Pepe Luis Vázquez, el torero que debutó con miuras en la Feria de Abril, celebra este año su setenta cumpleaños de alternativa.
".. Lo más cercano a mi ideal podría ser Antonio Bienvenida: sin poner posturas, natural, sencillo, con armonía..."
Habla Pepe Luis Vázquez,
matador de toros, en el LXX aniversario de su alternativa
ANDRÉS AMORÓS
ABC / SEVILLA
Domingo , 04-04-10
Entro en casa de Pepe Luis Vázquez, en Nervión.
El maestro está sentado en una butaca, junto a una mesa camilla: correctamente vestido, con gafas oscuras. A pocos pasos de la Gran Plaza, es un rincón de silencio y paz, muy sevillano. Sé que tiene algún problema de salud y le agradezco que me reciba.
-Ya no doy entrevistas pero no puedo negarme al ABC -en casa lo hemos recibido toda la vida- y a usted.
-Maestro, ¿sigue la actualidad taurina?
-Ahora menos: por la vista, no por falta de interés. Mis hijos me tienen al tanto. Ahora me interesan sobre todo los recuerdos.
-La crítica le ha considerado un artista pero usted siempre ha defendido la necesidad de la técnica.
-La técnica es lo principal.Por mucho arte que tengas, sin técnica estás perdido.
-El inolvidable Marcial Lalanda sentía mucha debilidad por usted: siempre me hablaba de su facilidad para ver al toro. Me contó que un día, cuando lo llevaba, le dio una indicación, usted no le hizo caso... y tenía razón Pepe Luis. (Se ríe el maestro). ¿Cómo se adquiere eso?
-Marcial entendía el toro más bien que la mar... Hay una parte que nace con uno, y otra que se va adquiriendo. Se aprende a fuerza de ver toros. Yo me fijaba mucho en el toro, en el campo y en las plazas. El toro es siempre un gran misterio: crees que sabes de esto y sale uno que lo echa todo abajo. Nunca acabas de aprender.
-El arte no consiste sólo en ponerse bonito.
-Algunos toreros tienen una estética especial. Yo nunca he sido de ponerme bonito. El verdadero arte consiste en la naturalidad...
-Para torear bien hace falta el temple, algo muy difícil.
-El temple, el temple: es fundamental. Es casi un milagro, conseguir que el toro se vaya acomodando al temple del torero. Sobre todo, con el toro de antes, que salía con muchos pies. Ese temple es lo que más llega al público. Para eso, ha de estar tranquilo uno, para poder tranquilizar al toro.
-Usted ha pasado a la historia, entre otras cosas, por el famoso «cartucho de pescao». ¿Cómo se le ocurrió?
-Mi abuelo era muy partidario de El Espartero. Me decía que le salía a todos los toros con la muleta «plegá», pero luego le pegaría cuatro o cinco «lampreazos» y a matar. Yo lo intenté en mi debut de novillero en la Maestranza, sin picadores. Al segundo novillo mío, lo cogí con la mano izquierda, le pegué tres o cuatro naturales y le eché las dos rodillas al suelo: ¡se formó una!...
-Además de crear belleza, el torero ha de transmitir emoción.
-Sin duda. Para torear bien, el torero se ha de poner en un terreno donde el toro le puede coger: de ahí surge la emoción. Cada toro tiene su sitio, su distancia... No se trata de que el toro te coja pero sí de que el público sienta que te puede coger. Pero un toro malo, difícil, nunca te debe coger: tienes que ganarle la partida. Con toros difíciles, yo habré estado más o menos lucido pero nunca he estado aperreado. Es lo que vi hacer a Marcial, a Domingo Ortega, a Pepe Bienvenida: sabían resolver la papeleta.
-¿Se puede enseñar a torear?
-Se puede aprender, hasta cierto punto: el toro es el mejor maestro que uno tiene.
-¿Qué siente usted al repasar su trayectoria en los ruedos?
-Tengo muchos recuerdos y les sigo dando vueltas, en la cabeza. Son recuerdos bonitos, alegres. Es una de las ventajas que tiene la Tauromaquia: con el tiempo, te olvidas de los momentos duros y te quedas con los ratos buenos.
-Por ejemplo, grandes faenas, como la de Valladolid.
-¡Hombre! Lo he contado muchas veces: con el capote no había podido torear, pero, con la muleta, ¡amigo!... Me acoplé bastante bien con el toro de Villagodio, le pegaría treinta pases, en el centro del ruedo... Yo he toreado siempre con la espada de verdad. Allí mismo, conseguí una media lagartijera y el toro salió de los vuelos de la muleta dando vueltas... Un banderillero que iba conmigo, Enrique Arroyo, recogió la espada y me dijo: «Así se matan los toros». Pero yo no sabía bien lo que había hecho: volví a la barrera como si estuviera borracho. Había un murmullo... Pensé: «¿Dónde estoy yo?»
