Chucho y Remedios. Fotos: Vanexa Romero y Área Metropolitana Medellín.
Paradójicamente, son dos osos colombianos los que han puesto el martirizado país a pensar en serio sobre si los derechos pertenecen a los humanos o no.
Chucho y Remedios
Jorge Arturo Díaz Reyes
Ambos machos. De más de veinte años el uno, de dos el otro. No aptos para sobrevivir en el monte. Huéspedes mimados de zoológicos en Barranquilla y Medellín respectivamente, fueron, de manera inconsulta (con ellos), objetos de alegatos de liberación (¿desahucio?), por el abogado Luis Gómez quien se presentó como “defensor de sus intereses”, invocando el habeas corpus.
Los procesos, iniciados con Chucho, el mayor, hace casi tres años llegaron hasta las altas Cortes, Constitucional y Suprema de Justicia. Las cuales, tras hondos estudios, debates y votaciones dictaron sentencias congruentes, considerando que “el hábeas corpus es un instrumento que sólo puede usarse para defender a personas, no a los animales”. Pues los animales no son sujetos de derecho, así lo sean de protección. De inmediato, citas y opiniones diversas aparecieron en los medio hablados y escritos:
Por ejemplo, la de Carlos Fernández Sessarego, catedrático, escritor y exministro de justicia peruano en su estudio ¿Qué es ser persona para el derecho?: “Solo el ser humano, es sujeto de derecho. Es decir, individual o colectivamente considerado. Ningún otro ente de la naturaleza es sujeto de derecho.”
“¿Vamos a prohibir el consumo de proteína animal? Si el punto de partida es que todo animal tiene dignidad y es sujeto de derechos, pues entonces ya no se puede usar la biodiversidad” cuestiona un ambientalista no identificado por El Espectador de Bogotá.
En el mismo diario, la bióloga, exdirectora del Instituto Alexander von Humboldt, Brigitte Baptiste, estima que hablar de los derechos de los animales como individuos es una frontera insuperable. “No se puede considerar que los animales tengan estatuto de personas, eso es una aspiración que desconoce las cualidades de las distintas sociedades y de las condiciones culturales en las que se desenvuelven los organismos”.
“El maltrato a los animales nunca está justificado... Pero ello no implica humanizarlos y otorgarles estatuto de personas. Por el contrario, eso está creando dilemas éticos muy delicados, cuando nos preocupamos más por las mascotas que por el bienestar de otras personas”, agrega.
Y leyendo todo eso resulta inevitable no vislumbrar entre líneas a los políticos antitaurinos extremos que se afanan mucho más en perseguir el culto al toro y las corridas, cuyo fin dicho sea de paso extinguiría la raza de sus presuntos “defendidos”, que en abogar por los harto e inveteradamente violados derechos de sus congéneres.
A estas y otras aplazadas reflexiones han obligado sin saberlo Chucho y Remedios, en buena hora protegidos de su “defensor” por las Cortes. Protegidos, no humanizados.
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