la cuenta y los muletazos tuvo que interpretarlos aisladamente. Razón por la que la obra no fue amenizada por la banda de música aunque sí con el coreo de los mencionados y especiales olés, saboreados en el cierre con preciosos muletazos al paso de la rajadura del animal hacia tablas. Lo que iba para otra oreja se cortó con repentino desencanto cuando el toledano pinchó más de la cuenta. Pero ahí quedó lo hecho.
Ginés Marín
El más esperado de la terna, Ginés Marín, no tuvo esta vez una de sus habituales tardes de gloria aunque, por supuesto, volvió a dar pruebas fehacientes de ser un grandísimo interprete del toreo quintaesenciado con naturalidad de privilegiado cuando toreó como sabe y puede con el capote en el recibo del segundo novillo y en el posterior quite. Lo que no me gustó de Ginés esta vez, fue como arrancó la faena. ¿Por qué de rodillas si en pie torea infinitamente mejor como así vimos al levantase? Esta inevitablemente forzada manera de empezar la faena, perjudicó al animal que pasó de ser muy alegre a comportarse con tristeza en la faena por tardear demasiado. Otra cosa que ayer tampoco me gustó de Marín fue pasarse de faena en un feo arrimón que no vino a cuento. Él no necesita recurrir a estos alardes de valentonería. Lo caído de la espada impidió que la petición de oreja fuera unánime y la presidencia se negó a otorgar la oreja pedida con más ruido que pañuelos. Pero dio una aclamada vuelta al ruedo.
El quinto novillo fue el garbanzo negro del envío ganadero. Mansísimo en su continuo huir de todo y enseguida rajado buscando tablas en la muleta. Marín quiso mucho, incluso demasiado, hasta hacernos desesperar cada vez que la gente le aplaudía por sus ganas de agradar. No por cómo habían sido sus persistentes intentos con la muleta en lque no faltaron aislados detalles de enjundia que quedaron sepultados por la machaconería de seguir y seguir hasta ponerse pesado.
El sevillano y por tanto muy querido aquí, Pablo Aguado, es un torero de “paladar” que todo lo que le sobra como artista le falta de valiente. ¿Por qué “mataron” en la suerte de varas al buen tercer novillo?, ¿para favorecer al torero o para sugerir escondidamente el temor de su picador al saberle limitado de valor? Fue algo lamentable porque Aguado es de los que saben torear derecho, relajado, con natural naturalidad. Sí, pero… tanto castigo en varas fue la razón de que el animal se viniera tan abajo en la muleta y que incluso perdiera las manos varias veces hasta amagar con echarse en pleno trasteo muleteril.
La desaprovechada ocasión con este tercer novillo no se repitió con el bastante más deslucido sexto y la cosa acabó en cansada indiferencia del respetable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario