Habría que organizar una gran gala taurina anual y conseguir que el Ministro de Cultura aceptase la invitación como hace cada año con los actores, y que fuese televisada como lo es la entrega de los Goya, y hacer públicos unos datos económicos favorables a la tauromaquia y que pocos quieren conocer, y quejarse de la falta de consideración de nuestros políticos, de los pocos profesionales que realmente pueden vivir de su trabajo, de la riqueza que genera el sector, de los espectadores que atrae, de la cultura que representa, del IVA que recauda y de la falta de ayudas.
La gala de los Goya (o la de los lamentos)
A la gala de entrega de los premios Goya de cine le faltó categoría y le sobraron lamentos poco sólidos. Un año más las quejas por la escasa atención institucional y la ausencia de subvenciones se sucedieron. Y todo a pesar de que los datos sitúan a la cinematografía entre las actividades que más ayudas reciben en nuestro país. La tauromaquia, por el contrario, parece vivir en un letargo conformista que le aleja de ejercer la mínima presión sobre nuestros políticos en pos de reclamar un trato igualitario al del resto de artes. No estaría mal organizar un evento similar al de los Goyas donde hacerse oír.
El pasado sábado tuve la santa paciencia de ver de principio a fin la gala de entrega de los premios Goya de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España. Era la primera vez que lo hacía y, la verdad, me esperaba otra cosa. Los medios de comunicación saben vender tan bien el evento que pensaba que iba a ser algo glamuroso, con más estilo. Pero la realidad es que, en general, el acto no tuvo la clase y elegancia que yo presumía. De hecho hubo momentos bastante ramplones en los que se abusó de recursos fáciles y ordinarios, como bromear con la presidenta de la Academia sobre la zona genital masculina o morrearse entre hombres en un gag que no necesitaba de ello para ser sobradamente cómico. Y todo ante la atenta mirada del Ministro de Cultura.
Salvo honrosas excepciones, tampoco tuvieron demasiada enjundia los discursos de los premiados. Es más, en ocasiones pareció que algunos no estaban totalmente sobrios, o algo peor. Repito, sólo hizo ese efecto por las ñoñerías y rarezas que protagonizaron. Eso sí, de nuevo la gala estuvo salpicada de críticas a nuestros gobernantes pidiendo mayor reconocimiento institucional. Para ello se habló de la escasa consideración de los políticos, de los pocos artistas que realmente pueden vivir de su trabajo, de la riqueza que genera el sector, de los espectadores que atrae, de la cultura que representa, del IVA que recauda y de la falta de ayudas. Y la mayoría de datos serían ciertos, pero lo de la falta de ayudas chirría.
No puedo estar en contra de las subvenciones hacia ninguna manifestación de interés popular, como es el caso, pero negar que el cine recibe copiosos donativos que salen de nuestros impuestos y encima solicitar más me parece, cuánto menos, una falta de tacto. Posiblemente ninguna otra actividad profesional cuente en España con el apoyo del que disfrutan las artes escénicas. Los datos de 2014 revelan que las subvenciones aportadas por la Administración General al cine superaron los 50 millones de euros y que, comparando esas ayudas con la recaudación que consigue, se puede afirmar que la gran pantalla española necesita 1,97 euros de subvención para generar un euro de IVA en taquilla. El año pasado el presupuesto para el Instituto de la Cinematografía alcanzó los 76,9 millones de euros… y se quejan porque piensan que deben recibir más.
La recaudación por el IVA de las entradas vendidas en los espectáculos taurinos sobrepasa cada año los 40 millones de euros, más del cuádruple que el cine español, que cuenta con mayor número de espectadores aunque sus entradas son más económicas. A esto hay que añadir que las arcas del Estado reciben casi 200 millones de euros derivados de las actividades que se benefician de la tauromaquia popular de forma directa, indirecta e inducida. Y todo sin subvenciones estatales.
Habría que organizar una gran gala taurina anual y conseguir que el Ministro de Cultura aceptase la invitación como hace cada año con los actores, y que fuese televisada como lo es la entrega de los Goya, y hacer públicos unos datos económicos favorables a la tauromaquia y que pocos quieren conocer, y quejarse de la falta de consideración de nuestros políticos, de los pocos profesionales que realmente pueden vivir de su trabajo, de la riqueza que genera el sector, de los espectadores que atrae, de la cultura que representa, del IVA que recauda y de la falta de ayudas. En eso los del celuloide nos llevan mucha ventaja. Sería cuestión de llevar a cabo algo parecido a lo que ellos hacen y que seguramente hasta acabaría teniendo más empaque. Me la juego.
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