"...En definitiva, que lo que hay que recuperar es la bravura y sobre todo la casta, eso que algunos llaman fiereza que es lo que les obliga a los toros a moverse y a plantear batalla a los toreros..."
El desafío de los mansos
Por Paco Mora
El supuesto “desafío ganadero” de ayer en Logroño fue la prueba del nueve de que todo ese guirigay que algunos arman en las redes sociales con la necesidad de que en los carteles de las ferias haya eso que ellos llaman “variedad de encastes” no es lo que necesita la Fiesta para recuperar la emoción de otros tiempos. De seis toros sólo uno, el de José Escolar, embistió y mal que me pese decirlo de un torero de los llamados modestos, su matador no estuvo a la altura de su bravura. Y digo modesto por la situación que ocupa en el escalafón, que por las explicaciones que dio a su floja actuación de modestia nada, más bien se justifico echándole la culpa a un adversario que sólo cometió el delito de ser bravo. Los demás toros (cinco) sólo sirvieron para darles unos muletazos de pitón a pitón y matarlos lo más dignamente posible. Esa es la realidad del “desafío ganadero” de la capital de La Rioja. Y el toreo desde Juan Belmonte es otra cosa.
La emoción no está en que el toro sea más grande ni en que luzca perchas para colgar todos los sombreros de España. En los años cincuenta, sesenta y setenta la mayor parte de los toros que salían a las plazas no habían cumplido los cuatro años, y se movían embistiendo como demonios porque eran bravos y estaban encastados. Y había emoción en los tendidos y las tardes se saldaban con siete u ocho orejas y algún que otro rabo. Que se lo pregunten a los toreros de aquellos años que todavía quedan vivos, tales como Pedrés, El Viti, Gregorio Sánchez, Andrés Vázquez y Curro Romero. Por cierto, pregúntesele a éste si con aquel toro (como digo, utrero casi siempre) hubiera podido estar en activo con cerca de setenta años como ha estado con el manso y descastado bisonte actual.
En definitiva, que lo que hay que recuperar es la bravura y sobre todo la casta, eso que algunos llaman fiereza que es lo que les obliga a los toros a moverse y a plantear batalla a los toreros. Lo demás es carne para los leones del circo y cuernos para hacer puños de paraguas.
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Vergonzosa manipulación de los pesebreros de la fiesta. La selección artificial nos va a llevar en 20 años a un toro standard, sin raza ni temperamento, doméstico de alguna forma. La fiesta así perderá su sentido y desaparecerá. La única alternativa es la variedad de encastes, pero a esta gentuza el toreo en realidad le importa un pimiento, lo ven como un negocio.
ResponderEliminarEs cierto lo que dice el excelente artículo, que, además, tiene un corolario: al permitir este toro de media bravura carreras taurinas programadas a 20 años, los toreros nuevos no encuentran hueco para abrirse paso. Antes, cada temporada - es un ejemplo - se retiraban un par de figuras, descendían de posición tres y ocupaban esos cinco lugares tres toreros que subían de posición y dos novilleros de los llamados punteros, que eran ya famosos, ganaban dinero y tenían partidarios. En los últimos veinte años este proceso de los novilleros se ha producido muy pocas veces: Litri, Finito, Jesulín... Ya ha llovido.
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