Con Alfredo Molano, Plaza de Manizales 2017
La prensa de todas las vertientes abundó en la noticia de su deceso, con más o menos pesar, con más o menos sinceridad, pero con el unánime respeto que ganó. Hasta hubo antitaurinos que lamentaron la pérdida de “uno de sus contradictores más inteligentes”. De nuevo estamos menos, ahora falta él.
El hombre de la verdad
Cali, noviembre 5 de 2019
Envejecer es alejarse poco a poco del mundo propio. Irse haciendo pasado, extraño al entorno que cambia sin espera. Ir perdiendo rostros, costumbres, lugares.
Habitar el recuerdo más que la ilusión. Andar evocando más que ambicionando, contrariando metamorfosis, refunfuñando… Esto, que antes era plaza de toros, ya no es plaza, ni es de toros, ni esta esquina es ya mi esquina.
Sentir con impotencia cómo desaparecen personajes del drama vital, que con otras voces y otros ámbitos nunca será el mismo.
Se va uno, se va otro, noticia, obituario, funeral, y adelante, siempre adelante que no pasa nada. Pero sí pasa. Nos pasa, los viejos aficionados colombianos seguimos diezmando por bajas en la fila. Coetáneos, afines, amigos de siempre, hoy ausentes por siempre se han ido.
El último, hace menos de una semana. Notable por su calidad, notorio por su obra extensa, honda, válida. Publicada con la vida como aval. Sociólogo, testigo, crítico, periodista, escritor, cronista taurino y devoto de la fiesta, que defendió con el mismo denuedo de todas sus convicciones. Alfredo Molano Bravo, llegó a ella muy niño de la mano de su madre y jamás apostató.
Sólido intelectual de izquierda, no aceptó que se la ideologizara, ni se la usara como bandera política. Tampoco, que se le acusara de contradictorio y claudicante por su fidelidad. Decía:
“Los toros son arte, movimiento frente a la muerte, no se pueden entender sin el sentimiento… inexplicable, imposible para los animalistas…”
Sirvió cuanto pudo a su país, y hasta el día final como miembro de la “Comisión de la verdad”, órgano internacional que media en el proceso colombiano de paz.
La prensa de todas las vertientes abundó en la noticia de su deceso, con más o menos pesar, con más o menos sinceridad, pero con el unánime respeto que ganó. Hasta hubo antitaurinos que lamentaron la pérdida de “uno de sus contradictores más inteligentes”. De nuevo estamos menos, ahora falta él.
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