El Chile que ya consiguió derrumbar hace 50 años la revolución socialista de Allende
"Personas gestantes y disidencias"
Javier R. Portella
El Manifiesto / 06 de septiembre de 2022
Me acabo de enterar. Ha sido gracias al tweet de una izquierdo-feminista a la vieja usanza, que se indignaba con razón, aunque sin sacar las consecuencias, de lo siguiente. Resulta que las mujeres no son denominadas “mujeres” en el proyecto de “Constitución” (“el mamarracho”, como lo llaman allá) que el pueblo chileno acaba de barrer por una abrumadora mayoría del 62 por ciento de los votos.
A las mujeres se las denomina “personas gestantes y disidencias”.
A las mujeres se las denomina “personas gestantes y disidencias”. Me sorprende sobremanera lo de “gestantes” en boca de quienes promueven despiadadamente el aborto. Pero aún me queda menos claro lo de “disidencias”. Tal vez aludan a las lesbianas o a los demás aspectos de los delirios woke y LGTBIQ+. O quizás piensen en los “disidentes” indígenas sobre los que la izquierda había apostado muy fuerte... con los brillantes resultados que se sabe: en lugar de disentir, los indígenas han asentido —pero masivamente, con porcentajes del orden del 80 por ciento— votando en contra del proyecto de Constitución. Algo que recuerda, por cierto, a la forma en que, hace unos dos siglos, las poblaciones indígenas combatieron en la mayoría de Hispanoamérica al lado de la Corona española y en contra de la independencia.
Chile, el mismo Chile que ya consiguió derrumbar hace cincuenta años la revolución socialista de Salvador Allende, se ha alzado hoy a favor de la identidad y de la razón...
El Chile que ya consiguió derrumbar hace 50 años la revolución socialista de Allende
Sí, de la razón: a favor de esa cosa que es lo contrario del delirio. Porque ésta es la diferencia con hace cincuenta años... y con todos los tiempos anteriores. Una diferencia brutal, enorme, tanto en Chile como en todas partes. Lo que se trata hoy de combatir ya no son sólo injusticias, desmanes, opresiones, atropellos, tiranía... Lo que se trata de combatir en primer lugar es otra cosa infinitamente más decisiva.
Cuando lo que impugna el enemigo izquierdista (“social-capitalista” sería mucho más correcto) es el orden mismo de la naturaleza (y pensar que esta gente se llaman “ecologistas”...). Cuando pretenden que la diferencia de sexos constituye un asunto “cultural” y no “natural”: algo, pues, que depende de la libre decisión de cada cual. Cuando, para no llamar mujeres a las mujeres, y hombres a los hombres (vayan a saber cómo los llamarán a éstos), el izquierdo-capitalismo denomina a las mujeres “personas gestantes”; cuando ello es así (y no continúo con el resto de delirios), lo que está en juego son simplemente las bases antropológicas mismas gracias a las cuales hay mundo, pensamiento, ser. Y civilización (sí, ésa a la que lógicamente aborrecen). Punto.
Dicho más simplemente: cuando incluso en la Carta Magna de un país se propugnan tales abismos de estupidez nihilista, lo que está en juego es ser o no ser.
Y resulta que nuestros pueblos aún quieren ser. Resulta que la locura progre-capitalista ha llevado tan lejos sus delirios que tanto las personas gestantes como quienes posibilitan la gestación —esa mitad de la población odiada por una parte de las teóricas gestantes—,
Resulta que nuestros pueblos aún quieren ser
se han acabado dando cuenta del peligro de muerte que todo ello implica y han reaccionado en consecuencia.
Como es lógico, como tendría que ser obvio sin necesidad siquiera de escribirlo. Salvo que nunca se sabe qué puede pasar con las masas manipuladas por indignas élites: recordemos que hace meses estas mismas masas que ahora han votado con tanta gallardía habían dado más del 70 por ciento de sus sufragios a los mismos a quienes acaban de infligir el más serio revés de su historia.
Regocijémonos, pues, profundamente por ello al tiempo que,
desde las páginas de EL MANIFIESTO, enviamos
a nuestros hermanos chilenos un alborozado,
un fervoroso ¡VIVA CHILE!
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