Zaragoza. Ferrera besa la bandera de su patria. Foto: Emilio Méndez, www.cultoro.com
Ferrera ha logrado consolidar su singularidad, como un «verso suelto» del actual escalafón, por su atención a la lidia completa y su recuperación de suertes añejas. El primero, abierto y cornivuelto, flojea ya de salida. Arriesga con los palos Venturita. Con sabiduría, Ferrera traza muletazos suaves, excelentes, con regusto, aprovechando la calidad del toro y tapando sus defectos. Mata bien y corta un merecido trofeo, que pasea envuelto en nuestra bandera (ésa que algunos insensatos menosprecian). Mima con el capote al cuarto, justo de fuerzas. Lo saca del caballo toreando (la escuela de Gallito). Aunque el buen toro se para un poco, le saca naturales clásicos, y cadenciosos; improvisa, hasta el desplante final. Agarra otra estocada. Sorprendentemente, le niegan la oreja, en una faena que podía ser de dos. No lo entiendo. ¡Cuánto ha mejorado este torero, con los años!
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