-¿Se torea para uno o para el público?
-Al público hay que respetarlo. Y aguantarlo, a veces. Pero se torea más bien para uno.
-Al público hay que respetarlo. Y aguantarlo, a veces. Pero se torea más bien para uno.
-Y, ¿si sale un toro malo de verdad?
-Si yo veía que no tenía faena, lo lidiaba y lo mataba. La gente se enfadaba, claro... Eso sí, tuve la suerte de que no me echaran ningún toro al corral.
-Antes, eran muy importantes las novilladas.
-Y lo siguen siendo: son la escuela. Yo toreé 135: gracias a eso, llegué a la alternativa con la lección bien aprendida.
-No le costó entrar en Madrid.
-No. El toro era más grande y el público, muy exigente, pero yo estaba ya «preparaete».
-¿Había antes más profesionalidad que ahora?
-Quizá. El toro te obligaba a eso porque presentaba más dificultades.
-Los toros difíciles, ¿suponían una criba?
-Sí. En las Ferias importantes, las figuras elegían alguna corrida que podía permitirle cortar las orejas pero también alguna que podía salir más difícil, precisamente para demostrar su maestría.
-¿Se acuerda de una corrida a la que llamaron «del siglo», en Zaragoza, con Luis Miguel y Ordóñez?
-Luis Miguel y yo no tuvimos suerte con los nuestros. Ordóñez, que había estado bien en un toro y le había cortado la oreja, se fue de la Plaza. Luis Miguel pidió el sobrero. Yo no me fui: era el más antiguo de los tres y a Luis Miguel lo quería mucho. Lo único que yo hice, esa tarde, fue precisamente un quite, en ese sobrero.
-El famoso quite «del perdón»; o «de la escoba», para barrer a todos...
-Je, je, eso decían...
-A pesar de ser un torero artista, usted no le hacía ascos a los toros de Miura.
-No. Eduardo ha sido mi gran amigo, era como un hermano. Mi debut en la Feria fue con un Miura: el mismo día que debutaba Eduardo como ganadero. Me tocó un toro que iba bien por el lado izquierdo, lo toreé a gusto, lo maté pronto y le corté las dos orejas... Siempre lidiaba su corrida en la Feria de Abril. Y también le hacía las tientas.
-¿Había antes más aficionados que ahora?
-Ahora van mucho en las Ferias, para que los vean. Y van el doble de mujeres que cuando yo toreaba... Siempre ha habido una minoría de aficionados y una masa de público. Quizá antes se imponía más el criterio de esa minoría, pesaba más su opinión. Y la masa se queda siempre con lo bonito, con lo superficial.
-¿Qué hace falta para que se emocionen todos?
-Que el toro se mueva y que el torero se ponga en el sitio.
-Sigue soñando con la faena ideal.
-Sí, como la de Valladolid: me aislo del público, aunque sé que están entusiasmados. Pero, a veces, ese sueño se tuerce... Mi hijo, algunas veces, ha toreado con un temple excepcional... Mucha gente ha toreado bien, pero torear perfecto es muy difícil... Lo más cercano a mi ideal podría ser Antonio Bienvenida: sin poner posturas, natural, sencillo, con armonía.
-¿Cómo ve la época actual?
-Siempre ha pasado lo mismo: la Fiesta se viene para arriba, se viene para abajo. ¿La época actual? Yo la veo «corrientona»...
-¿Cree que la Fiesta es cruel, como dicen hoy algunos?
-No lo veo yo así: el toro puede defenderse. Si no muriera en el ruedo, iría al matadero. Los «bistés» le gustan a todo el mundo.
-¿Qué opina del intento de prohibir la Fiesta?
-A mí eso me parece un disparate: el que no quiera, que no vaya a los toros. Yo he toreado en Barcelona una barbaridad de veces y era una afición magnífica. No logro entenderlo: el toreo está tan arraigado en el corazón de los españoles que no se puede perder.
-Y, ¿para usted, personalmente?
-Ha sido la razón de ser de mi existencia. No sólo en lo económico. Lo más importante de mi vida.
-¿Cree que pueden tener éxito estos ataques a los toros?
-No puedo creerlo, por mucho que unos pocos se empeñen. Va contra la realidad de España. Es como si me dijeran que se van a acabar los resfriados...
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