Otra cosa es que hubiera fracasado en Sevilla pero, en La Maestranza consiguió el triunfo en uno de sus toros, estuvo torerísimo toda la tarde y, consiguió lo que incluso él no esperaba. Se llevó el respeto de Sevilla y, en aquel momento él se quedó con la convicción de que sería llamado para algunas ferias de relevancia, entre ellas y por encima de todo, Madrid. Pero nada se ha hecho realidad. Ahora, El Cid, está sufriendo en sus propias carnes la dura realidad del toreo y, por su historial, merecía un respeto por parte de los que contratan a los toreros.
No ha podido ser y el hombre está sumido en la más vil de las miserias; las humanas, que son peores que las económicas porque él no creyó nunca que sería desahuciado de la forma tan miserable y mezquina en la que lo han hecho. Para mí desdicha, admirando muchísimo a un diestro tan legendario como el citado, cuando me enteré de su reaparición dije que había cometido un tremendo error y que salvo Sevilla, nadie le iba a llamar. ¿Acaso yo tengo la bola de cristal donde se adivina el futuro? ¡De ninguna manera! Pero sí apliqué la lógica, y ésta me decía que El Cid, pese a tantísimos triunfos, no tenía leyenda para que su figura continuara en los ruedos, de ahí el error que en su día le advertí cuando decidió volver. Es más, cualquiera diría que han vuelto Talavante y Castella y los empresarios les han respaldado, justa o injustamente, eso es otro cantar; pero han contado con ellos los que manejan los hilos del toreo, por eso están toreando todos los días.
Recordemos, muy a nuestro pesar que El Cid nunca fue la figura con la que se contaba con él para confeccionar los carteles; con todos los respetos del mundo para el diestro de Salteras, cuando los empresarios ya tenían la feria casi montada, le ofrecían lo que quedaba y al dinero que ellos decían y, de tal manera funcionó muchos años y, lo que es mejor, saboreando el triunfo pero, siempre, al rescoldo de los demás. Dicho lo cual, entiendo que el torero antes de reaparecer debería de haber hecho una prospección sobre el mercado de contrataciones y, comprobar cómo y de qué manera se encontraba dicho mercado y, seguramente, de haber hecho lo que digo, ni siquiera lo hubiera intentado. Le ganó el corazón y no le hizo caso a la razón, sin duda, el camino que a todos nos aboca al fracaso, a mí el primero.
Es cierto que se gana más luchando por la paz que haciendo la guerra pero, en definitiva, lo que le han hecho a este hombre es una putada sin límites. No estamos hablando de un gracioso que ha querido volver para dar la lata a los empresarios, hablamos de un diestro que ha mostrado una dignidad heroica durante toda su carrera la que forjó enfrentándose a los toros más encastados y difíciles y, lo que es mejor, con el balance del triunfo como aliado. Pero, reitero, yo que me considero un buen aficionado y que conozco los entresijos del toreo, para mi desdicha, claro, anuncié que la tragedia del Cid estaba servida, algo que me duele en el alma, pero que es una realidad incuestionable.
A Vd.
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