“Hay que defender a La Fiesta, no los intereses particulares” Pues vaya manera de defenderla.
"...Las denuncias que varias entidades de aficionados hicieron antes, no sirvieron para nada porque la Autoridad se las pasó por el forro. Pero lo peor es que, de repetirse la celebración de este tipo de eventos, viviremos el principio del fin de la Fiesta que queremos los buenos aficionados, la auténtica..."
Lo ocurrido en Málaga enciende las alarmas
- Esta vez no les salió en “invento”. Ni siquiera que la prensa domesticada acudiera en masa para defender lo indefendible pese a su doloso intento de tapar el fraude.
José Antonio del Moral
El atropello cometido en el mano a mano entre Morante y El Juli y el gran escándalo que ha provocado debe servir para que nunca más vuelva a suceder nada igual o parecido so pena de convertir la Fiesta en una pantomima
Algunos vieron venir la antirreglamentaria celebración del supuesto enfrentamiento con seis toros precocinados y en su mayoría impresentables para una plaza de primera que, a la postre, apenas valieron para el programado triunfo. Es de suponer que los que permitieron la celebración de este antirreglamentario festejo debieron creer las promesas que los organizadores adujeron en pos del seguro éxito del evento.
Las denuncias que varias entidades de aficionados hicieron antes, no sirvieron para nada porque la Autoridad se las pasó por el forro. Pero lo peor es que, de repetirse la celebración de este tipo de eventos, viviremos el principio del fin de la Fiesta que queremos los buenos aficionados, la auténtica
Esta vez no les salió en “invento”. Ni siquiera que la prensa domesticada acudiera en masa para defender lo indefendible pese a su doloso intento de tapar el fraude. Y es que los pocos críticos independientes que también acudieron, incluidos algunos sevillanos, contaron la verdad de lo ocurrido que, además, coincidió con el intercambio de informaciones entre muchos aficionados que, unos en La Maestranza y otros en La Malagueta, se llamaron por teléfono o se comunicaron mediante WhatsApp para enterarse de lo que estaba ocurriendo. Afortunadamente, hoy en día, con la tecnología, las redes sociales e internet, no hay quien pueda tapar nada.
Desde aquí hago una llamada urgente para que, entre todos los que verdaderamente amamos a La Fiesta sin intereses particulares, logremos terminar drásticamente con esta nueva manera de organizar las corridas de toros en las que, curiosamente, varios toreros de entre los más encopetados son los que están intentando con toda clase de subterfugios – presentaciones glamurosas, campañas subliminales y conniventes opiniones de informadores supuestamente prestigiosos por la importancia de las tribunas que acumulan en prensa escrita, digital, radiofónica y televisiva – que sus actuaciones sean tomadas por ejemplares y beneficiosas, cuando en realidad son todo lo contrario.
Estas novedosas modalidades de organizar los eventos taurinos de las estrellas del toreo más relumbrantes de la actualidad salvo escasísimas excepciones, parten del fenómeno que hemos padecido y, por cierto, escasamente denunciado con las últimas comparecencias de José Tomás: Torear lo menos posible, ganando lo más posible, con el mínimo riesgo posible frente a ganado lo más fácil y menos agresivo posible. Si Tomás lo hizo contando con la incondicional aquiescencia de la mayor parte de la crítica e incluso de los aficionados que se tienen por más puristas, ¿por qué no hacer lo mismo o algo parecido?
Para colmo, quienes más lo pretenden son los que más obligados están a hacer lo que siempre distinguió a las grandes figuras de la historia. Absolutamente lo contrario de lo que manifiestan con el más notorio de los cinismos: “Hay que defender a La Fiesta, no los intereses particulares” Pues vaya manera de defenderla.
Lo más insultante es que los que intentaron homenajear a Joselito y a Belmonte en Málaga con motivo del mano a mano que tuvo lugar hace 100 años tratando subliminalmente de parangonarse con ambos, al mismo tiempo manifiestan admirar a José Tomás. Algo absolutamente ridículo porque, profesionalmente, el de Galapagar es la antítesis de los protagonistas de la Edad de Oro del toreo.
Las autoridades deberían impedir radicalmente que ocurran estas cosas y los empresarios defender el lugar que les corresponde como organizadores en vez de prestarse a esta clase de enjuagues. El empresario debe comprar los toros de acuerdo a la categoría de la plaza que dirijan y en absoluto prestarse a los cambalaches de los representantes de los toreros. Y de ninguna manera ser parte interesada del engaño.
No es de chocar que hayan empezado a publicarse varias manifestaciones sobre lo ocurrido, temiendo que tales procedimientos se generalicen. Imaginen lo que habrían hecho en la Maestranza de Sevilla si los cinco amotinados hubieran conseguido que una empresa mexicana se hubiera hecho con los destinos de la plaza más prestigiosa del mundo…
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