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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 6 de diciembre de 2022

Constitución Española. Ni contigo, ni sin ti, mis males tienen remedio… / por Col. Lorenzo Fdez. Navarro


La Constitución de 1978 es el desenlace, el huevo de la serpiente, de la TransiciónTransformación política cuya esencia fue la venta de la .España Una, Grande y Libre a sus enemigos -internos y externos- a cambio de que no cuestionaran la Corona. 

Ni contigo, ni sin ti, mis males tienen remedio…

Ni contigo ni sin ti, mis males tienen remedio; contigo porque me matas, y sin ti porque me muero. Poéticas palabras de Antonio Machado que se transformaron luego en letra de una conocida copla que hizo famosa Emilio José.

Tal podría aplicarse a la Constitución de 1978 en relación con España y los españoles, en la actual coyuntura política. Y viene esto al caso porque quienes quieren destruir España arremeten contra la Constitución de 1978, mientras que los que pretenden defenderla, se agarran como a clavo ardiente a ella en una defensa numantina de la «Carta Magna». Esto es lógico, porque guste o no, la Constitución de 1978 es la ley vigente. Y por ello en su respeto y acatamiento, se basa el actual Estado de Derecho. De igual forma que fuera de ella se abre paso la anarquía y la revolución. Que es finalmente el objetivo de los enemigos de España. Enemigos internos y externos.

Pero estas verdades no deben ocultar la esencia del problema. El meollo de la cuestión, el nudo gordiano que es preciso desentrañar. Porque esa misma Constitución de 1978 que es la Ley, y como tal debe ser acatada, es el origen del problema. Dándose así la absurda situación, de que debe invocarse como remedio el mismo virus que causa la dolencia. 


Es decir, que la solución del problema se busca en el mantenimiento del problema. Ciertamente es la cuadratura del círculo. Y debido a ello se ha elegido el sorprendente título. Porque en la actual situación, ni con la Constitución, ni sin ella, los males de España tienen remedio.

Pues bien, en estos momentos Rosa Díez, con una buena voluntad que le honra, ha puesto en marcha una plataforma ciudadana que ha llamado «UNIÓN 78» cuyo objetivo es frenar el proyecto rupturista de la unidad de España impulsado por Pedro Sánchez -con la inestimable colaboración de quienes pretenden acabar con ella- sin más razón ni motivo de que esos apoyos le resultan imprescindibles para mantenerse en la Moncloa.

En su cuenta de twiter Rosa Díez dice: No paran de llegar adhesiones a unión78.es La ciudadanía española está dispuesta a defender la integridad de sus derechos, dispuesta a salir a la calle para recuperar el espíritu del 78 y caminar junto a sus conciudadanos para defender la democracia. ¡¡Gracias!!

Y aunque se eche de menos que en esa movilización que promueve, no cite de forma explícita la defensa de la unidad e integridad de España -junto a los derechos de sus ciudadanos- es un 00000000loable intento de enderezar un rumbo que lleva directamente, y sin remisión, la nave del Estado a la rompiente. Y al naufragio. Pero aún reconociéndole su buena intención, estas consideraciones deberían servir para que muchos españoles, de buena voluntad como ella (ha conseguido ya más de seis mil adhesiones) comprendan el sinsentido que resulta -ya se ha dicho- fiar la solución del problema en mantener la causa que lo ha generado. Más adelante volveremos a ello.


La Constitución de 1978 es el desenlace, el huevo de la serpiente, de la Transición. Transformación política cuya esencia fue la venta de la España Una, Grande y Libre a sus enemigos -internos y externos- a cambio de que no cuestionaran la Corona. Hoy lógicamente la cuestionan, porque «Roma traditoribus non redere». De ahí que el término Transacción sea mucho más apropiado que el de Transición para definir el proceso de transformación política acaecida a la muerte de Franco. Proceso que no podía dar lugar a otra cosa que lo que está sucediendo: una involución hacia 1931. Se ha «vendido la moto» de «Transición» o «Transición a la democracia» como la transformación que experimentó España desde una dictadura a una democracia. Cuando en realidad fue la sustitución de un régimen de autoridad o autoritario, sustentado en una democracia orgánica, por una democracia inorgánica o «partitocracia» que finalmente ha dado lugar a la dictadura de los partidos políticos. Estas consideraciones se hallan expuestas por extenso, en La Transición ¿Reforma o Ruptura? (AQUÍ)y en “La Memoria Histórica: Una ley iconoclasta y cainita” (AQUÍ)

