Se casaron Castella, Morante y Manzanares
"...O por no querer ellos o por no querer la prensa -la del estercolero fundamentalmente- el caso es que la boda de Castella no ha tenido repercusión alguna, la de Morante apenas nada y la de Manzanares menos de lo que debiera y en algunos casos mejor que no hubiera aparecido..."
Por Ricardo Díaz Manresa
No son bodas planetarias, que diría la Pajín, por su Zapatero y su Obama, los dos zarandeados y zapateados, no. Han sido bodas “del planeta de los toros” aquel concepto inventado por Díaz-Cañabate. Dentro y encerrados en nuestro –su- planeta. Y no se pueden meter ahora Sebastián, José Antonio y José María en un planeta cuando estamos en la globalización. La acaparadora de cargos, sin curriculum ni méritos, en el mundo sociata ampliaba una reunión, que nunca se dio, como acontecimiento planetario de dos políticos fracasados hasta el momento. Unos exageran hasta el ridículo y otros parece que se esconden o, al menos, están agazapados.
Volvamos al mundo de los toros. Castella creo que se ha casado, pero ni leí, ni vi ni oí noticia en parte alguna. Morante lo ha hecho por segunda vez y sólo lo he visto reflejado en algún portal taurino. Manzanares ha salido en más medios, pero sobre todo en la prensa negra, la de los pozos de excrementos, y señalando que si el padre no había ido y volviendo a temas de hace 30 años o más con Carmina, Manzanares, Paquirri y demás barbaridades.
Pues bien, Castella, Morante y Manzanares se casan y su repercusión ha sido perfectamente descriptible. Y es que la sociedad –no me canso de repetirlo, de decirlo y de escribirlo- cada día está más lejos del toreo. O simplemente no le interesa.
Son tres de los más de los 7 u 8 toreros más populares, los que llenan los grandes carteles. Puede que Castella no haya querido más que el silencio y que Morante haya deseado pasar inadvertido y que Manzanares lo haya dejado estar así. Pero si hubieran interesado a los buitres y a las ratas del estercolero no se habrían librado de cámaras y micrófonos. El pueblo enfermo de morbo no ha pedido este plato.
Como símbolo es importante de cómo está la sociedad y qué puesto ocupa en esta sociedad el toreo o su entorno. Sólo les interesa a los devoradores de televisión las estupideces, perversidades o la actualidad de los bajos de esa gentuza. Y nada de los héroes del siglo XXI, que se juegan la vida y están dispuestos a hacer las mayores gestas.
No son bodas planetarias, que diría la Pajín, por su Zapatero y su Obama, los dos zarandeados y zapateados, no. Han sido bodas “del planeta de los toros” aquel concepto inventado por Díaz-Cañabate. Dentro y encerrados en nuestro –su- planeta. Y no se pueden meter ahora Sebastián, José Antonio y José María en un planeta cuando estamos en la globalización. La acaparadora de cargos, sin curriculum ni méritos, en el mundo sociata ampliaba una reunión, que nunca se dio, como acontecimiento planetario de dos políticos fracasados hasta el momento. Unos exageran hasta el ridículo y otros parece que se esconden o, al menos, están agazapados.
Volvamos al mundo de los toros. Castella creo que se ha casado, pero ni leí, ni vi ni oí noticia en parte alguna. Morante lo ha hecho por segunda vez y sólo lo he visto reflejado en algún portal taurino. Manzanares ha salido en más medios, pero sobre todo en la prensa negra, la de los pozos de excrementos, y señalando que si el padre no había ido y volviendo a temas de hace 30 años o más con Carmina, Manzanares, Paquirri y demás barbaridades.
Pues bien, Castella, Morante y Manzanares se casan y su repercusión ha sido perfectamente descriptible. Y es que la sociedad –no me canso de repetirlo, de decirlo y de escribirlo- cada día está más lejos del toreo. O simplemente no le interesa.
Son tres de los más de los 7 u 8 toreros más populares, los que llenan los grandes carteles. Puede que Castella no haya querido más que el silencio y que Morante haya deseado pasar inadvertido y que Manzanares lo haya dejado estar así. Pero si hubieran interesado a los buitres y a las ratas del estercolero no se habrían librado de cámaras y micrófonos. El pueblo enfermo de morbo no ha pedido este plato.
Como símbolo es importante de cómo está la sociedad y qué puesto ocupa en esta sociedad el toreo o su entorno. Sólo les interesa a los devoradores de televisión las estupideces, perversidades o la actualidad de los bajos de esa gentuza. Y nada de los héroes del siglo XXI, que se juegan la vida y están dispuestos a hacer las mayores gestas.
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