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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 15 de febrero de 2017

A Pedro Saavedra, hasta siempre… / Por Pepe Castillo Abreu



El taurino Pedro Saavedra, falleció el pasado viernes 3 de febrero en Valdemorillo (Madrid), a la edad de 73 años; su vida estuvo entregada al mundo del toro.

A Pedro Saavedra, hasta siempre…

MURCIA. Miércoles, 15 Febrero 2017. 
Fotos de archivo: Pedro Saavedra y su hijo Julio Pedro.
El pasado viernes 3 de febrero, falleció el taurino Pedro Saavedra en Valdemorillo (Madrid), a causa de infarto de miocardio agudo, persona muy querida por todos los que le conocimos. En su juventud tuvo buen momento como novillero, pero una fatal cogida truncó su carrera, imposibilitándole ejercer la profesión.

Su desmedida afición y amor a la tauromaquia le mantuvo ligado toda su vida al mundo de los toros en distintas facetas. Llegó a tener ganadería de bravo en las inmediaciones de la localidad madrileña de Navalagamella, pero donde más se prodigó, y con éxito, fue como apoderado y empresario; dirigió entre otros, las carreras de José Pedro Prados “El Fundi”, José Luís Bote y la de su propio hijo Julio Pedro Saavedra.

En la incipiente etapa de su hijo Julio Pedro Saavedra, novillero
con caballos de gran proyección de finales de los años 90, llegando a liderar el escalafón, fue cuando Pedro Saavedra desarrolló una extraordinaria y denodada labor, conjugando las complicadas lides de empresario y apoderado, para lanzar la carrera de su hijo, llegando a ofrecerle una alternativa de lujo en Baza (Granada), el 19 de mayo de 2002, con El Juli de padrino y Alcazabeño de testigo. Tras la alternativa, en su carrera se cruzaron graves cogidas, una de ellas en la Real Maestranza de Sevilla, y Julio Pedro se encontró con la parte más dura de esta exigente y sacrificada profesión. Llegó a confirmar en Las Ventas en 2004, el ganado no acompañó, pero dio la única vuelta al ruedo. Frascuelo actuó de padrino y Javier Vázquez de testigo.

De aquella época de finales de los 90 y hasta el año 2003, Pedro Saavedra, organizó muchos festejos de importancia en la región de Murcia, entre otras localidades: Cartagena, Archena, Blanca, Ricote, Fortuna, donde granjeo sólidas amistades que perduran en el transcurrir de los años. Pedro Saavedra era hombre serio de sobriedad castellana, de aparente carácter duro, escondiendo así su timidez, porque era hombre discreto, enemigo de protagonismos de ningún tipo. Destacaba en él, lo incansable como trabajador, su honradez y responsabilidad.

Entre otras actividades, Pedro Saavedra, regentó durante muchos años su emblemático Restaurante La Ponderosa, en Valdemorillo, convirtiendo sus amplios salones en un auténtico santuario-museo taurino con verdaderas reliquias y espectaculares cabezas de “Toros de Madrid”; no podían faltar sus vestidos de torear y los de Julio Pedro, recuerdos de gran valor sentimental, fotografías de su época vestido de luces, junto a las de los toreros que apoderó.

Era todo un lujo contemplar toda la belleza y la riqueza que allí se exponía, antes y después de compartir mesa y mantel en un lugar de tantas esencias taurinas, de prolongadas sobremesas hablando y hablando de toros, y donde la tertulia taurina se extendía hasta bien entrada la tarde. En la parte de atrás del restaurante, había espacio abierto habilitado donde Julio Pedro, entrenaba, y, para la ocasión, nos regalaba su toreo de salón.

El lugar era centro de reunión de sus muchos amigos profesionales del mundo del toro, especialmente habitual era el Maestro Antonio Chenel “Antoñete”, que tenía su finca en la cercana Navalagamella, fueron grandes amigos desde siempre, siendo Antoñete gran defensor de las buenas condiciones de Julio Pedro. Y no dejo en el tintero, aquel herradero a la antigua que disfruté en la finca Los Valles, en el participó, entre otros, Martín Recio y Pimpi. Vivencias inolvidables de excepción y privilegio para los sentidos de cualquier buen aficionado.

Desde Toros Noticias Murcia, a modo de sincero y sentido homenaje a mi buen amigo Pedro Saavedra, un hombre bueno en todo el sentido de la palabra, aficionado cabal y honrado profesional, uno de los últimos románticos del toreo; se ganó el afecto, la mayor consideración y todo el respeto de todos los que le conocimos, por su callada bonhomia revestida de la mayor humildad y desprendida generosidad. En recuerdo imborrable de tantas gratas y emocionantes vivencias compartidas en el toreo, en familia y entre amigos.

Con mis más sentidas condolencias por tan sensible perdida, a su hijo y amigo Julio Pedro, hermanas Sonia y Olga, familiares y amigos. Descanse en la Paz del Señor.

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