Pues bien, esta serpiente a la que por estulticia, complicidad, e inaudita cobardía, se la ha estado alimentado y permitido crecer, se pretende ahora confinarla en el interior de la cáscara, ya vacía, del huevo que la contuvo. Como procedimiento para resolver el problema creado por esa misma Constitución que es su matriz. Vamos a recordarlo brevemente. A la muerte de Franco era evidente que el Régimen debía evolucionar. Y no solo lo pensaba así la mayor parte de los españoles que constituían el llamado «franquismo sociológico» sino que también contaba con ello el propio Franco. Y era lógico. Volver a la «España de Franco» tras su muerte, era imposible de toda imposibilidad. Y no sólo porque la historia de los pueblos, al igual que los ríos, no puede fluir hacia atrás, sino porque estadistas geniales como el Caudillo surgen uno cada cinco siglos. Y desde luego no era el caso de quien iba a tener en sus manos, a partir de entonces, los designios de España. La reforma del Régimen era necesaria y conveniente, y así lo entendieron los españoles, cuando se sometió a votación la «Ley de la Reforma Política». Sin embargo tal plebiscito supuso una descomunal estafa. 


Pues se reforma lo que se quiere conservar, y ya se había pactado con los enemigos de España -que eran los mismos que los de Franco, como tan acertadamente nos apercibió en su mensaje póstumo- la demolición, desde sus cimientos, de un sistema político que, además de haber dado casi cuarenta años de paz y prosperidad a España, había sido capaz de lograr -con sangre, sudor y lágrimas- redimirla de su atraso secular, volviendo los ojos a su pasado más glorioso.

Y a partir de aquí todo fueron irregularidades. Con maquiavélicas trampas que se exponen (a confesión de parte, relevo de pruebas) en el libro de Torcuato Fernández Miranda, se inició un proceso constituyente que estaba taxativamente excluido en la Ley Para la Reforma Política. Lo que justifica sobradamente el llamar estafa al proceso. Por mucho que quiera blanquearse con la justificación de que fue «de la ley a la ley».

Por ello, tildar de «Transacción» a la transformación política acaecida a la muerte de Franco, no es una exageración.

La consecuencia de tal estafa no podía ser otra cosa que la Constitución de 1978. Origen de nuestros males. Antes se ha dicho que la historia de los pueblos, como los ríos, no puede fluir hacia atrás. Pero en ambos casos, cuando un desmadre ha causado una catástrofe, es obligado adoptar medidas de contención para que no pueda volver a repetirse el drama. Construyendo para ello diques. Incluso efectuando una corrección definitiva, desviando el cauce por el que corren los ríos -o discurre la historia de los pueblos- para que no vuelva a repetirse el desmadre. Y con él tenga lugar una nueva catástrofe.


Esto es tan cierto, como el hecho de que, demoliendo la obra que conjuraba el peligro, se sentaban sentando las bases para que, tarde o temprano, se reprodujera la tragedia. Y esto es precisamente lo que está sucediendo en España al demoler la obra de Franco sustituyendo -fraudulentamente, es preciso insistir en ello- la Constitución de 1966 que compendiaba Los Principios del Movimiento Nacional y las Leyes Fundamentales del Reino por la.. En definitiva, cambiando la necesaria REFORMA DEMOCRÁTICA que demandó el pueblo español al votar «SI» a la ley de la reforma política, por la RUPTURA que exigía la ínfima minoría de una izquierda antifranquista y antiespañola. Tal hecho conforma una vil estafa política de la que ha sido víctima el pueblo español.

Aunque la «propaganda constitucional» insiste machaconamente en la idea de «La Constitución que nos hemos dado la inmensa mayoría de los españoles» no es cierta esa unanimidad. Así como la ley para la reforma política, si fue votada mayoritariamente por el pueblo español («llevado al huerto» en su buena fe cabría decirse) la Constitución de 1978 no tuvo ni mucho menos el consenso de una mayoría cualificada que, según todos los constitucionalistas, debe exigirse para transformaciones políticas de gran calado e irreversibles. Como0 era el caso de abolir la Constitución de 1966 para sustituirla por la vigente de 1978. La izquierda propugnó la abstención, porque promover el «NO» hubiera significado pedir que se perpetuara el vigente sistema político que ellos pretendían destruir.

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1 comentario:

  1. Feliz día de la CONSPIRACIÓN del 78
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