la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 16 de agosto de 2012

ANDRÉS VÁZQUEZ: Un sueño hecho realidad / Entrevista de Pla Ventura


ANDRÉS VÁZQUEZ:
Un sueño hecho realidad

Entrevista de Pla Ventura
Han pasado los días y, todavía sigue en las retinas de los aficionados que presenciaron la épica del maestro Andrés Vázquez en su Zamora del alma. Los que presenciaron el acontecimiento, hablan y no acaban; los que no lo vimos, irremediablemente, tenemos que creer a los que fueron testigos, sencillamente, porque conocemos la grandeza del maestro Andrés Vázquez y lo que ha sido su limpia trayectoria profesional, todo un lujo para la torería del mundo y, en consecuencia, para el más puro arte.

Matar un toro propiedad de Victorino Martín no era ninguna broma; muchos, por no decir todos, teníamos miedo; no tengo rubor en confesarlo. Temíamos el que el maestro, físicamente, no pudiera realizar su proeza y las pruebas le han dado la razón al diestro de Villalpando. Eran 80 años sobre sus espaldas y enfrentarse a dicho toro, sinceramente, entendíamos que era la última locura del maestro; sí, una locura, pero que le ha hecho muy feliz y la felicidad no se compra con dinero.
Casi con setenta años toreó el maestro su última corrida en Zamora y, en dicha ocasión, hasta recibió su última cornada. Ahora, una vez más, por fin, el maestro con ochenta años de edad se ha sacado para siempre aquella espina que le quedó clavada en aquella fecha. Fueron dos orejas y rabo y, saliendo en hombros de forma apoteósica; repito que, muchos días más tarde, aquel éxito del maestro de Villalpando, sigue vigente; y lo será siempre porque su torería ha sido eterna.


-Maestro: Le veo exultante de felicidad. Cualquiera diría que reaparece usted en la próxima feria de otoño de Madrid. ¿Qué me dice?
Eso quisiera yo. Esto ha sido una locura tremenda, pero tenía que hacerlo; como tú dices, tenía clavada aquella espina de mi última tarde en Zamora y, por fin, quedé en paz con los míos.
-Es cierto lo que dice pero, maestro, tampoco hacía falta semejante épica puesto que, su carrera, desde hace muchos años, ha quedado grabada a sangre y arte por todas las plazas del mundo; es decir, hablar de Andrés Vázquez era rendirle culto al arte. De todos modos, ¿qué sintió el otro día en Zamora?
La satisfacción más grande de mi vida, ante todo, porque soy un humilde jubilado del toreo y de la vida y, saberme capaz de aquello, de sentirme torero, de llevarlo a cabo, incluso de matar como lo hice, sinceramente, mi dicha no pudo ser mayor. El que quiera que lo haga; lo hice yo que soy un mortal más como todos.
-Allí, junto a usted, estaban algunos de los que fueron grandes en su época, entre ellos, don Santiago Martín El Viti. ¿A quién echó usted en falta?
Posiblemente, hubiera disfrutado muchísimo viéndome, ante todo, el maestro Antonio Bienvenida y, de forma más reciente, el inolvidable Antoñete, ambos están junto a Dios.

Todo había comenzado con una sonrisa y terminó con la felicidad

-¿Estaba usted asistido por Dios en semejante fecha
Yo creo que sí; pero fui yo el que tuvo que resolver, el que tuvo que entrenar muchos días antes del festejo, el que se mentalizó para la locura como antes dijimos. Pero sí, tengo que darle gracias a Dios por la salud que tengo puesto que, de otro modo, hubiera sido imposible. Pero como te digo, yo puse todo de mi parte; en el toreo hay que estar muy fuerte porque tú tratas de acariciar al toro con la muleta, pero el toro que no sabe de caricias, intenta acabar contigo. Me preparé como un chaval y todo salió bordado.
-Han pasado los años maestro y, algunos malvados le robaron a usted su dinero ganado a sangre y fuego, pero lo que nadie le ha podido robar es su torería, su salud, su gusto por interpretar el bello arte del torero.  ¿Digo bien?
Perfecto, amigo. Los bienes materiales pueden ir de un lado hacia otro, yo soy el ejemplo, pero lo que uno lleva dentro es lo que se llevará a la tumba pero, en mi caso, si he podido exponer mi torería y mi arte, mi dicha no puede ser mayor.
-Quince salidas en hombros de la plaza de las Ventas y a su vez, catorce cornadas en dicho ruedo, imagino maestro que, con ello, le sobra a usted aval más que suficiente para sentirse un torero importantísimo; y no hablemos de figuras que eso me parece ridículo, ¿qué le parece?
Justo lo que has dicho. Ahora mismo, el núcleo de toreros de los llamados figuras, tengo la sensación de que solo les preocupa el dinero; aquella ambición artística que teníamos los toreros de mi época, creo que ha pasado al olvido; ahora, algunos, no salen a hombros nunca de Madrid y no tienen pudor ante ello, cuando eso es terrible. Antes, como la historia mía certifica, éramos capaces de dar la vida con el toro auténtico y en Madrid, claro. De ahí mis cornadas y mis tardes de gloria que no las cambio por todo el dinero del mundo.


