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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 6 de febrero de 2020

En la Monumental México… El luminoso tercio de banderillas de El Zapata, un acto de genialidad / por José Mata



… el par monumental, haciendo cimbrar al monumental coso. En el segundo apareció el violín, y finalmente, se dió el lujo de cuartear para asomarse al balcón e imponer otro imponente par de banderillas.

En la Monumental México… El luminoso tercio de banderillas de El Zapata, un acto de genialidad

José Mata
Toros en el mundo / México, 5 febrero, 2020  
Monumental Plaza de Toros México. Miércoles 5 de Febrero del 2020. Décimo sexta corrida de la Temporada Grande. 74 Aniversario del mayor coso del mundo. Cerca de media entrada, unas 18 mil personas. Se lidió un encierro de Jaral de Peñas, encaste Parladé vía Domecq, disparejo de presentación, los de menor catadura han sido tercero y séptimo. En su conjunto resultó manso y descastado; devuelto el séptimo por ser un océano interminable de mansedumbre, huyó hasta de su sombra, fue sustituido por un séptimo bis tan similar como el titular. Provocaron dos derribos -caídas accidentales- porque levantaron a los debiluchos jamelgos del pecho y sus frágiles cuartos traseros claudicaron.

Uriel Moreno El Zapata: Silencio y gran ovación en el tercio.

Antonio Ferrera: Oreja y oreja muy protestada.

Morante de la Puebla: Oreja y fuerte bronca.

Octavio García El Payo: Silencio y palmas tras aviso.

Detalles:

El gran monosabio Porfirio Sánchez, después de 60 años de hermosear el redondel de la Monumental México, ha dicho adiós a los ruedos.

La Porra Libre concedió el trofeo Carlos Arruza a Antonio Ferrera, por haber cortado dos orejas -una de ellas muy protestada-.

¡Pifias!

El buenazo de Brauny nuevamente más pifias, regaló una inmerecida oreja a Antonio Ferrera tras claudicar el sexto.

El gran público sigue esperando que actúe la Comisión Taurina de la Ciudad de México cuyo patriarca es, Vicentico Bandín, ya es imposible mantener a esos buenazos en el palco de la nula autoridad, ya que han dañado la verdad y grandeza del arte del toreo.

  • Todavía no se han levantado las barreras que le digan al genio: De aquí no pasarás”: Ludwig Van Beethoven

Era el quinto toro del festejo de una tarde en donde la asfixiante mansedumbre acompañada del nada grato descastamiento eran inaguantables.

Sí, aparecieron toros de Jaral de Peñas que pudieron haber estado mejor rematados, mucho mejor presentados, pero no fue así. Se ha quedado en el intento el señor ganadero, y mucho más en cuanto a la falta de casta y ausencia de bravura se refiere.

De buenas intenciones están llenos los caminos al infierno.

El turno para, Uriel Moreno El Zapata, salió Legado, toro abanto, que enseñó desde entonces su mansedumbre…

… Uriel, pegado en tablas esperó como una imperial columna griega del templo de Zeus, y así exponiendo todo y concediendo todas las facilidades al astado, dibujó con pasmosa suavidad su saludo capotero…

… la tacita de plata -creación del novillero Alan Corona del Centro de Formación Taurina El Zapata-, y lo hizo hasta en tres ocasiones, provocando el estentóreo olé.

Acto seguido, aparecieron dos contundentes largas cambiadas de rodilla y la emoción iba in creciendo.

El prólogo del concierto, que en ese momento interpretaba el señor Zapata, tenía en un pañuelo de seda a todos los convocados en este festejo.

Así, tras un fallido tercio de varas, en donde la mansedumbre hizo de las suyas, y el piquero reprobó por su falta de tino; apareció un quite similar al de la mariposa, caminando, sólo que en lugar de llegar el capote hasta la altura de los hombros, Uriel lo hace al nivel de su cintura, desmayando con suavidad la capichuela y embrujando al astado que aceptó sin chistar el mandato imperial del torero.

Toda obra de arte -incluida la tauromaquia- es en esencia la luz que irradia del artista a los feligreses y les deja en un trascendente estado de gracia.

Uriel con esa seguridad que se veía desde Alfa Centauri, cogió los tres pares de banderillas, se fue a la cara del toro, citó de largo, pero no obedecía al mandato del torero el de Jaral de Peñas; así que cambió el terreno, acercó las distancias, y provocó al toro, colocando con sobrada gallardía y precisión milimétrica en un palmo de terreno…

… el par monumental, haciendo cimbrar al monumental coso. En el segundo apareció el violín, y finalmente, se dió el lujo de cuartear para asomarse al balcón e imponer otro imponente par de banderillas.

El ¡olé! se escuchaba hasta Apizaco y más allá, por ejemplo, en Mérida, Yucatán.

La gente que hizo una muy buena entrada se levantó ipso facto de sus asientos y en medio de la sublime locura con gritos estridentes de ¡olé! ¡torero! y demás vítores, le solicitaron al torero plenos entusiasmo y admiración, diera una vuelta en la que no se paró de tributarle en estruendosa, ensordecedora batería de júbilo, el reconocimiento ante la inobjetable apasionada entrega.

Los aficionados ante esta demostración de luminosa pasión, de esa pasión bien entendida que enciende e inflama a los espíritus, quedaron en el mágico estado de gracia.

Acto seguido, ya con la muleta, sembrado el señor Zapata literalmente en la arena, sí sí, como aquella columna griega del Templo de Zeus, fuimos testigos de un prólogo contundente e igualmente preciso…

… sí, tan contundente como preciso.

Citó de largo al toro, provocó su embestir, y al no responder volvió reducir la distancia, porfió el torero, y ahí ¡justo ahí!, pasó Legado -que así se llamó el toro- casi surcando la geografía corpórea del señor Zapata, en lo que ha sido un estrujante cambiado por la espalda, que a muchos levantó a la velocidad de un resorte de sus asientos, porque ese cambiado se produjo a menos de un metro de distancia.

Continuó con otro pase por alto, un cambiado más y un nuevo pase por alto, para después de esta exposición de honestidad torera, permitir que se expresara la templada mano diestra que dejó pases de gran calidad, pero sobretodo de suavidad, acariciando al caminar del toro para no atosigarlo sino invitarle a colaborar en su creación.

Hubo respuesta también por el lado natural, no obstante, el burel, comenzó a negarse a embestir; su exigua casta le fue impidiendo el caminar, hasta ya no quererlo hacer.

El Zapata nos había dado un regalo de la luminosa madurez por la que transita, dejando creaciones que alimentan al espíritu de los diletantes taurinos.

Lástima grande…

… sí, lástima grande que con el acero la rúbrica no pudiera quedar certera, y así se esfumó el trofeo que había conquistado a través de su propuesta.

Al final, todo quedó en una ovación de gala en el tercio, como símbolo de agradecimiento, respeto y admiración, de parte del respetable ante la apasionada entrega del torero.

Demostrando como sentenció el inmenso Beethoven, que:

“Todavía no se han levantado las barreras que le digan al genio: De aquí no pasarás”

Usted, lector amigo, dirá qué pasó con el primero, hubo la misma intensidad en la creación, desde con el cadencioso recibo, y un tercio de banderillas que emocionó por la verdad torera, pero con la muleta, el toro como todo manso deslucido y con poco caminar fue impidiendo la lidia, hasta tener que poner punto final.

Antonio Ferrera, es un hombre entusiasta, que en momentos intenta ser la copia del siempre bien recordado Rodolfo Rodríguez El Pana, pero no acaba siendo así.

De tanto retorcer su cuerpo, y al faltarle la necesaria naturalidad en su expresión, acaba siendo un émulo de Cantinflas, el que por cierto toreaba muy bien.

La gente le agradece a Antonio sus deseos de agradar, pero hace falta mucho más para conquistar al corazón del respetable; por esa falta de naturalidad no resulta convincente su toreo.

Y lamentablemente para el señor Ferrera, a pesar de las miles de docenas de puertas grandes que pueda sumar, no logra convocar gente cuando se le anuncia.

Porque no se trata de cantidad, de coleccionar puertas grandes y muchas orejas, sino de que en cada comparecencia conmueva en verdad a los corazones y sientan el deseo de volverle a ver; lo que lamentablemente no ocurre.

Esta tarde estuvo tesonero con sus dos ejemplares, con su primero extrajo tras andar persiguiéndolo, faena corta pero de insistencia, por lo que después de poner punto final, le dieron una oreja.

Con su segundo, otra faena de insistir, pero falta de calidad, como si se tratara de sumar muchos tabiques, ladrillos a destajo, y el arte no es de cantidad sino de calidad para conmover.

Inexplicablemente, el buenazo de Brauny le regaló una oreja que no vale nada, tanto así que fue protestada.

Al señor Morante, le concedieron una oreja también por perseguir al toro y dejar detalles del llamado toreo bonito, de agradable arquitectura pero carente de contenido. Al final la infinita bondad de cierto sector del público le pidió una oreja.

Con su segundo, el señor Morante, con sus habituales arranques de divo, salió a intentar lancear y meter en vereda al manso toro que huyó de todos, pero no lo consiguió. Tanto fue el océano interminable de mansedumbre que tenía, que hasta el buenazo de Brauny, en un alarde de locura decidió devolverlo a los corrales lo que no se estipula en el reglamento.

Total, que finalmente apareció en el redondel, otro toro tan manso como el anterior. El señor Morante pudo justificarse lidiándolo, pero no quiso; instalado en la pose de divo, decidió dar por terminada su actuación esta tarde, y ante la furia inaudita del respetable escuchó sonoro repruebo.

Ese cinismo de Morante hartó al público y lo echó sin piedad de la plaza.

Y del señor Payo, nada pudo dejar con su primero. Sin embargo, le salió un toro de una bondad franciscana, de una obediencia servil, y pudo sumar una faena correcta, que impactó en el público, que para entonces tras nueve largos toros, ya tenía muchas bebidas espirituosas en su haber. Estuvo mal con el acero, y todo quedó en algunas palmas de los aficionados que todavía le aguardaban.

Al final, cuando caminábamos, mi hermana Tere y yo por el largo túnel que conduce hacia la puerta del Encierro, escuchábamos a todos hablar de la actuación de, Uriel Moreno El Zapata, del capote prodigioso, del luminoso tercio de banderillas y de una faena que pudo haber sido devastadora, y que no fue así, por el pésimo ejemplar que tuvo frente a él, pero que dejó constancia de esa exquisita madurez que posee.

Sin lugar a dudas, fue un gran acierto de la empresa, fue un gran acierto de, Mario Zulaica, incluir al señor Zapata en este festejo, porque se hizo justicia a una lucha permanente que ha sostenido y lo sigue haciendo a través de su apasionada entrega.

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