Talavante, el desgarro, la calidad y la entrega sin trampa ni cartón. |
Estallaron Las Ventas
Uno, dos y tres… Tres grandes toreros en el redondel. Ferrera, la naturalidad y la sabiduría vestidas de luces; Manzanares, el Petronio de la elegancia torera con su flamígera espada; Talavante, el desgarro, la calidad y la entrega sin trampa ni cartón. Y el público de Las Ventas levantándose como un resorte –que cunda el ejemplo- en respuesta a tanta belleza y valentía. Y un presidente que ha sacado el pañuelo cuando había que sacarlo en demanda de trofeos por parte del público, que es quien tiene derecho a dar y quitar sin protagonismos exógenos a la verdad de la Fiesta que lo minimicen. Y todo ello gracias a una corrida de Núñez del Cuvillo que ha hecho honor a su divisa. Seis toros bien presentados y con el trapío necesario, sin exageraciones fuera de lugar, con el punto de bravura y nobleza suficientes para que todo lo que se ha hecho con ellos tuviera mérito y categoría.
Por fin ha estallado Las Ventas este San Isidro, y la corrida ha terminado entre alegría, gestos de asentimiento y sonrisas. Así da gusto. Y todo porque los tres toreros actuantes han dado de sí todo lo que les han permitido sus respectivos oponentes. ¿Quién ha dicho que el público madrileño es duro y casi imposible? El público venteño, cuando embisten los toros y los toreros dan su medida, se entrega como todos los públicos. Que tomen buena nota las empresas y vayan pensando en la realidad de que la afición no exige el buey Apis, que lo que quiere es bravura, armonía y toreabilidad en lo que sale por la puerta de chiqueros. Y no carne mansa con descomunales cornamentas, que no caben en las muletas de sus matadores. Que son eso, matadores de toros. Toreros y no matarifes ni carniceros.
Y no es que la de los “cuvillos” haya sido la corrida del siglo, pero sí un encierro muy digno y respetable en el que ha primado, como se dice más arriba, la armonía y la toreabilidad, y perdóneseme el palabro. Y tampoco los tres toreros han tenido la mejor tarde de sus respectivas vidas toreras, pero sí que han podido dar fe de su categoría de figuras del toreo, siempre teniendo en cuenta lo que han tenido delante. Y “tutti contenti”, que es de lo que se trataba.
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