..lobos de las estepas leninistas, que aúllan a la Luna española antaño amada por toros campaneros; lobos pastoreados por un Hermano Lobo que igual lleva coleta que corbata, que igual se marca un baile con la momia de Lenin o con el fantasma de Chávez. Así que mira quién baila: porque también los lobos saben bailar.
Bailando con lobos (Sé lo que hicisteis en la última guerra)
Es realmente notable la macabra tendencia de los rojos por desenterrar cadáveres, manía que ha llegado al paroxismo con el «Gobierno Frankestein», como no podía ser de otro modo —hay quien le llama «Sánchezstein»—. Diríase que con esta necrofilia enfermiza han patentado la «necrocracia», inventada en los pudrideros siberianos, perfeccionada en dantescos «gulags», y doctorada «cum laude» en la República luciferina.
En el fondo, todo esto de los desentierros no es sino un «revival» de la famosa película «Sé lo que hicisteis en la última guerra». Lo sospechoso, es que sólo se desentierran los muertos que le interesan a la progresía radical, cuando ella esconde un gran mausoleo del horror en sus armarios. Sin contar las víctimas nacionales ajusticiadas por el rojerío —ya vamos por las 85.000—, la persecución religiosa que sufrió España durante la Segunda República fue de tal magnitud que se puede hablar de un verdadero holocausto, que no suele ser objeto de desenterradores.
Puestos a la labor, la Segunda República figura con pleno derecho en los anales de la historia siniestra de los desenterradores, aunque tuvimos ya un anticipo en la «Semana trágica» de Barcelona, donde se dio el macabro caso de que un disminuido mental se marcó un baile con la momia de una monja.
Hoy ya no se lleva lo de bailar con momias, pero el pueblo español parece que le ha cogido gusto a la adrenalina de bailar con lobos, en un escalofriante ejercicio de funambulismo nacional, como si fuéramos trapecistas sin red, marineros sin brújula, españoles sin España.
Son lobos que ya ni siquiera necesitan camuflarse bajo pieles de cordero, pues la estupidez de nuestro pueblo es tan colosal que le da igual que sean galgos, podencos o lobos los rojiprogres que enseñan sus colmillos y sus espumarajos bajo los focos mediáticos: lobos de las estepas leninistas, que aúllan a la Luna española antaño amada por toros campaneros; lobos pastoreados por un Hermano Lobo que igual lleva coleta que corbata, que igual se marca un baile con la momia de Lenin o con el fantasma de Chávez. Así que mira quién baila: porque también los lobos saben bailar.
El funesto golpe de Estado del Sáncheza en el Kongreso no fue sino una «performance» de la historia de «Pedro y el lobo» ―la sinfonía musical para niños compuesta por Prokofiev en 1935―, donde Sánchez quería atrapar al lobo Heyglesias y al licántropo Torra tirándoles de la coleta y la barretina, sin tener en cuenta que en todas las historias infantiles los lobos se llevan algo a la buchaca. Si son capaces de devorar a Caperucita —aunque sea roja— pues imaginen lo sabroso que estos lobos encontrarán al Cum Fraude.
En fin, que al Doctor (¿) le ha importado una higa dispararse en un pie con esos pactos mefistofélicos, cosa que no le impide marcarse bailecitos con los salseros avenezolados o los sardaneros de barretina y lazo, aunque más bien lo nuestro sería un «reggaetón», que a mí me trae a la memoria los reggates de uno de nuestros lobos más eximios: el Carrasco.
Siguiendo con las alegorías lobunas, a mí esto de la formación del gobierno me recuerda también a otra película: «El pacto de los lobos». Pues ya hemos visto que, el «Caperucito Sánchez», en un pasmoso ataque de licantropía, acabó haciendo coro aullador con los lobos morados y estelados. O sea, que España inventará una modalidad novedosa de la noche gótika: en vez de una noche de perros, tendremos noche de lobos.
¿Qué ocurre después de una noche de lobos? Pues muy posiblemente sucedería aquello de que «Quien con infantes pernocta, excrementado alborea», que traducido vendría a decir algo así como: «Quien con lobos pernocta, devorado alborea». A pesar de esta tremebunda amenaza, España está realizando una «performance» verdaderamente circense, solo que sustituyendo la boca de los leones por las fauces de los lobos podemoindepes.
Uno de los mayores exponentes de la filosofía política fue el inglés Thomas Hobbes, seguramente bien conocido por el politólogo Heyglesias. Sobre su nacimiento, afirmaba que «El miedo y yo nacimos gemelos», aludiendo al hecho de que su madre le dio a luz prematuramente debido al terror que infundía el acercamiento de la Armada Invencible a las costas británicas. Pero el pueblo español es gallardo y valeroso, quién dijo miedo, quién teme al lobo feroz, quién teme al Hermano Lobo de Falcon y oro, que muy posiblemente aprendió de Hobbes su filosofía lobuna, la cual eligió al lobo como paradigma y mascota del absolutismo político que defendía ―y que tan caro es para el totalitarismo rojo―, con aquella legendaria frase que dice: «El hombre es lobo para el hombre».
Advertisement
Frase que, traducida, vendría a decir, incidiendo en el cainismo de nuestro pueblo: «El español es lobo para el español».
O sea: «Pedro Sánchez es lobo para España»
O sea: «El Lobo: ¡qué gran Turrión!».
O sea: Franco es lobo para los rojos… Así que ¡Danzad, danzad, malditos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario