DON CORLEONE EN EL PADRINO
I
José Ramón Márquez
Curro Romero, estaba en el despacho del director de un periódico. No recordaba bien cómo había llegado hasta allí, con lo tranquilo que él estaría ahora con su partida de dominó, y otra vez se había tenido que echar a la calle, ponerse el traje azul, que resaltaba tanto su moreno, montarse en el tren y salir de Sevilla, con lo lejos que está todo de Sevilla. La mujer ya le había dicho:
-¡Que sí, Curro, que tienes que ir!
Y ahí ya no había más que rechistar. Se iba y punto.
En realidad él no sabía a qué iba. Le había pasado infinidad de veces en su vida. Le llevaban a sitios que para él eran absurdos. Sitios en los que se le acercaban las gentes como a un santo milagrero. Unos le tocaban, otros le rozaban con una ramita de romero, otros se hacían una fotografía junto a él y otros le decían recados que muchas veces ni oía o le recordaban cosas que él no recordaba o que quizás nunca habían ocurrido. Estaba acostumbrado, si es que a eso se puede acostumbrar uno, pero no estaba a gusto, porque lo que a él le gustaba era estar tranquilo, jugar su partida de dominó y, si acaso, su flamenquito de vez en cuando, con gente de mucha confianza.
Su anfitrión, de cutis blanquecino y mirada astuta, trataba de tranquilizar su incomodidad desmenuzando la realidad y de relajar sus nervios con su conversación variada. Para él era otra pieza que cobraba a mayor gloria de su publicación. Ésa era su única razón de existir y a ella dedicaba con fruición cada segundo de su vida. De ahí sacaba todo lo que un hombre con ambición necesita para alimentar su cuerpo y su espíritu. Ahora le tocaba a Curro Romero, pero él sabía que eso era una pura coyuntura: nada más que él detectase que cambiándose de bando su diario vendería un poco más o aumentaría su influencia, él lo haría sin que el pulso le temblase.
Curro sabía que le iban a utilizar una vez más. No era la primera vez y sabía que tampoco sería la última. Él, después de la retirada en Fuengirola, con toda su vida y su leyenda hechas, si le hubieran dejado, se habría dedicado a estar tranquilo y a no pasar fatiguitas, al dominó, al flamenquito y a los amigos, pero ahora se le había organizado la vida a base de ir a sitios y de saludar a gentes. No sabía qué hacía aquí, pero se le dijo que estuviese y aquí estaba. Sabía que había gato encerrado.
Al día siguiente lee:
“Romero habla en el encuentro del periódico Z:
A José Tomás le daría un 10 artísticamente”.¡Ah!... Era eso.
El rugby según Zuprimo
Fuente: Blog Salmonetes ya no nos quedan
http://salmonetesyanonosquedan.blogspot.com/2010/02/si-hubieramos-sabido-que-el-currismo.html
Fuente: Blog Salmonetes ya no nos quedan
http://salmonetesyanonosquedan.blogspot.com/2010/02/si-hubieramos-sabido-que-el-currismo.html
No te creas, el Maestro aunque parezca ausente, siempre estuvo en cacho...(bueno, no siempre) Y lo de su "Puntuación" al tomasete, me pareció algo exagerado....
ResponderEliminarEnhorabuena por este blog!....