Plaza de toros de Colonia de Sacramento, Uruguay
"...Una tras otra, y por motivos fundamentalmente políticos, las grandes ciudades del continente fueron desterrando al toro y su Fiesta. Las más recientes plazas en rendirse fueron: Caracas, al abandono gubernamental. Quito, al voto popular (referendo), y Bogotá, al omnímodo capricho de un alcalde..."
Sólo México y Lima
Por Jorge Arturo Diaz Reyes
Crónica toro / Cali / Colombia
Tiempos hubo cuando el toro campeó en América toda. De Buenos Aires a San Francisco se daban corridas completas. Las capitales del continente celebraban con ellas fiestas patrias, religiosas y tenían temporadas.
Tiempo largo ese, cuatrocientos años, desde las carabelas hasta comienzos del siglo XX. "Desperdicios" toreaba en Río de Janeiro, "Bombita" en Montevideo, y las mozas de Córdoba (Esp) cantaban temerosas
Ni me lavo, ni me peino,
ni me asomo a la ventana,
hasta qué no vea venir,
a "Guerrita" de la Habana.
Donde, por cierto recibió la cornada más grave de su vida (en el cuello). Por la misma época en que allí murió "Cúchares" (de tifo) y no mucho antes que el general Adna R. Chafee, comandante de la fuerza norteamericana de invasión, expidiera el decreto prohibicionista que sigue acatando la isla.
Una tras otra, y por motivos fundamentalmente políticos, las grandes ciudades del continente fueron desterrando al toro y su Fiesta. Las más recientes plazas en rendirse fueron: Caracas, al abandono gubernamental. Quito, al voto popular (referendo), y Bogotá, al omnímodo capricho de un alcalde.
Pero además de la política, no nos digamos mentiras, otros factores han pesado, y mucho. La desafección popular (elitismo). Los cambios socioeconómicos y culturales globales. La fragilidad de la afición. La incertidumbre de las empresas. Y la codicia y el oportunismo absurdos de no pocos de sus principales beneficiarios. Todo eso maquillado por la falta de crítica, de autocrítica, y el exceso de eufemismo.
Entre Cabo de Hornos y Alaska, las únicas capitales nacionales que, amenazadas, resisten, son Lima y México. Amenazadas, digo, por los mismos enemigos que sometieron a las otras.
Pienso, que si aún hay algo que hacer, habrá que comenzar a hacerlo desde adentro, desde nuestras propias debilidades y errores, en lugar de lloriquear echándo culpas al contrario.
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