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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 6 de febrero de 2017

BOGOTÁ 4ª. Pasión Mondoñedo / po Jorge Arturo Díaz Reyes


Gonzalo Sanz de Santamaría y Garrido. 
Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes

Corrida importante con muchos protagonistas; los toros primero, los toreros, las cuadrillas, el ganadero, el palco y el público que como el coro del teatro griego la marcó indeleblemente. Una vez más Mondoñedo hizo historia.

  • Garrido recibió tres orejas, dos de ellas simbólicas, y se fue a hombros con el ganadero, Rafaelillo una, y Perlaza cogido saludó. Enrazado encierro.

Pasión Mondoñedo

Bogotá, Colombia, II 5 17
Bogotá renovó sus votos con el hierro insignia de la ciudad, el fundador de su plaza. Cinco años atrás, pocos días antes del cierre infame, Don Fermín Sanz de Santamaría había recibió en este mismo ruedo la última ovación para la ganadería. Hoy, la corrida empezó con un minuto de silencio en su memoria y terminó con su hijo Gonzalo en hombros. Entre los dos emotivos instantes, los seis enrazadísimos divisanegra, pelearon bravíamente los dos primeros tercio y vendieron caras sus vidas en el de muerte, manteniéndose de pie hasta el último hálito. Todos aplaudidos en el arrastre, excepto él último, el menos, “Tocayito”, porque fue indultado. Al segundo se le pidió la vuelta, y al cuarto se le ovacionó de salida. Dos tumbos, cinco banderilleros desmonterados, dos picadores ovacionados, cuatro orejas, dos saludos, un torero y el ganadero por la puerta grande y un público delirante hablan de cómo pusieron la tarde.

Ciertamente, aunque bien presentados, eran dispares, cinco negros, tres listones, y un colorado trajeron ademas diferencias de romana, eslora y caras, unas más ofensivas que otras. De juego también diversos. Mientras el segundo y el quinto echaron el morro abajo siguiendo la tela con franqueza, los otros tardearon, echaron astas arriba, derrochando genio, aspereza y regateos, endureciendo mucho la tarde. Pero todo esto no hizo sino agregar variedad, alternativas de lidia y emociones. Corrida sería, exigente, corrida para plaza de primera.

Rafaelillo, torero de miuras, torero de altísimo cartel en Las Ventas, torero de valor, poder y veteranía, pareció hallarse en su elemento con la dificultad de su lote. Batiéndose y pudiendo, metió la Santamaría en un viaje a los tiempos del romántico toreo decimonónico. Nada de languideces, nada de posturitas. Lidia, lidia, pura, con esa estética y esa ética, extraviadas por la tortuosa senda del posmodernismo. Un retorno al fondo del credo. El enfrentamiento veraz del fragil hombre con la desmesurada fuerza de la naturaleza, sometiéndola y conmoviendo con ello. Como se conmovía Shakespeare. Los coros de ¡Torero! ¡Torero! Que oyó hasta cuando ya de noche, capote de paseo al brazo abandonaba la plaza, decían que no por olvidados esos valores han perdido cotización. Tenía mis dudas de que una plaza colombiana pudiera comulgar con esa bizarra tauromaquia. Bogotá me las quitó. La oreja del cuarto pedida con gran fuerza, el saludo clamoroso en el primero, y esa despedida de profeta fueron una declaración de principios.

José Garrido, se llevó el par más propicio. Pero lo justificó marcando triunfalmente su confirmación. Bravos y nobles, el segundo y el sexto. Araban con los belfos y repetían con ímpetu. Al uno le quisieron honrar con la vuelta, al otro, brindado al ganadero, que arrancó una tabla del burladero de matadores, le perdonaron la vida. Y la gente gritaba ¡Modoñedo! ¡Mondoñedo! La primera faena, enjundiosa, fue por uno y otro piton, la del sexto solo por el derecho con largas y templadas tandas, aunque la verdad sea dicha cuando la petición tomó cuerpo el trasteo perdió hilván y pareció al garete del caos general. Pero la cosa ya no la paraba nadie.

Paco Perlaza, lució variaciones con la capa, verónicas, medias, delantales, navarras. Muleta en mano castigó bajo, genuflexo, para embarcar al incierto tercero haciendo sonar música y gritos nacionalistas. Después de la cogida que le dejó maltrecho tragó gañafones y tres o cuatro pitidos reventadores perdidos entre las más palmas. Cuatro manoletinas y una estocada honda finalizaron. Se fue a la enfermería y Benavidez, su hombre de confianza, debió reemplazarlo en la ceremonia de devolución de trastos por Rafaelillo. Dolido le salió al quedado y tardo quinto. Porfió con denuedo pero sin éxito y no faltó el borracho que le quiso cargar las culpas del toro.

Corrida importante con muchos protagonistas; los toros primero, los toreros, las cuadrillas, el ganadero, el palco y el público que como el coro del teatro griego la marcó indeleblemente. Una vez más Mondoñedo hizo historia.


FICHA DEL FESTEJO
Domingo 5 de Febrero 2017. Plaza de Santamaría. 4ª de temporada. Nubes. Un tercio de plaza. Con picadores. Seis toros de Mondoñedo (en Contreras), bien pero desigualmente presentados, enrazados y de diversos de juego. Todos aplaudidos en el arrastre y el 4º de salida. Al 2º se le pidó la vuelta, y se indultó el 6º, “Tocayito”, cuatreño, # 329, negro, cornidelantero de 457 kilos.
Rafel Rubio “Rafaelillo”, confirmación, saludo y oreja tras aviso.
Paco Perlaza, silencio y palmas.
José Garrido, confirmación, oreja y dos orejas


Incidencias: Saludaron: Ricardo Santana tras parear al 1º, John Jairo Suaza al 2º, Héctor Fabio Giraldo y Jaime Devia al 4º, Antonio Chacón al 6º. Al terminar la corrida salieron a hombros de la plaza José Garrido y el ganadero Gonzalo Sanz de Santamaría.

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