-Usted, maestro, dio la cara miles de veces en Madrid, mató más toros de Victorino Martín que nadie y algunos, hasta piensan que aquello era pura broma. ¿Tan difícil es que les cueste entender a muchos aquella su verdad tan aplastante?
Es cierto. Como ocurrió hace unas fechas en un programa de radio en que me invitaron y, lo hicieron para lo que tú dices, para cuestionarme y, por vez primera en mi vida, me enfadé con los periodistas. No hay derecho que se cuestione mi vida artística, como la del propio Antonio Bienvenida, El Viti, Antonio Ordóñez, Paco Camino… y una larga lista de coetáneos míos que hicimos grande la fiesta de los toros con nuestro arte y con nuestra verdad.
-Escuché dicho programa y usted se enfadó muchísimo ante la opinión de los periodistas que dudo que lo hicieran para dañarle ni cuestionarle; ellos dieron su opinión que, usted, sin duda debería de haber rebatido. Le pudo a usted el corazón antes que el cerebro ¿verdad?
De todos modos, amigo, yo creo que a los ochenta años cumplidos, yo creo que un hombre ya tiene derecho a muchos privilegios, entre ellos, a enfadarse si así lo estima oportuno. Dijeron que había toreado poco por Andalucía y qué culpa tengo yo de que no me contrataran como yo hubiera querido, ¿verdad? Mi enojo vino dado porque entendí que cuestionaban aquello de triunfar en Madrid como ser algo pueblerino y eso me caló muy hondo. Para mí, sin embargo, triunfar en Madrid es lo más grande que me ha pasado en la vida.
-Siendo sinceros, maestro, pocas objeciones se le pueden poner a su dignísima y emblemática carrera. Ahora, perdone que se lo diga, ¿podríamos soñar de nuevo para volverle a ver en un festejo como el de Zamora?
El sueño se cumplió; el mío y el de todos los aficionados. Ahora, recuerda el axioma, nunca segundas partes fueron buenas; lo mío del otro día, ha quedado para siempre y es irrepetible; es como si quisiéramos construir ahora la catedral de Burgos, es un imposible; lo mío ahí ha quedado para la historia. Ha sido un gesto lleno de romanticismo que ha llenado otra página de mi vida.

-Desdichadamente, maestro, ya no quedan románticos y, los que quedan, caso del maestro Frascuelo, apenas les contratan. ¡Qué mundo hemos forjado! ¿Verdad?
Ante todo, ahora priva el dinero y el resto de los valores se han ido perdiendo por el camino. El mundo de los toros no deja de ser un reflejo de la sociedad actual. Triste, pero muy cierto. Miro hacia atrás en lo que ha sido mi carrera y la propia torería y muchas veces me entran ganas de llorar.
-¿Llegó usted a pensar que, el toro que lidió en Zamora en la fecha referida podía haberle matado?
Claro. Es más, esa es la obligación del toro, vender cara su vida y, a poder ser llevarse al torero por delante; pero para eso está el torero con su técnica, para impedir que las acciones y deseos del toro se cumplan y, como a mí me sucedió cientos de veces, lograr el éxito; claro que, tampoco me escapé de las cornadas puesto que mi cuerpo está cosido por todos los lados.
-Su vida es ahora perfecta; corre usted 15 kilómetros diarios, sigue entrenando, no fuma, no bebe y, como todo el mundo confesó, delante del toro sorprendió usted a todos, por su fortaleza y por su torería. ¿Cabe más dicha dentro de su ser?
Creo que no. Fíjate que, emprendí aquella locura de la que antes hablábamos, yo le llamo acto de romanticismo y, claro, para llevar a cabo tal proeza, ante todo, además de mi torería, mi cuerpo tenía que responder, pese a mis años, yo no podía hacer el ridículo. Triunfé por la grande y, como tú dices, mi dicha no pudo ser más hermosa.

Los compañeros le brindaron sus toros

-Se imagina usted a cualquiera de las figuras del toreo, a su edad, haciendo una gesta como la suya? Ríe el maestro a carcajadas y dice:
No me imagino nada porque yo no lo veré, pero si alguien lo hiciera y fuera de verdad, se lo agradecerían como a mí me ha sucedido.
-¿Será posible, maestro, que llevo quince días intentado hablar con usted y su teléfono echaba chispas por todos los lados de tantas llamadas como ha tenido?
No puedo quejarme. Los medios de comunicación me han tratado como a un rey; salvo aquel programa de radio que no quiero acordarme porque cuestionaron mi honradez y mi torería, los aficionados y todos los medios de comunicación, me han mostrado, como vosotros, un respeto inmenso por mi carrera y por mi torería. Mi gratitud para toda España que, desde los lugares más insólitos se han interesado por mi triunfo, en definitiva, por mi humilde persona.
-¿Qué queda, maestro de aquel Nono que quería ser torero hace ya sesenta años?
Queda todo, porque, como viste, mi acción del pasado 28 de julio fue más bien propia del Nono, que del humilde jubilado que supo triunfar por lo grande en Zamora. Ahora que lo has dicho, cuántos recuerdos se me han venido a la mente, claro que sí.

Ahora ya se le ve tranquilo con sus amigos ganaderos 

-Maestro, siga gozando usted de la admiración de todos los aficionados, de los medios de comunicación puesto que, su gesta, única en la historia de la torería merece todos los respetos y nuestra más grande admiración. ¡Va por usted! Que Dios le siga conservando su salud y, si se le ocurre otra locura parecida, no sufra que nadie le diremos que no lo haga. Es usted el dueño de su vida, el artífice de su existencia, por ello, ¿quiénes somos nosotros para impedirle a usted un gesto como el de Zamora? Fíjese, todos creíamos que cometía usted una locura y, una vez más, maestro, nos demostró que todos estábamos equivocados. Su triunfo eclipsó nuestras opiniones, tampoco podía ser de otro modo. Un fuerte abrazo, maestro.
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